Fue acabar la homilía, oficiada por el padre Juan José Alarcón en memoria de Fausto Romero, para que se produjera ese detalle que marca una vida, el final de una vida: sus dos hijos, Cristina y Fausto, se acercaron a la vez al féretro donde reposaba el cuerpo del abogado, al que acababan de derramarle el agua bendita con el hisopo, y los dos a una estamparon un beso llevándose el índice y el corazón a los labios.
Fue un beso tierno, el último beso de unos hijos a su padre muerto. Allí estaba la semilla de Fausto, de pie, en medio de la iglesia del tanatorio, y a su lado los restos de su padre dentro del ataúd de madera, coronados por la bandera de Almería, su Almería, la Almería de Fausto.
Y allí estaban también todos sus incondicionales, familiares y amigos, en la Cuesta de los Callejones, en una tarde húmeda de agosto, asistiendo a ese instante postrero de duelo íntimo de unos hijos con su padre muerto.
Lo dijo el sacerdote durante la liturgia: “Fausto se va, pero su obra queda”. Y no añadió, pero seguro que lo pensó, que queda también esa capacidad de transmitir que tenía Fausto, de aportar ideas, de buscar consensos. Y lo rubricó su amigo, el también sacerdote Jesús Peregrín que da nombre a una entrañable fundación.
El anciano sacerdote sacó el papel del bolsillo de su hábito y lo leyó en el atril y le dijo al Fausto muerto: “has hecho mucho bien, eres mi amigo, y seguirás siéndolo”. Por la sala nueve del Tanatorio de Almería fueron desfilando, a lo largo de todo el día, representantes de todos los sectores de la sociedad almeriense para despedir a un prolífico personaje -abogado, escritor, político, profesor, aficionado al cine, a la fotografía a la pintura- que ha ido dejando poso por donde ha pasado.
Acudieron al Tanatorio amigos como el abogado José Arturo Pérez, el asesor financiero Paco Gómez-Angulo, la actriz Eva Almaya, hija de su entrañable amiga Mar Agüero. También acudieron al velatorio el torero Ruiz Manuel, el futbolista Corona, Diego Martínez Cano, presidente de la Cámara, Andrés García Lorca y su hija la concejal María del Mar García, el alcalde de Roquetas, Gabriel Amat, el diputado Juan José Matarí, el arquitecto Antonio Góngora, el ingeniero Francisco Escámez y el presidente de la Plaza de Toros, Benjamín Hernández, entre muchos otros acompañantes.
Más personas de la provincia que quisieron darle el último adiós a Fausto Romero fueron el juez Luis Columna, el teniente Fiscal Fernando Brea, el catedrático de derecho Iñigo del Guayo y la catedrática Juana Pulgar. Otros amigos que no quisieron faltar fueron el periodista Antonio Felipe Rubio, la subdirectora de La Voz, Antonia S. Villanueva y el editor del periódico donde Fausto venía publicando artículos desde 1987, José Luis Martínez y la escritora, María Jesús Orbegozo, quien fue compañera de estudios de Fausto en el curso Preuniversitario, en el CEU San Pablo de Madrid.
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