Los años dorados de El Chaparral

Eduardo de Vicente
07:00 • 23 dic. 2019

Fueron unos amigos los que le hablaron de un pueblo playero, escondido en la esquina del mapa, un brillante por pulir que estaba esperando iniciativas ingeniosas para integrarse en la ola del turismo que estaba transformando tantos rincones del Mediterráneo. Fueron sus amigos los que le dijeron a Francisco Tejada, un artesano de la piel que se ganaba la vida en el pueblo granadino de Purullena, que Roquetas de Mar era una tierra virgen para todo el que fuera con un buen proyecto.



Corría el año 1974 y Roquetas empezaba a transformarse paso a paso, comenzaba a dejar de ser un poblado pesquero para abrazarse al turismo poniendo en marcha una gran urbanización frente al mar. No tardaron en llegar los bloques de apartamentos y el primer hotel moderno de verdad, el ‘Meliá’ de Aguadulce.



Roquetas apostaba fuerte y su apuesta fue refrendada institucionalmente cuando en enero de 1967 el Consejo de Ministros declaró la localidad como centro de interés turístico nacional. A partir de entonces comenzamos a ver en los periódicos y en las revistas un anuncio que formó parte de nuestras vidas durante unos años. Casi todos los que vivimos aquel tiempo recordamos la imagen de aquel turista vestido con traje de baño antiguo y sombrero de paja que jugaba con una pelota de plástico en la playa con una frase debajo que decía. “Loco por bañarse en Almería”. Fue la publicidad que utilizó la inmobiliaria Roquetas de Mar para empezar a vender parcelas y apartamentos. 



La aparición de la Urbanización de Roquetas, unida a la eclosión de Aguadulce como zona preferente de veraneo, trajo de la mano aquellas primeras oleadas del llamado turismo de calidad que venía de Europa buscando el sol, la tranquilidad, la buena mesa y el ambiente festivo de aquellos años. 



Un maestro del cuero como Francisco Tejada tenía muchas posibilidades de triunfar en ese universo recién estrenado que estaba empezando a dar sus primeros pasos en el poniente almeriense. En 1975 puso su primer negocio de venta de cuero que bautizó con el nombre de ‘Leather Factory’. Vendía bolsos, las botas de cuero que estaban de moda en aquel tiempo, chaquetas, cinturones, sandalias. 



Eran días de ilusiones y descubrimientos. Se vivía el primer despegue del pueblo gracias a la llegada de lo que entonces se llamó ‘turismo de calidad’, formado por viajeros de Europa cargados de elegancia y glamour.  Fueron tiempos de auge. La artesanía triunfaba en ese ambiente de la Urbanización donde se mezclaban los aires jipis propios de los años setenta con un turismo de elevado poder adquisitivo que venía en busca de los eternos veranos de este rincón de la costa. A comienzos de los años ochenta el negocio de Tejada llegó a contar con cinco empleados y su actividad no se limitaba únicamente a la tienda; también organizaba desfiles de moda relacionados con las prendas de cuero en aquellas interminables madrugadas de la discoteca Crisis.



En pleno auge del establecimiento, el dueño tuvo la brillante idea de traer una máquina para estampar camisetas, que puso en marcha con dos empleados dedicados exclusivamente a esta tarea. El éxito fue tan grande que se llegaban a formar colas delante de la tienda. El espíritu emprendedor de Tejada lo llevó a buscar nuevos caminos para hacer negocio. Junto con otros socios fue el promotor del famoso ‘Roquetren’, copiando la idea de un tren turístico que estaba funcionando  a toda máquina en la localidad turística de Calella, en Barcelona. Compraron dos trenes cerca de Venecia y se los trajeron a Roquetas. 



Por aquellos años el negocio de cueros ya era conocido como ‘El Chaparral’, el mismo nombre que tenía el bar que regentaba su cuñado. De aquel tiempo, Francisco Tejada recuerda con cariño el ambiente del pueblo y una anécdota curiosa que le ocurrió cuando un cliente entró en su tienda y se llevó sin pagar un cinturón sin que nadie se diera cuenta. Veinte años después, esa misma persona regresó con el dinero en la mano para saldar aquella deuda lejana que llevaba pendiente en su conciencia.


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