Vox y Podemos en Almería, tan cerca y tan lejos

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 09 jun. 2019

Podría parecer un juego caprichoso del azar, pero la aritmética ha provocado que Unidas Podemos y Vox, tan distintos, tan distantes, se encuentren cercados por el arma de destrucción masiva de la irrelevancia. La configuración de las futuras estructuras de poder en ayuntamientos, gobiernos autonómicos y gobierno central acabarán diseñando un dibujo en el que los dos extremos del arco parlamentario pueden quedar situados extramuros. Y fuera, ya se sabe, hace frío, mucho frío; sobre todo si hay que permanecer a la intemperie cuatro años. La reconquista y el asalto a los cielos no han superado la brevedad retórica de la consigna y han acabado sustituyendo la épica de la quimera por la seducción erótica del poder y el pragmatismo de la nómina a fin de mes. Iglesias ha bajado de la nube y Abascal se ha caído del caballo. Y, con ellos, la infantería con que cuentan en las provincias.



El inicio del desencanto comenzó el 28 A en el rompeolas de todas las Españas que es Madrid con el descalabro del frente izquierdo y la frustración del flanco derecho. Pero la marejada fue en aumento y los efectos de la tempestad han acabado llegando a las playas políticas de Almería.



A pesar de que en el mediodía del viernes Teodoro García Egea e Iván Espinosa de los Monteros comunicaban haber alcanzado un principio de acuerdo entre PP y Vox para los futuros gobiernos municipales de Almería, Roquetas, Adra y El Ejido, la realidad, la verdad real, es que ninguno de los alcaldables del PP en esos municipios conocía en el momento en que se hacía pública esa declaración de los dos líderes nacionales en qué consistía ese acuerdo. Y lo desconocían porque, sencillamente, no existía. Porque ni en Almería, ni en El Ejido, ni en Roquetas ni en Adra, PP y Vox han ido más allá de un contacto protocolario en el que ambas partes han mostrado buenas intenciones; como lo han hecho, por otra parte, con Ciudadanos. García Egea ha pretendido dejar contento a Espinosa de los Monteros y, a lo peor, ha acabado por incomodar a los dirigentes que mejor resultado han obtenido para su partido, no solo en Andalucía, sino en toda España.



El PP almeriense está abierto a mantener una buena relación con Vox y con Ciudadanos (y hasta con el PSOE; uno de los motivos del éxito permanente del PP en Almería ha sido y es la centralidad y el pragmatismo de sus comportamientos y su vocación reiterada en alejarse de las extravagancias).



 A lo que no está abierto Gabriel Amat, Ramón Fernandez Pacheco, Paco Góngora o Manuel Cortés es a un acuerdo global que les obligue a presidir gobiernos de coalición con un partido en el que gozan de gran influencia algunos de los que llevan años intentando sentar en el banquillo de los acusados a parte de sus dirigentes (aunque sin éxito; o peor, todo lo contrario, teniendo que pagar las costas) o que, en el arriesgadísimo tema de la inmigración, algunos de quienes lo lideran en Madrid o en el poniente defienden la estrategia de situar al campo almeriense como territorio privilegiado desde el que construir su relato más radical y populista.  



Los alcaldables del PP en esos municipios quieren alcanzar acuerdos con Vox y Ciudadanos, pero ninguno aceptará coaliciones impuestas desde escenarios alejados de la realidad provincial. Almería no puede ser moneda de cambio para contentar a nadie, aunque ese contento no vaya más allá de un párrafo apresurado escrito en el mediodía tardío de un viernes. 



Los concejales de Vox ocuparán en los futuros gobiernos municipales almerienses una posición esteticamente reconocible pero cercana a la irrelevancia en la gestión del día a día en temas importantes. 



También es verdad que algunos de sus dirigentes locales no aspiran a situarse en la primera línea de la toma de decisiones municipales. La patria y la bandera son ideales supremos a los que consagrar todos los esfuerzos. La limpieza, el alumbrado, los servicios sociales, el urbanismo, en fin, todo aquello que hace mejor a las ciudades y más felices a quienes las viven son cuestiones mundanas de menor importancia a las que no hay que prestar mucha atención cuando lo importante es reconquistar para la patria el brillo imperial perdido hace quinientos años.


Viajando a la otra orilla del escenario político, pocos días después de la derrota, la coordinadora provincial de Izquierda Unida presentaba su dimisión. El frustrado acuerdo con Podemos en la capital les dejaba por primera vez en cuarenta años fuera del pleno, una circunstancia que acercaba aún más a la izquierda del PSOE al abismo de la irrelevancia. Los seguidores de Iglesias y Garzón han perdido (dilapidado mejor quizá) la capacidad de influencia que en otro tiempo tuvieron. La presencia de la izquierda extramuros del PSOE no irá más allá de lo testimonial en unos pocos municipios almerienses. 


Desde el éxito de 2015 en las generales con el sevillano elegido a dedo por Iglesias que no conocía Almería, hasta el fracaso del general en el 2016, también elegido a dedo por Iglesias (un comportamiento idéntico al de los Papas nombrando a los cardenales), el recorrido de Podemos, Izquierda Unida, Unidas Podemos y nuevamente Podemos ha estado marcado por un deterioro electoral imparable. Lo que Franco no consiguió en cuarenta años- acabar con el PCE- lo han logrado Garzón e Iglesias en cuatro caminando de victoria en victoria hasta la derrota final que muchos de quienes militan en sus filas ya perciben como irremediable. 


De aquellos concejales que en el 79 cogobernaron esta ciudad a la única representante con la que ahora cuentan han transitado un largo camino salpicado por mas desencanto que éxitos. Si un día fueron decisivos en algunos municipios hoy han quedado reducidos en Almería a los estrechos límites de poco más que un grupo de opinión al que ni el PSOE provincial presta ya atención.


El próximo sábado comienza una nueva etapa en el poder municipal almeriense marcada por la continuidad del bipartidismo imperfecto que llevan construyendo PP y PSOE desde el 79 y en el que los últimos en llegar no han tenido respaldo para disputar la plaza.

Podemos fue la consecuencia organizada de la indignación del 15 M. Vox es el refugio de la nostalgia de aquellos que, como el hidalgo venido a menos de “Bienvenido Mr. Marshal” sueñan por las noches con una España imperial que fue y nunca será. 

La vida va tan aprisa que algunos no son conscientes que el tiempo y la realidad de las cosas simples, que son las que, de verdad, hacen mejor la vida de los españoles les ha alcanzado. Podemos ha tardado cinco años en comenzar as recorrer el camino del ocaso. A Vox le han bastado solo cinco meses. La melancolía y la revolución tienen fecha de caducidad y eso hace que, estando tan lejos, Vox y Podemos estén tan cerca. 



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