La cruzada contra el polvo medieval

Los trabajos de los arqueólogos en la calle Almanzor han dejado una montaña de tierra

Los vecinos de la calle Almanzor se han encontrado con un problema que no esperaban.
Los vecinos de la calle Almanzor se han encontrado con un problema que no esperaban.
Eduardo Pino
07:00 • 23 jun. 2019

La reforma de la calle principal de acceso a la Alcazaba camina con paso lento, siguiendo ese conducto reglamentario que suele estancarse con frecuencia en el limbo de los despachos de la burocracia. 



En abril comenzó el derribo de las viviendas de la calle Almanzor, un derribo parcial, incompleto, ya que se dejó fuera el principal obstáculo que contaminaba el entorno: un piso de cuatro plantas obsoleto y deteriorado que ocasiona un tremendo impacto visual. Tras el derribo de las viviendas se inició la segunda fase del proyecto y los arqueólogos rastrearon el suelo buscando las huellas de la historia.



La reforma se encuentra en estos momentos en un compás de espera mientras se analizan los informes de los expertos y se elabora un proyecto definitivo que convierta la calle en una avenida a la altura de la importancia que tiene, al tratarse de una de las vías que más visitantes recibe a lo largo del año, casi todo el turismo que sube a la Alcazaba desde el centro de la ciudad.



Mientras los técnicos y los políticos toman soluciones sobre el futuro de la calle, los vecinos han empezado a sufrir las consecuencias de la obra. Aguantaron sin alzar la voz los derribos de las viviendas esperando la mejora de la calle, y ahora se encuentran con la pesadilla de una montaña de tierra y escombro que a nadie se le ha ocurrido quitar de en medio. Los días en los que sopla el viento de levante se forman grandes remolinos de polvo y tierra que se cuelan dentro de las viviendas y obliga a sus inquilinos a tener que vivir con las puertas y las ventanas cerradas para poder respirar. Ya tuvieron que encerrarse cuando en los inicios de la excavación, cuando se estaban sacando a la luz dos pequeñas cuevas entre las rocas, apareció una plaga de pulgas que hizo retroceder a los arqueólogos y a los obreros que estaban trabajando.



En esta batalla contra el polvo medieval de la excavación hay quien ha optado por echar mano de la manguera y del cubo de agua para aliviar el problema. Son los propios vecinos los que con la escobas en la mano se encargan de impedir que la tierra los inunde a diario, y son los propios vecinos los que han hecho frente común para presentar una hoja de reclamación en las oficinas municipales denunciando “el aire insalubre, el polvo y los ratones de la calle Almanzor”. 



El pasado viernes se inscribieron varias denuncias en el registro, en las que se podía leer: “Los vecinos estamos padeciendo las consecuencias del mal acondicionamiento del solar de la calle Almanzor, afectados por problemas respiratorios, conjuntivitis, alergias, etc.”



El ayuntamiento ha colocado una malla metálica que impide el acceso al solar de la excavación, pero que no sirve para frenar los continuos ataques del polvo que en remolinos vuela a sus anchas por el entorno de la puerta de la Alcazaba.




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