Es una de las caras más conocidas de la sociedad almeriense del último medio siglo. En eso tienen mucho que ver sus 40 años de notario, fuera y dentro de Almería, su vinculación con causas como la Asociación contra el Cáncer y la presidencia del Círculo Mercantil, además de su carácter sociable y empático.
Se crió en la Plaza Santa Rita. Como notario pasó por Huelva, Serón, Níjar, Madrid hasta volver a recalar en Almería, su estación de partida y termini. Educadísimo, atento, afable y con un punto bromista, luce 78 envidiables años. “Un poco de todo y un mucho de nada”, es su fórmula magistral. Y, a la vista está, funciona.
Tiene una perspectiva de Almería privilegiada por su profesión y su vinculación social con muchas causas. ¿Cómo has visto cambiar Almería en estos tiempos?
La he visto cambiar bastante. En algunas cosas bien, y en otras seguimos con carencias. Aunque me considere muy almeriense, que lo soy, también veo los defectos que tenemos.
¿Qué defectos son los nuestros?
El principal, la indolencia. Y entono el mea culpa, porque tengo un poco de indolencia como consecuencia de mi almeriensismo. Y luego somos poco cuidadosos. Un señor que va fumando, que tira el cigarro en la acera.... Esos son defectos.
¿No cuidamos nuestra ciudad?
No, no, y también me incluyo. Yo me acuerdo una vez en el extranjero, en un aeropuerto, tenía un papelillo y lo tiré al suelo, y se acercó un señor y me dijo: “que ha tirado un papel”, y eso se me quedó grabado. Yo tendría 30 años y ya soy mucho más cuidadoso. Soy reciclador riguroso.
¿Ha vivido siempre aquí?
Yo viví en Almería hasta que me fui a estudiar a Granada. Cuando terminé la carrera, me fui a Valencia a empezar a preparar oposiciones a notaría en una academia muy famosa donde estuve cuatro años. Me volví a Almería y terminé mi preparación con un registrador de la propiedad, Manuel González Meneses-Robles. Los veranos los pasábamos en Albanchez. Conocía a mi mujer de toda la vida, ella empezando a estudiar Farmacia con 17 años. Yo ya tenía 21 y nos hicimos novios, y cuando terminé las oposiciones con 30 años, nos casamos a los 15 días. Ella ya había puesto la farmacia en Piedras Redondas, y ahí sigue, inasequible al desaliento, ayudada por mi hija, que también es farmacéutica.
Lo de hacer notaría, ¿le vino por tradición familiar?
No, no. Mis padres eran maestros nacionales que se llamaban entonces. Luego mi padre hizo Derecho y por eso yo me incliné por el Derecho. Y en cierta ocasión, estando en Valencia, conocí a un señor que era notario, y me llevó a una casa suya en la playa. Me gustó tanto la casa que dije, si este señor tiene esta casa a lo mejor cuando sea mayor puedo tener una casa igual y por ahí me vino (risas). Y también me gustaba la independencia, el hecho de no tener jefe te da autonomía.
¿Tener esta profesión es ponerse una medalla de pedigrí?
No, ser notario es tener muchos codos, voluntad y aguante. Hay que tener un mínimo, pero el mínimo lo tiene el 90 por ciento de la población. No nos llamemos a engaños, es cuestión de hincar los codos, tener paciencia, no tener prisa y estudiar entre ocho y diez horas, según que sea uno más o menos torpe.
¿Está un poco mitificada?
No, no está mitificada porque el notario tiene la ventaja de que está en contacto permanente con la gente y eso te añade una riqueza en el sentido ético de la palabra. A mí me gusta mucho el contacto con la gente. Estar sentado en un despacho estudiando cosas importantísimas o en un laboratorio investigando para el cancer, no me hubiera encontrado, pero el trato diario con la gente me gustaba y me sigue gustando.
¿Qué cosa recuerda en la notaría que le haya marcado especialmente?
Tenía una anécdota, pero ¿te quieres creer que se me ha olvidado?
¿Buena o mala?
Era buena, era buena. Y también esta mañana lo he estado comentando, no sé si fue al salir de la notaría, iba yo trajeado y me encontré un señor y me dijo, “don Francisco, va usted implacable” (risas). Le contesté sin pensarlo bien, que si lo hubiera pensado no se lo hubiera dicho, le digo “es que me he levantado con mala leche” (risas).
¿Ha disfrutado mucho en la notaría?
