Sergio Martínez Escobar (Adra, 1973) es uno de los más reputados especialistas en cuidados intensivos de Almería. Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada, completó su formación en bioingeniería en la UAL y durante dos años en universidades de Arizona y Atlanta. El año pasado dejó voluntariamente el puesto de director de la Unidad de Cuidados Intensivos en el Hospital de Poniente de El Ejido, donde también ha ocupado otros puestos de alta responsabilidad, pero se ha reincorporado para ayudar a sus compañeros durante esta pandemia. Además, durante estos días, para aportar su ”grano de arena y apoyar socialmente”, difunde en las redes sociales vídeos sobre educación sanitaria y “preguntas que nos hacemos todos como ciudadanos”, que intenta responder de forma comprensible para el profano.
¿Qué le parece que todavía no se hayan realizado test a todos los sanitarios?
Lo ideal sería que todo el mundo, sanitario y no sanitario, nos pudiésemos hacer test de detección, que permiten que podamos separar las personas potencialmente contagiosas de las que no lo son, y tomar medidas de forma selectiva. Evidentemente los que más riesgo corren son quienes están en exposición directa, los sanitarios, con personas que sabemos a ciencia cierta que son positivos.
¿Cuál es el tipo de test más adecuado en este momento?
Si queremos saber quienes son las personas contagiosas, lo primero sería la PCR -identifica el ácido ribonucleico (ARN) del virus, y si queremos conocer la inmunidad, en segundo lugar, serían los test de anticuerpos los indicados. La PCR tiene un coste unas diez veces superior a los test rápidos de anticuerpos. Ahora mismo lo ideal sería hacer PCR a todo el mundo para saber quién puede potencialmente contagiar y quién no es contagioso.
Dice en sus vídeos que deberíamos imitar a quien ha conseguido controlar el virus. Y quien lo ha hecho ha sido mediante test masivos.
No sé si esto será posible, la compra de test debe ser masiva. Pero hay un pilar fundamental, los test rápidos -que detectan anticuerpos- que tenemos ahora mismo no tienen una adecuada sensibilidad y eso hace que como prueba de 'screening' no sean ideales. Y el problema de la PCR es que dependiendo de la fase de la enfermedad, un dato negativo tiene muy difícil interpretación en un asintomático. Si bien la PCR es ideal para hacerla de forma generalizada, ante esta complicada interpretación de un falso negativo es necesario hacerla de forma secuencial en el tiempo, en varias ocasiones. Hay que seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hacer test, tes y test; pero no las estamos aplicando.
¿Y qué hay de las mascarillas?
La OMS dice que el uso masivo es adecuado con dos premisas: que no falten al personal sanitario y que su uso no nos inhiba de cumplir la distancia de seguridad y el lavado de manos. Porque si no cumplimos esto, al final su uso se convierte en un elemento de contagio, más que de protección. Con estas premisas es bueno llevarlas, si son caseras debemos evitar que se humedezcan, porque favorece la propagación del virus. Hay un estudio muy interesante de la Universidad de Stanford, que dice que las ideales son de tela de algodón 100%, por transpirabilidad y capacidad de filtrado.
Pero qué mascarillas protegen realmente de contraer el virus?
Algo muy importante que hay que saber es que las mascarillas de tela y las quirúrgicas no evitan que podamos ser contagiados, sino que sirven para que nuestras secreciones, en caso de que seamos positivos, no alcancen a otras personas y contagien a otros; por eso la OMS dice que dan una falsa sensación de seguridad. La OMS recomienda que las quirúrgicas, y sobre todo las FFP 2 y 3, se destinen al personal sanitario y a personas en contacto con positivos; y las quirúrgicas y caseras de tela se dejen para la población en general.
¿Se han usado las mascarillas defectuosas, las que se devolvieron, en el Hospital de Poniente?
Parece que hay cinco personas que se contagiaron durante el periodo de uso de esas mascarillas, pero es imposible afirmar que son el motivo de contagio, dado que una persona puede contagiarse tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Se han usado en toda Andalucía y ya fueron retiradas.
¿Han tenido suficientes medios en la UCI de su hospital?
