Ha muerto Gabriel Cobos, un símbolo del casco histórico, un personaje irrepetible, un hombre generoso. Los vecinos lo recuerdan en su taller mecánico, rodeado de motos de otro tiempo, esperando el fin de semana para marcharse a su cortijo de Rioja, el refugio necesario donde se olvidaba del mundo y se llenaba de fuerza para seguir adelante, el escenario que eligió para pasar los últimos años de su vida.
Era el hombre de la electricidad, el enamorado de las motos antiguas, el druida que con manos de santo le volvía a dar vida a los viejos motores que ya parecían cansados. Era el amigo de los electrodomésticos y de la electricidad de la calle de Lope de Vega, el que dirigía la peña de comerciantes de la calle de las Tiendas que un día hicieron causa común en torno al fútbol y fundaron la peña El Tranco. Era Gabriel Cobos, el hombre que guardaba como si fuera un tesoro una fotografía que se hizo hace treinta años en un viaje que realizó a La Habana, en la que aparecía junto a Maradona, disfrutando de un gran puro.
Su vida fue el trabajo, al que estuvo ligado desde que era niño. Pertenecía a aquella generación de la posguerra que apenas tuvo infancia. La suya pasó de largo por las calles de la Plaza de Toros porque muy pronto tuvo que irse con su familia a buscarse la vida a Benahadux, el pueblo de su padre, que acababa de llegar del frente con un brazo menos. Con diez años se levantaba a las siete de la mañana para llevar las cabras a los humedales de las ramblas, a las zonas sombrías donde crecía la hierba y había matas suficientes para pasar el día. Cuando cumplió catorce años se vino a trabajar a la ciudad. Le ofrecieron entrar le aprendiz en Bazar Almería, en la calle de las Tiendas, y aceptó.
En aquella época, ese trozo de ciudad era aún el corazón comercial de Almería y era imposible encontrar un local libre para establecerse. Junto a Bazar Almería allí se mezclaban empresas tan importantes en la historia comercial de Almería como el Blanco y Negro, el Valenciano, La Sirena, la Armería Ibáñez, la quincallería y juguetería de Pablo Segura o Marín Rosa, que todavía mantenía abierta su primera tienda. En aquel zoco dio sus primeros pasos Gabriel Cobos, viendo trabajar a los maestros electricistas, de los fue adquiriendo los secretos de la profesión. Con su primer sueldo se compró una bicicleta para ir y venir a diario y así fue aprendiendo el oficio de electricista. Allí estuvo trabajando durante más de treinta años hasta que decidió establecerse por su cuenta.
Por aquella época en la que trabajaba en la tienda, mediados los años setenta, muchos de los dependientes de los comercios de la zona tenían la costumbre de reunirse todas las tardes, media hora antes de abrir los negocios, en los trancos de la iglesia de Las Claras. El tema estrella de las conversaciones era siempre el fútbol. Se acababa de inaugurar el ‘Franco Navarro’, el Almería empezaba a cosechar los primeros éxitos importantes y la gente hablaba de fútbol en las barras de los bares y en los ratos libres del trabajo. Una de aquellas tardes que estaban sentados en su sitio de costumbre, pasó un empresario y dijo: Mira, ya está reunida la peña el tranco.
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