Con una gran tristeza he recibido esta mañana la noticia de tu muerte. No he podido evitar las lágrimas. Esas lágrimas eran por aquel niño guapo, moreno, travieso, cariñoso, simpático... que conocí en nuestro Colegio Nuestra Sra. de Fátima de Berja. El Colegio de D. Diego y del cual teníamos los dos tan grato recuerdo.
Junto a ese recuerdo, ya tan lejano, siento el de Fausto adulto, el que alegraba mis domingos en este periódico. Siempre buscaba primero tu artículo, que tantas veces me hizo sonreír.
Después llegó la fatal noticia de tu enfermedad. ¿Sabes?, desde aquel día todas las noches he rezado por ti, de todo corazón. Has luchado con valentía, con esperanza... pero en tu último artículo te despedías con un hasta luego o por si acaso tus cenizas caminaban entre Berja y Macael. Por allí andará tu espíritu, cerca de tu amado Mediterráneo, la Virgen del Mar y el recuerdo de tus dos queridísimos nietos "felizotes y risotones".
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