Pues sí, sí, porque me sentía jugando en mi campo, en el buen sentido de la frase. Y la gente siempre ha sido respetuosa. Yo siempre he dado confianza a la gente y todavía hay gente que me llama, “mira, que quiero hacer esto”, y le digo, “si a mí ya se me ha olvidado todo”… que no es verdad, porque no se sabido tanto (risas).
Ha vivido como notario los años del boom del ladrillo. ¿Ha visto situaciones que chocaban?
No, no. Cuando se acercaba la eclosión de la burbuja, ya vi que los bancos daban con demasiada ligereza los préstamos y alguno que decía, además de la casa, se puede usted comprar un coche y cambiar el mobiliario. Pero en eso tenemos la culpa todos. No valen excusas, no podemos decir que el culpable es el que hacía las casas, o el banco, o el que iba a pedir un préstamo. Todos hemos sido partícipes y todos tendríamos que rasgarnos las vestiduras. Pero bueno, las cosas han venido a su ser y eso que me cogió a mí como notario ejerciente en Almería.
¿Ninguno de sus hijos ha seguido sus pasos?
No, han salido a la madre. Tengo la hija mayor, que es arquitecto. Mi hijo segundo es farmacéutico, que tiene la farmacia en la calle Pedro Jover, al lado del Hospital Provincial, y mi hija Cristina, que está con Rosa en Piedras Redondas, un barrio merecedor de un poquito más de cuidado. Pero eso es otro capítulo, que ahora que me he dejado la asociación no sé si voy a emprender alguna cosa.
¿Quiere hacer algo en Piedras Redondas?
Me gustaría, me gustaría, por que renazca un poco el barrio, está muy rodeado de basuras, se ha quedado un poco como marginal geográficamente y urbanísticamente también.
¿Y socialmente?
Mi mujer puso la farmacia allí porque cerraron las minas de Rodalquilar y la mayor parte de la gente que vivía en Rodalquilar se vino a Piedras Redondas, porque era como un pueblo, una gente estupenda. Mi mujer estaba encantada de estar ahí porque se sentía realizada, pero es un barrio que ha ido un poquito a menos.
¿Y qué le gustaría emprender allí?
Algo por que renaciera el barrio. No en plan asociativo. Ya he estado por allí haciendo unas cuantas fotos de la acumulación de basura que hay. Una vez llevé al alcalde a que viera, pero las cosas en palacio van despacio.
Acaba de dejar la presidencia de la Asociación contra el Cáncer. Han sido 15 años. ¿Qué impronta cree que ha dejado?
Me siento orgulloso de haber estado trabajando en la asociación porque ayudar a personas que están en una especial situación de necesidad me enorgullece. Siento decirlo así, pero es la verdad. Y, luego, es que he contado con una comisión provincial magnífica, de personas de categoría personal, también profesional. Y los trabajadores de la casa, el médico, las psicólogas, son una gente con una sensibilidad a flor de piel y muy entregadas, dignas de admiración.
Cuando usted empezó cáncer era sinónimo de algo horrible, ni se mencionaba. Hoy la esperanza de vida en general es mayor. ¿Es una causa que puede ser ganada, o casi ganada?
Estamos en ello, o están en ello. Esta mañana mismo estaba comentando con unos amigos una noticia, que se ha descubierto el genoma del cancer. Se hacen pequeños descubrimientos. El padecimiento hoy día es mucho más liviano, entre comillas, que hace 20 años o 40 años. Y luego la prevención es fundamental. Los hábitos de vida saludable, y qué mejor sitio que Almería para llevarlos a cabo, el ejercicio físico, y qué mejor sitio que Almería… Si es que estamos en un sitio… yo creo que somos un poco pacatos en eso. Cuando veo una persona fumando, como tenga un poquillo de confianza, le digo no me gusta.
¿Cuánto contribuye una vida saludable a prevenir enfermedades como el cancer?
Es importante. Creo que el cáncer, dejando aparte la cuestión genética, es por lo que comemos, por lo que respiramos y por cómo vivimos. Si hay que comer un filete, lo comemos, pero luego hay que ir al tomate, al verde. Ejercicio físico hay que hacer. Yo he sido jugador de tenis, ando mucho, voy a pilates un par de veces a la semana y comer como lo necesario, como para vivir y no vivo para comer. Y me gustan las cosas buenas. No conozco a nadie que le gusten las cosas malas. Ya he decidido no preocuparme por nada, excepto por la salud de mi familia, mía, de mis amigos y de todo el mundo en general. Esa mi fundamentalísima preocupación.
