En el verano de 1883 el Ayuntamiento de Almería nombró al profesor José Rocafull de Montes director de la consulta homeopática que subvencionada por el municipio empezó a funcionar en la ciudad para atender a los vecinos pobres que no tenían la posibilidad de acceder a los servicios de la medicina privada.
El señor Rocafull era el único profesor de la nueva doctrina médica en Almería, que empezaba a coger fuerza en España en esos años. En 1886 ya existían en el país cuatrocientos médicos homeópatas.
Se estableció en Almería al conseguir por oposición la plaza de médico homeópata, tras superar los exámenes organizados por el Instituto Homeopático de Madrid.
El señor Rocafull montó su consultorio en el número nueve de la calle de Álava, que unía la Plaza de Flores con el Paseo. Por las mañanas atendía a los pacientes de pago y dos días en semana, por la tarde, a los enfermos que le mandaba el ayuntamiento y la junta de asociados, personas sin recursos económicos que se quedaban fuera de la atención de la medicina tradicional.
Desde su llegada a Almería, Rocafull no dejó indiferente a nadie y pronto se fue haciendo un hueco en las tertulias más acreditadas y en el estrecho ambiente cultural que entonces tenía la ciudad, destacando por su fina inteligencia y por su capacidad oratoria. En julio de 1883, recién desembarcado en Almería, publicó en la prensa varios artículos sobre el cólera morbo que no tardaron en generar polémica entre los profesionales de la medicina. Ese mismo verano estrenó en las páginas del diario La Crónica Meridional el folletín ‘Delirio’, donde daba muestras de sus virtudes como escritor.
Fueron muy comentadas sus conferencias en el Ateneo y sus discrepancias públicas con otros doctores de la ciudad, entre ellos con el médico Eduardo Idáñez, con el que mantuvo una feroz competencia. Ingenioso, polemista, de fuerte carácter, dotado de una inclinación natural a la retórica, hábil con la palabra y valiente en los enfrentamientos directos con sus rivales oradores, así era don José Rocafull de Montes, uno de los personajes mas polifacéticos y polémicos que vivieron en la Almería de finales del siglo diecinueve y las primeras décadas del veinte.
Sus colaboraciones literarias eran frecuentes y sus artículos en la publicación científico-literaria ‘La Revista de Almería’ y en ‘La Voz Médica’, se comentaban después en las tertulias de los cafés, dividiendo las opiniones. Un año después de establecerse en Almería, Rocafull era ya uno de los personajes más célebres de la ciudad, omnipresente en la vida cultural.
Fue médico cirujano, cónsul en Almería de la República de Paraguay, vocal de la comisión organizadora del somatén del sector primero de Almería, presidente del Círculo Literario, presidente del grupo de Exploradores, caballero de la Orden Civil de Alfonso XII, condecorado con la cruz de segunda clase del mérito naval, concejal, teniente de alcalde y profesor de la Escuela de Artes y Oficios.
El 28 de septiembre de 1892 fue nombrado profesor interino de nociones de Física, Química y Mecánica de la Escuela de Artes y Oficios y dos meses después alcanzó el puesto de secretario del centro. A lo largo de su vida mantuvo un idilio con la Escuela de Artes que culminó con su nombramiento como director. Antes, en 1905, el Ministerio de Instrucción Pública le había nombrado catedrático del centro.
Pero no se conformaba solo con dar clases. José Rocafull estaba siempre apoyando cualquier proyecto que surgiera por el bien de los intereses de Almería. A su iniciativa y a la de su antecesor en la dirección, Carlos López Redondo, se debe la construcción del nuevo edificio que se levantó en la calle de Javier Sanz.
Aunque había nacido en Jerez, José Rocafull de Montes se sintió siempre un almeriense más y fue tanta su vinculación con esta tierra que acabó trayéndose a una parte de su familia. Aquí murió su mujer, Carmen Fernández de los Ríos, el 30 de marzo de 1914, y aquí murió él, el 14 de febrero de 1927, a los 69 años de edad. Unos días antes, había escrito un deseo: “No quisiera morirme sin ver cumplidas mis ilusiones: la terminación del nuevo edificio de la Escuela de Artes”, pero no pudo disfrutar de este deseo.
Su entierro, por expresa voluntad, se hizo con absoluta modestia, sin ningún alarde de ostentación. La familia no admitió las típicas coronas fúnebres ni los duelos multitudinarios.
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