Multitudinaria despedida en Los Ángeles de Paco Sáez

Lágrimas y emoción en el adiós de un párroco que ha dejado huella en el barrio

La parroquia de Los Ángeles, abarrotada en la misa de ayer.
La parroquia de Los Ángeles, abarrotada en la misa de ayer.
Álvaro Hernández
13:44 • 01 sept. 2019

Para ser de un lugar no hace falta haber nacido en él. Ni siquiera, como reza el refrán, es necesario pacer en esas tierras. En realidad, solo se requiere sentirse de allí y, sobre todo, que los demás te sientan de allí.



Y precisamente eso es lo que quedó patente en la tarde del pasado sábado en Los Ángeles, donde toda una comunidad celebró que Paco Sáez es de allí, del barrio



Se celebró con tristeza, eso sí: don Francisco oficiaba su última misa en el barrio de Los Ángeles cómo párroco y en el barrio se notaba.



Nombramiento



Tras la última ronda de nombramientos firmados por el obispo, Adolfo González, los feligreses de Los Ángeles se duelen de una sensible pérdida que aún parece sorprendente a la par que difícil de comprender: una de las almas con más vida del barrio deja la parroquia para hacerse cargo de las de los municipios de Viator y Rioja.



Y el sábado llegaba el momento del adiós oficial a la parroquia a la que llegó hace ocho años desde El Ejido.



A la puerta, más afluencia de la normal de parroquianos ataviados como en el mejor de sus domingos. Tras ella, bancos y bancos abarrotados. Y bajo la atenta mirada de María Santísima de Los Ángeles, toda una cuadrilla de espartanos allí presente dispuesta para despedir con honores a su cura. Porque Paco, además de ser de Los Ángeles, es un cura espartano.






La algarabía del interior del templo no era, desde luego, la de un sábado normal. Pero es que no era un sábado normal.

 

Hasta luego

“Es difícil despedirse, es difícil irse”, reconocía el propio don Francisco Sáez, que llegó con la intención de que la del sábado fuera una misa más y, sin embargo, se encontró con el ambiente de los días grandes y un amplio abanico de palabras de cariño y obsequios para un ‘hasta luego’ en el que participaron grupos parroquiales como los scouts, la hermandad,  catequistas, Cáritas, el grupo de liturgia...


“Cuando uno se hace sacerdote, le da un cheque en blanco al Señor”, recordaba el propio Sáez en sus últimas palabras en el ambón de la parroquia. Pero, claro, es humano y confesaba que “donde nos toca despedirnos, se nos quiebra el corazón”


Sin embargo, al igual que Sáez estará siempre en Los Ángeles, donde ha dejado una huella imborrable, el barrio estará siempre en él. “No me puedo olvidar nunca de Los Ángeles, porque ya forma parte de mi vida y de la de mi familia”, explicó.


Él sonrió, al ver a su parroquia cogida de las manos para cantar el Padrenuestro. Qué mejor fruto de su servicio en el barrio. Pero además de sonrisas también hubo lágrimas, claro. Porque pocas despedidas son alegres. Y el sábado también María Santísima de Los Ángeles lloraba por algo más: porque su hijo Paco, que es del barrio, se despidió.


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