Lleva viviendo campañas electorales desde el año 1982, primero con Alianza Popular y después con el PP. Ha sido concejal en la oposición, presidente de la Diputación Provincial, alcalde de Almería, parlamentario andaluz, senador y solo le ha faltado el Congreso de los Diputados para hacer el pleno en todas las cámaras posibles. Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, descendiente de políticos, se define como “liberal, demócrata, republicano y de derechas”, a lo que le puedo sumar que es del Atlético de Madrid y del Almería. Vive en su madurez política y personal, y esta puede ser su última campaña en activo.
En estos tiempos de redes sociales y youtube, Rodríguez-Comendador es un clásico y defiende “el recorrer las calles, el beso y el abrazo” quizá “por la deformación profesional de la Alcaldía” y eso sí, reconoce que lo que ya no tira son esos macromítines con más de 1.000 personas. Antes al menos la gente iba de motu proprio, pero es cierto que cada vez cuesta más llenarlos, además de que “lo único que da son titulares y mover a los tuyos, no gana votos”.
Tiene claro que el PP va a mejorar sus resultados electorales porque en los anteriores comicios se presentaron “en el peor momento de los últimos 20 años” pero ahora “el mensaje se ha reformado y habrá mucho voto útil”. Fue un “batacazo”, lo reconoce, pero él es de los convencidos de que “de los fracasos se aprende más que da las victorias” porque cuando se pasa por la oposición se consigue “un rearme ideológico” también necesario. Siempre lo dijo cuando estuvo en el sillón de la Alcaldía y muchos de sus acompañantes nunca habían pasado por la oposición. De hecho considera que uno de los principales problemas de la política actual es que muchos “salen directamente de su casa a un despacho a gestionar” por lo que no conocen la realidad en su conjunto.
Desde que dejó el Ayuntamiento a finales de 2015, y más aún desde que no consiguió sitio en el Senado el 28 de abril, su vida se ha ido relajando. Reconoce que en su cortijo es “feliz” cuidando de sus olivos, sus almendros, sus árboles frutales y de su perro. Y es que tiene claro que, a pesar de que hay momentos que echa de menos de ser alcalde o presidente de Diputación, lleva bien eso de que no suene su teléfono y “no volvería”.
Ahora tiene tiempo para su familia que “son los que más han sufrido por la política y por ello jamás he hablado de la familia de ninguno de mis rivales”. También lo tiene para pasear mientras escucha tangos o charla con algún amigo de esos que estuvieron antes, durante y después de ocupar puestos de relevancia.
Cuando le preguntas si es posible tener amigos en política, reconoce que “es difícil” pero que alguno siempre queda. Y es que los roces son inevitables. El último lo tuvo con Rafael Hernando por el puesto de cabeza de lista al Senado el 28A, pero dice que ya han hecho las paces porque “el rencor no tiene sitio en mi vocabulario”.
‘Herederos’
Sobre los que no tengo clara la relación es con esos ‘hijos políticos’ que le han ido saliendo en su dilatada carrera. Sobre ellos explica que siempre los ha dejado “volar solos” y que solamente cuando le han pedido consejo ha estado ahí, mientras tanto “hay que respetar que ellos decidan, que acierten y que se equivoquen”, nunca se aprende en la cabeza de otro, que siempre me dice mi padre.
Quizá tiene claro que a él no le ha gustado nunca que nadie le diga lo que tiene que hacer. Tiene mucho carácter y algún grito que otro se escuchaba en el despacho de Alcaldía en sus tiempos, pero si de algo se jacta es que sabía pegar un golpe en la mesa cuando tocaba y dialogar cuando era el momento. Defiende que hay que negociar porque “nunca se tiene la razón al 100%” y que “una negociación es positiva cuando ninguna de las partes ve sus expectativas satisfechas totalmente”.
Míticas son las negociaciones de los ocho años de pacto de gobierno con Gial y con Juan Megino. “Había gente que decía que había claudicado ante Megino, pero lo que no sabían era lo que él había pedido al principio. Él consiguió lo que quería, que era ser presidente de los Juegos Mediterráneos, pero yo era el alcalde y eso siempre está ahí”.
Preguntado por su relación con sus rivales políticos reconoce que con quien tuvo “muchos debates y mucha mala leche fue con Martín Soler, y ahora tenemos buena relación personal; igual que la tengo con Nono Amate o Juan Carlos Pérez Navas; Diego Cervantes o Rafael Esteban...” Con Miguel Cazorla no guarda esa buena relación, también es fácil de entender por el capítulo final de su trayectoria.
Pero si hay un rival político al que tuvo y tiene cariño es a Santiago Martínez Cabrejas, hasta al nombrarlo en esta charla se vuelve a emocionar, y es que organizar su último adiós no le fue nada fácil.
Más allá de las fronteras de la provincia echa un vistazo a los líderes políticos al que se ha sentido más cercano. Comienza por su partido asegurando que espera que a Mariano Rajoy se le valore como debe con el tiempo, de él estuvo muy cerca; con Aznar tuvo relación pero “era otro estilo”; y de Manuel Fraga reconoce si apuesta por unir al centroderecha. Cree que Mª Dolores de Cospedal es una mujer a la que la ha tratado muy mal la política y pone a Ana Pastor como un ejemplo a seguir. En las filas socialistas, es seguidor de Alfonso Guerra que “siempre supo estar en su sitio, donde le tocaba”.
Luis Rogelio Rodríguez-Comendador viene de vuelta pero mientras llega a la meta sigue disfrutando el viaje.
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