Su abuelo fue Antonio Jiménez, una de las personas más entrañables de la historia del periodismo almeriense. 'Gorri' aprendió de él su generosidad y la fuerza para jugar en todos los campos de la vida. De futbolista a la hostelería. Desde 2012 es propietario del Restaurante Bar, 'La Salada', en el barrio de El Zapillo.
¿Qué recuerdos guarda de su abuelo Antonio Jiménez?
Mi abuelo Antonio y mi abuela Puri fueron un ejemplo para mí; me criaron de pequeño. De ellos guardo momentos inolvidables, cuando de pequeño iba al puerto subido en la silla de ruedas de mi tío Antoñito. Ahí vi la fuerza de voluntad que han tenido para afrontar el golpe que les dio la vida con la enfermedad de mi tío, una parálisis cerebral.
Vio el otro lado de la vida.
Las personas con esta enfermedad son muy cariñosas y te hacen ver el mundo de otra manera. Yo crecí con mi tío, mi abuela se sacó el carnet de conducir y asistíamos a los campamentos de verano que organizaba Verdiblanca en Cabo de Gata con monitores y familias, yo ayudaba voluntariamente para hacer felices a las personas con discapacidad.
De niño también tuvo una vida social.
Sí, mi abuelo trabajaba en el ayuntamiento de Roquetas de Mar, conocí al alcalde Gabriel Amat y a todos los concejales, y como mi abuelo también trabajaba para la prensa de Almería en la sección de sucesos y también cubría deportes, conocí a muchos futbolistas. Un abuelo siempre te va a llevar bien de la mano y te va a enseñar el porqué de la vida.
¿En su barrio ve pasear a los 'yayos' con sus nietos, o esa imagen sólo es idílica?
Sí, el barrio de El Zapillo es muy familiar y todos nos conocemos y se suelen ver a las familias paseando y hablando. Los abuelos son pura sabiduría y tenemos que seguir aprendiendo de ellos y, aunque la vida ha cambiado y no es la que teníamos antes, gracias a Dios que sigue existiendo aquí el vínculo familiar.
¿Qué le empujó al fútbol?
Mi madre me apuntó al fútbol de pequeño pero no me atraía. Con 12 años un primo me llevó al Zapillo Atlético donde estaba él y luego estuve en Los Molinos, desde ahí al Almería hasta los 26 años. Tuve la suerte de ir creciendo profesional y deportivamente.
¿De dónde le viene el apodo 'Gorri'?
Me lo puso mi amigo del barrio Adán, que ahora es policía. Me decía que era un gorrión, de ahí pasé a 'Gorri', y ya me conocen más por mi apodo que por mi nombre (se ríe).
¿Desplegaba las alas como defensa central?
Bueno, la gente decía que era muy pillo, muy pájaro.
¿Ha soñado alguna vez que volaba?
Nunca he soñado que volaba, pero sí crearme metas que no estaban al alcance de mis posibilidades, no todo el monte es orégano. Hay que vivir bien, con cordura y sin dejar de hacer lo que uno tiene que hacer.
¿Qué recuerdos marcaron su etapa futbolística?
Mucha gente nos ha ayudado. He tenido entrenadores que nunca podré olvidar: Paco Ureña, cuando empecé; Manolo Domínguez, que ha sido un padre deportivo para nosotros; Pepe Guirado, que nos ha enseñado muchos valores en Los Molinos y luego, Pepito Morales en el Almería B, y en el primer equipo, con Paco Flores y Unai Emery en la Unión Deportiva Almería.
Usted es un deportista muy emocional.
Pues mira, un día que jugamos un gran partido al que asistió Gabriel Amat, vino a saludarme y me dijo: 'siento mucho que tu abuelo no haya podido verte'. Me emocioné.
¿Qué le hizo abandonar el fútbol?
Fue una lesión del telón rotuliano, coincidiendo que además venía un fútbol más profesional y decidí emprender la aventura en otros gremios.
¿Desde entonces ha dado más vueltas que un balón?
Un amigo me ofreció trabajar en una oficina pero al final me di cuenta que yo no podía estar ahí, solo, en un despacho. Luego creamos unos amigos un negocio de hostelería y después emprendí solo el camino.
Restaurante Bar 'La Salada', en El Zapillo
Fue el 25 de octubre de 2012. Hemos ido poco a poco limando el negocio. Casi todos mis compañeros están desde el principio y, con la confianza de nuestros amigos, hemos avanzado hacia donde queríamos llegar.
¿Una meta cumplida?
Somos una referencia en Almería en el mundo del pescado, el marisco, la carne y la paella. Ofrecemos tapas de toda la vida, de nuestras abuelas, eso no se va a perder. El tema de innovar lo dejamos para otro tipo de hostelería.
¿Cómo llega un cliente a ser amigo?
Primero el cliente disfruta de nuestra cocina, luego regresa y eso nos da alegría porque confía en nuestros productos, hacemos que pase un rato agradable con su familia y sus amigos. El día a día crea vínculos que hace una amistad más grande dentro y fuera del negocio.
¿La hostelería y la vida familiar es un problema?
Es un oficio muy sacrificado por el tema de los horarios. Mientras la gente se divierte nosotros estamos trabajando, pero yo lo miro desde el punto positivo: estamos trabajando y estamos contentos. Mi familia está bien y trato de estar el mayor tiempo posible con mi mujer y mis dos hijos Daniela y Antonio.
¿El protocolo ante la Covid-19 ha alterado mucho su negocio?
Toda la hostelería de Almería lo estamos cumpliendo. Nosotros nos cuidamos y ponemos todos los medios para que nuestros clientes también lo cumplan. Quiero aprovechar esta ocasión para decir que Almería es el mejor lugar de España para la hostelería, tenemos muchas ganas de trabajar.
y tenemos el mar que nos abastece del mejor producto.
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