La situación en el Hospital de Poniente ha sido privilegiada respecto a medios y a capacidad de atención. Gracias a Dios, nunca hemos tenido la avalancha de casos que se ha sufrido en otros lugares de España, pues la incidencia ha sido aquí muy inferior. Además, con antelación se tomaron cartas en el asunto y se dotó a la unidad de los medios necesarios, con la excepción quizás de los test de detección, aunque esto ha sido algo generalizado en toda España. Hemos tenido lo medios y los equipos de protección necesarios, y además también nos han llegado muchas donaciones.
Un médico de urgencias del centro sigue ingresado en la UCI. ¿Cómo se encuentra?
Está mejor, en recuperación, que deseamos todos porque además de un gran profesional es una extraordinaria persona, muy querida y cercana.
¿La vacuna puede ser una solución a corto plazo?
Cualquier vacuna tiene un periodo de desarrollo convencional de, como mínimo, año o año y medio en el mejor de los casos. La vacuna no se puede ver, desde mi humilde punto de vista, como una solución a corto plazo.
Entonces en algunos casos no se están respetando esos tiempos.
No, no se está haciendo. Para que una vacuna salga al mercado, primero tiene que desarrollarse a nivel de ingeniería genética, molecular, luego se suele probar en cultivos celulares in vitro, en animales y por último en humanos. Saltarse estos plazos tiene pros y contras: los pros, que podemos llegar a un resultado eventualmente positivo de forma precoz, pero sacar una vacuna insuficientemente testada en un ensayo clínico puede tener condicionantes muy negativos, como efectos secundarios graves y generar la creencia de una inmunidad duradera inexistente.
¿Qué le parece la carrera hacia la vacuna?
Se está incidiendo en la sumatoria de fuerzas de múltiples instituciones para conseguir una solución efectiva, pero vemos que China lleva su trabajo de forma individual y la información que se comparte es muy parcial y sesgada. Estamos viviendo una paradoja en esta pandemia, vivimos en la era de la súper información y, sin embargo, tenemos desinformación o confusión informativa, no se comparte toda la información real, y eso hace que las medidas muchas veces se adopten con retraso.
Entonces, ¿se están ocultando datos?
No compartir es una forma de ocultar, a veces por el prurito en la gestión, por ocultar una mala decisión o por condicionantes geopolíticos o económicos.
Un estudio de la Universidad Carlos III dice que el virus había llegado a España en febrero.
Sinceramente, pongo en cuarentena todo lo que se está publicando estos meses, porque debe ser sometido a contraste. Ahora tenemos mucha información desorganizada y alguna contradictoria entre sí, y nos queda profundizar hasta qué punto hemos llegado a conclusiones correctas. Sabemos muy poco de lo que ha sucedido con el virus, su comportamiento y de cuál va a ser la solución, tenemos soluciones parciales y empirismo, no conclusiones ni grandes análisis.
Habla de datos contradictorios, pero ¿qué le parece que ni siquiera se pueda conocer el número de fallecidos?
El hecho de que no se sepan las cifras habla de la gran catástrofe que hemos vivido, una catástrofe humana sin precedentes. La forma más aséptica de análisis se podrá realizar en un tiempo -y seguro que suscitará mucha discusión-, sustrayendo la media de mortalidad de años anteriores y los certificados de defunción de este periodo.
¿Estamos preparados para la ‘desescalada’?
Bajo mi punto de vista es inexorablemente necesaria. Los planteamientos son múltiples, pero ninguno perfecto, hay que tomar decisiones y progresar, porque hay un drama sanitario, pero también en el ámbito socio económico. Seguro que no habrá un momento ideal o será muy difícil de definir, pero cualquier desescalada en la actividad debe pasar por la identificación mediante test de detección masivos de personas positivas y potencialmente contagiosas. Y si no se hace, las medidas de aislamiento, distanciamiento, higiene y uso de protección serán insuficientes y seguramente podríamos tener otro proceso epidémico en cuestión de meses.
Hablando del futuro, las personas que han superado la enfermedad, ¿hasta cuándo serán inmunes?
Sobre la inmunidad a largo plazo se abre una inmensa incógnita. Más allá de cinco meses desconocemos si se mantiene, e incluso no se sabe si el papel de la inmunidad a largo plazo es favorable, como el caso de los 'anticuerpos traicioneros' del dengue, que facilitan una nueva reinfección. No sabemos hasta qué punto el haber pasado la enfermedad nos protege en el tiempo y en qué grado.
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