La trayectoria vital de Antonio Muñoz Zamora (Melilla, 1919) merece todos los homenajes y tributos que se le hicieron -afortunadamente- en vida. Antonio falleció en 2003 tras más de 50 años de lucha por dar a conocer y no olvidar su propia historia y la de miles de compatriotas que sufrieron con él la barbarie nazi.
Con diecisiete años falseó su edad para enrolarse como voluntario en el ejército republicano, con quién combatió en las batallas del Jarama y Brunete. El final de la guerra supuso para él también el exilio hacia Francia, donde fue internado en los campos d Argélés-sur-Mer y Le Vernet. Al igual que miles de españoles, la vía escogida por Antonio para salir de aquellos lugares fue la de las Compañías de Trabajo, en su caso la 106, destacada en Brest -noreste de Francia- y en la que ejerció de carpintero. Tras la derrota francesa ante los alemanes fue internado de nuevo en Argélés. Consiguió salir del campo mediante un contrato de trabajo en las cercanías de Perpiñán. Tras varios meses de idas y venidas al campo, Antonio fue trasladado el 10 de agosto de 1941 al campo de Rivesaltes. En aquel lugar le comunicaron que estaba preso y que iba a ser destinado de nuevo a Brest para trabajar -seguramente bajo la Organización TODT- en las obras de la base submarina la ciudad. Durante nueve mases pasó su vida entre aquella base y Fort-Montbarey, una fortaleza fuertemente guarnecida por soldados de la Wehrmacht y la Gestapo.
La Resistencia
El 5 de mayo de 1942 logra evadirse junto a otros compañeros mientras eran trasladados a la base submarina. De forma anónima y bajo apodos, logró quedarse en las cercanías de Brest y entró a trabajar en varias empresas como carpintero. Es en ese momento cuando la vida de Antonio volvería a cambiar al contactar con la Resistencia. El 1 de noviembre de 1942 entró a formar parte de las F.T.P.F, los Franco-Tiradores y Partisanos franceses, dentro de la unidad de la Unión Nacional de España, un núcleo compuesto mayoritariamente por excombatientes republicanos adscritos al Partido Comunista. Antonio Muñoz fue nombrado responsable regional de la Unión, sargento y jefe de grupo de la unidad. Entre noviembre de 1942 y marzo de 1944, la unidad participó en todas las operaciones de sabotaje contra los alemanes, llegando a requisar un gran número de armamento que sirvió para armar a todas las cédulas resistentes de la zona de Brest. La Gestapo puso el punto de mira en los republicanos españoles, muy numerosos en la zona, tras el asalto a un grupo de soldados nazis que fueron desarmados por la unidad de Antonio. El seguía yendo a trabajar con total normalidad a la fábrica al tiempo que ejercía una activa propaganda contra los alemanes. En una de las misiones de sabotaje de tres camiones con armamentos, Antonio fue descubierto por agentes de la Gestapo y sometido a vigilancia. El 29 de marzo de 1944, tras una filtración interna, la Gestapo le detuvo en su domicilio. Iba directo al infierno nazi.
Compiègne, Dachau y Mauthausen
Tras su detención e identificación como jefe de grupo de la Resistencia, Antonio fue trasladado a la prisión de Brest -en la que permaneció un mes- y al campo de prisioneros de Compiègne. Era el paso previo a la deportación. Antonio figuraba en las listas que la Gestapo por ser jefe de una unidad resistente. En Compiègne sube a un convoy que tiene por destino el campo de Dachau, en las cercanías de Munich. Entre julio y septiembre de 1944 estuvo preso en el bloque 19 del campo y salía para recoger las bombas que no habían explotado en la ciudad. A finales de septiembre es trasladado junto a otros 400 prisioneros al campo de Mauthausen. Allí encontró a miles de españoles, entre ellos al almeriense Joaquín Masegosa. En Mauthausen intentarían quitarle su identidad y pasó a ser el número que le acompañó toda su vida: el 90.009.
Antonio no trabajó en la cantera. Fue destinado a los bosques cercanos debido a su experiencia como carpintero. Quizás eso le salvó de una muerte segura. La cercanía del ejercito aliado provocó la huida de los soldados de la SS que custodiaban el campo. Antonio, junto a otros compañeros, tomaron las armas que habían abandonado los alemanes y tomaron la sede de telégrafos del pueblo de Mauthausen para intentar contactar con los libertadores. El 5 de mayo de 1945 fue uno de los supervivientes que recibió a los soldados norteamericanos. Había acabado todo. Eran libres, aunque muchos habían perdido todo y se consideraban apátridas. ¿Quién les iba a recordar con ese aspecto demacrado cuando ya le daban por desaparecidos? Durante algo más de un mes, Antonio permaneció en el campo. El 10 de junio de 1945 volvía a Francia.
Cruz de Guerra.
Antonio Muñoz Zamora quiso recuperar su vida. Se trasladó hasta una localidad contigua de Brest, St. Pierre-Quilbignon y se instaló en el número 3 de la Rue Primauget. En 1947, el Gobierno francés le concedió la Cruz de Guerra por sus servicios en la Liberación y defensa de Francia. Ese mismo año conoció a su mujer, Simon Vably. Ambos lucharon toda su vida para que no cayera en el olvido de las generaciones futuras la barbarie fascista. En 1963 volvió a Almería junto a su mujer y sus tres hijos. Aquí siguió con su actividad política en la clandestinidad. Con el paso de los años, volvería a coincidir con Joaquín Masegosa. Los dos hicieron todo lo posible para que Almería tuviera un recuerdo a los almerienses que perdieron la vida en los distintos campos de exterminio y se levantara el monumento que actualmente los recuerda en el parque de Las Almadrabillas. Este 5 de mayo se cumplen 75 años de la liberación de Mauthausen y nuestro recuerdo estará siempre con Antonio, Joaquín y con tantos otros que dieron su vida por la libertad y la lucha antifascista.
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