Los ratos de ocio de los actores

En 1965 Anthony Quinn se presentó en la Plaza de Toros para ver una humilde novillada

Al lado de una mujer rubia con abrigo de leopardo se puede ver al actor Sean Connery con un gorro oscuro. Enero de 1968.
Al lado de una mujer rubia con abrigo de leopardo se puede ver al actor Sean Connery con un gorro oscuro. Enero de 1968.
Eduardo Pino
07:00 • 10 jun. 2019

De niños escuchábamos las historias que se contaban en radio macuto sobre los actores y las actrices de renombre que habían pasado por Almería a lo largo de los años sesenta. Todos conocíamos a alguien que a su vez conocía a otro que era amigo de un camarero o de algún empleado de hotel que juraba que  había visto con sus propios ojos alguna de aquellas juergas pasadas de rosca que al parecer eran frecuentes en los ratos libres de las estrellas cinematográficas.




La rumorología popular se basaba en cotilleos que se convertían automáticamente en verdades sin necesidad de que fueran contrastadas, porque a todos nos gustaba escuchar como si fueran ciertas esas aventuras de madrugadas frenéticas y de mujeres espectaculares tan  inalcanzables para nosotros.




En mi barrio vivía un empleado del ferrocarril que tenía un amigo que trabajaba en el Hotel Aguadulce de botones. El empleado le había contado a sus más íntimos que había visto desnuda a Brigitte Bardot cuando salía de la bañera. Muchos niños del barrio nos grabamos a fuego en nuestra imaginación aquella escena de la musa francesa sin necesidad de haberla visto, alimentada únicamente con los rumores que nos habían contado. Cerrábamos los ojos y la veíamos a la Bardot montada en el Rolls Royce blanco que conducía un chófer negro de dos metros al que tampoco vimos jamás, pero en nuestra imaginación estaba tan presente como si lo conociéramos de toda la vida.




La rumorología que se formaba en el entorno de los rodajes nos hablaba también de la afición que tenía el actor Peter O´Toole por las botellas de Whisky. El que durante más de cuarenta años fue zapatero remendón en el entorno del ayuntamiento, el recordado Manuel Salinas, contaba que cuando trabajó en el equipo logístico de Lawrence de Arabia una vez tuvieron que coger entre tres al gran actor británico para poder ponerle las botas, después de haber pasado por debajo de una ducha de agua fría.




Cuántas veces escuchamos la otra historia que hablaba de los cigarrillos de la risa que se fumaba Lennon cuando en Almería no sabíamos todavía lo que era un porro.




Tal vez se hubiera podido escribir un libro con todas esas historias medio secretas que nos dejaron los rodajes de cine en Almería. Muchos de nosotros, con el paso del tiempo, nos hicimos más de una vez la pregunta de qué harían los actores y las actrices que venían a rodar en los años sesenta en una ciudad sin vida nocturna, atrasada y pequeña donde era imposible pasar desapercibido.




Algunas fotos nos han dejado grabadas imágenes de actores en sus ratos libres, como aquel reportaje de la revista Life en la que Claudia Cardinale y Henry Fonda se paseaban en coche de caballos por las calles del centro como si fueran a la Feria. También sabemos con certeza que a Anthony  Quinn le gustaban los toros y que en  el año 1965, cuando rodaba ‘Los Centuriones’, en uno de sus ratos libres se fue a ver una  novillada a la Avenida de Vílches  junto al médico almeriense don Domingo Artés.




Otro grande que vino tres veces por Almería, Sean Connery, era un gran apasionado del fútbol, tanto que en un domingo de aburrimiento se mezcló con los aficionados del Almería en las gradas del estadio de la Falange.


El domingo  21 de enero de 1968 aparecieron por las gradas varios actores de la película Shalako. Al frente del grupo aparecía Sean Connery, que era al que todo el mundo conocía por su papel estelar como James Bond.


Connery se presentó en el estadio con un gorro y una gabardina oscura con el cuello subido para no llamar mucho la atención, pero no lo consiguió. Al  lado llevaba a su mujer, la actriz Diane Cilento, que con su espléndida melena rubia, un espectacular abrigo de leopardo y quince centímetros de tacón, no pasó desapercibida a la mirada de los sorprendidos aficionados del Almería, que no estaban acostumbrados a ver muchas mujeres en las gradas del estadio, y menos aún con ese físico.


Una de las anécdotas de la tarde fue cuando Sean Connery le compró al vendedor de frutos secos todo lo que llevaba en la cesta de mimbre y repartió las bolsas de ‘almendras garrapiñadas, cacahué y pipas’ entre los aficionados.


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