Nadie en el Tercio sabía quién era aquel escritor

Este es un pequeño homenaje a don Fidel Prado Duque, padre de la canción El Novio de la Muerte

Fidel Prado Duque, un legionario olvidado y sin medallas.
Fidel Prado Duque, un legionario olvidado y sin medallas. La Voz
Miguel González Molina
07:00 • 29 jul. 2019

En un lugar de cuyo nombre sí quiero acordarme, el cementerio Sacramental de Santa María, situado en la calle Comuneros de Castilla del madrileño barrio de Carabanchel, yacen sus restos desde el 17 de agosto de 1970. Su cuerpo está enterrado pero su espíritu resuena casi todos los días en algún lugar del mundo, en forma de canción, cantado con pasión y escarbando, casi siempre,  en lo más profundo de nuestros corazones. Participa, casi desde su creación, en todas las misiones de La Legión, dentro y fuera de nuestras fronteras.




Estaba hojeando una vieja novela de bolsillo del oeste en un pequeño banco de piedra de aquel cementerio. Era un veterano legionario que, con el corazón al desnudo, parecía emocionarse leyendo  uno de estos relatos de los años cincuenta, de “a duro”. Me senté junto a él. El legionario, un cabo, tenía el pecho plagado de medallas que lucía con orgullo; nadie se las había regalado y cada una de ellas tenía una misteriosa historia, según supe más tarde. “Mucho de lo que soy se lo debo a Fidel”, me dijo captando aún más mi atención. Yo no sabía de qué hablaba, pero sí tenía la sensación de que aquella conversación podía resultar muy interesante.




-¿Y quién es Fidel?, le pregunté.
- Está enterrado justo aquí enfrente.
-Ya, ya y….
-Desde que dejé la Legión, cada 17 de agosto, vengo a verle y leo en este banco alguna novela suya. Es mi pequeño homenaje a un legionario olvidado, sin medallas, Fidel Prado Duque.  
-¡Claro! -respondí sin saber muy bien por qué mientras comprobaba en el calendario de mi móvil la fecha.




Tras aquella conversación, me acerqué hasta la tumba del homenajeado en la que únicamente figuraban, además de su nombre y la fecha de su fallecimiento, una sencilla palabra: escritor. De hecho, Fidel fue un “albañil” de la pluma,  uno de los grandes pioneros de la novela popular en España,  más de 1.300 novelas de bolsillo, muchas de ellas del oeste, así lo demuestran. Un columnista en el desaparecido Heraldo de Madrid, guionista de historietas y de programas radiofónicos y un destacado escritor de letras de cuplé en sus primeras andaduras profesionales. Nació en Madrid en 1891 y falleció a los 79 años en la misma ciudad.




En aquellos días de julio de 1921 Fidel trabajaba todavía en el Heraldo de Madrid, actividad que compaginaba con la escritura de cuplés. España acababa de sufrir una terrible derrota militar ante los rifeños liderados por Abd el-Krim en los alredores de la localidad marroquí de Annual, lo que popularmente conocemos como el “desastre de Annual”. En este clima de pesimismo se hacía imprescindible levantar la moral de la tropa. Casualmente, llegó hasta los oídos del escritor  la historia del legionario Baltasar Queija Vega, primer muerto de la Legión en combate (llamada en aquel momento Tercio de Extranjeros), que había fallecido unos meses antes, el 7 de enero de ese mismo año. Cuando sus compañeros encontraron su cadáver, en los bolsillos de su camisa había una poética carta de amor dirigida a su difunta amada. En la misma expresaba, en forma de verso, su deseo de reunirse con ella.




El escritor quedó impresionado por la historia de amor del legionario muerto y encontró en ella un argumento para uno de sus cuplés: “El novio de la muerte”, pasando, sin saberlo todavía, a formar parte la historia misma de la Legión. Con la maravillosa voz de Lola Montes,  la primera vez que se cantó  fue en julio de 1921, en la calle Luchana de Madrid,  donde estaba el estudio del maestro Modesto Romero (autor de “La canción del legionario”). Días después, la primera actuación pública se celebró en el abarrotado teatro malagueño Vital Aza, que la aplaudió emocionadamente.




La mágica coincidencia de distintos acontecimientos como el “desastre de Annual”, la historia de amor del legionario Queija y el espíritu creativo de un talentoso escritor,  que tuvo un decisivo y casual encuentro en la calle Montera de Madrid con la popular cupletista Lola Montes (cuyo verdadero nombre era Mercedes Fernández González), y que quedó tan entusiasmada con la letra que inmediatamente la incluyó en su repertorio. Todos estos hechos produjeron la  fórmula mágica cuya combinación produjo el éxito inmediato de la canción.

La historia



Lo que hace grande a “El novio de la muerte, en palabras del nieto del autor, Ernesto Prado Díez, es “que cuenta una historia, de una persona anónima, pero en la que todosnos podemos sentir idenfificados. Es, además, el primer aviso de lo que sería la carrera de mi abuelo, cargada de valientes luchando apasionadamente en un mundo lleno de hostilidades y de amores complicados. No se trata pues de una letra abstracta, llena de frases bonitas pero difíciles de dar forma real como sucede con algunos himnos militares. Es una letra llena de corazón y sentimiento”.  Por su parte, Fernando Pozueta, nieto de Lola Montes, recuerda  que  “para mi abuela fue uno de sus mayores éxitos profesionales y una gratísima sorpresa al formar parte ella para siempre de la historia de la Legión. Siempre lo tuvo presente”.


Aquel 17 de agosto regresé de nuevo al cementerio esperando encontrarlo, y allí estaba, leyendo. En seguida me reconoció. Sobre su uniforme, en su pecho, pude leer su nombre: cabo  Queija.


-¿Sabe usted cúal es la diferencia entre el dinero y la gloria?- me preguntó.
Le interrogué con la mirada, esperando una aclaración, sin atreverme a anticipar una respuesta.
- Que la gloria se la lleva uno a la tumba, aunque no todos la ven-concluyó mientras depositaba un ramo de flores al pie de la tumba de Fidel Prado Duque.


Ficción y realidad se hacen inseparables en ocasiones especiales y es entonces cuando se forman las leyendas. Y las leyendas son inmortales, como la Legión.


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