Sigue en la presidencia del Círculo.
Llevo 25 años, pero no hay manera de que se presente nadie.
¿Qué representa el Círculo para Almería y para la sociedad almeriense?
Representa la voluntad de una serie de almerienses comerciantes, industriales y profesionales que decidieron hacer una entidad donde poder reunirse y realizar actos de tipo cultural, de ocio. Y como consecuencia de ello también nació el Cervantes, que hay que decir que está vivo, está revivido, y eso sí me produce una especial satisfacción, porque esto debe ser de la sociedad civil almeriense. Yo cuando lo cogí esto tenía una deuda de 90 millones de pesetas, que no sé cómo pero la pagamos, más 150 millones que costó la remodelación de toda la fachada del Cervantes y parte del Círculo. Me acuerdo que las escaleras de la fachada sur estaban completamente rotas. Se remozó totalmente, nos gastamos un pastizal.
Cuando dice que el Cervantes y el Círculo deben ser patrimonio de la sociedad civil almeriense ¿se refiere a que lo asuma alguna institución pública?
Bueno, en tiempos de Megino hubo algún contacto. Pero no me acuerdo por qué circunstancia no cuajó. Yo pensé que si nosotros no tenemos necesidad de vender, pues no nos apetece vender. Hablé incluso con Luis Rogelio de una cesión de larga duración, de 100 o ó 120 años, a cambio de una restauración integral del edificio. Ahora se le están haciendo cosas entre los socios del Círculo y Curro Verdegay y la verdad es que se ha notado mucho en los últimos años. Y lo que más alegría me da es que está revivido. Ayer vinieron unos niños del Colegio Clara Campoamor y quedaron encantados. A mí me dio alegría ver tanta chiquillería.
¿Qué sentido tiene a día de hoy el Círculo como entidad que nació para una serie de profesionales?
La actividad que tenemos es fundamentalmente de ocio, y con algún intento de revitalizar una tradición que ha sido importante en el Círculo Mercantil, que es el ajedrez. Hay dos grupos de niños, porque creo que es un buen ejercicio mental y quiero tratar de revitalizar. Estoy pendiente también de atraer a gente joven.
¿Una renovación generacional?
Sí, sí, efectivamente, inyectar savia nueva, que esto tenga continuidad. Últimamente se está notando una cierta incorporación, pero eso quiero incrementarlo y estoy decidido a hacerlo.
¿El Círculo como entidad se puede considerar elitista?
En absoluto, radicalmente no. Las familias de una situación económica más pudiente tenían un centro, que era el Casino.
En ese revivir del teatro Cervantes llega un empresario joven, Curro Verdegay, y hace una propuesta. ¿Qué vieron para decidir confiarle la gestión?
Creo que fue un pálpito, acompañado de un golpe de suerte, y una confianza que hemos visto bastante correspondida. Porque así como el alquiler del pub nos ha dado un respiro económico el Cervantes nos ha dado otro tipo de respiro, de ver que está efectivamente haciendo muchas cosas. Es un sitio emblemático, la yema de Almería.
¿Cómo le gustaría ver la ciudad de Almería en diez años?
Con el AVE, sin problemas de agua, y un poquito más limpia. Cuando se constituyó la sociedad Almería Alta Velocidad fui yo al entonces Gobierno civil, y como me gusta gastar bromas, les dije “bueno, señores, como se llama AVE, nos corre mucha prisa, a ver si viene volando”. Y en esas estamos (risas), en el aire. La verdad es que hace mucha falta y ahora que se habla del corredor ferroviario central, a mí me da coraje, pero la culpa también la tenemos nosotros.
¿A los representantes de Almería les ha faltado dar algún puñetazo en la mesa?
Yo no soy violento, pero sí haber apretado más porque se va prorrogando, se va prorrogando, y el AVE es fundamental. Y luego también hay una cosa pendiente que para mí es importante, aunque improbable, que los almerienses podamos disfrutar del parque y del puerto tipo Málaga, Alicante, Valencia…
Cuando se pasea por el centro, ¿a cuánta gente puede saludar o le saluda?
Te voy a hacer una confidencia, yo ya saludo hasta a las farolas, por si las moscas (risas). Cuando salgo con mi mujer y me pregunta “ese quién es”, y no lo sé, ya he tomado una medida, que si es un hombre digo que es un apoderado de banco y si es una mujer, una voluntaria de la asociación (risas).
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