Teníamos un campo de fútbol en la zona norte de la ciudad, un recinto pobre y desarmado que nació en un descampado del barrio de Regocijos. Fue nuestro primer campo de fútbol urbano, tan humilde que el terreno de juego nunca llegó a estar nivelado, pero tan importante para una ciudad huérfana de instalaciones que nos permitimos el lujo, allá por el verano de 1927, de que el mítico portero internacional Ricardo Zamora, defendiera sus porterías.
El viejo campo de Regocijos tenía sus días contados porque la ciudad crecía y aquellos páramos se fueron llenando de calles y de viviendas. Al comienzo de la década de los años treinta, aquel escenario era más un refugio de los niños del barrio que un campo de deportes. Fue entonces cuando los amantes del fútbol se plantearon la necesidad de buscar otro escenario, alejado del centro urbano, que pudiera servir para darle salida a la creciente afición que empezaba a multiplicarse en aquel tiempo.
En el invierno de 1931, el doctor en Medicina, don Rafael Araez Pacheco, presidente de la Sociedad Cultural Deportiva Almeriense, se reunió con los responsables de la empresa constructora que estaba gestando el proyecto del barrio de Ciudad Jardín, para solicitar un trozo de terreno en el que poder instalar un campo de fútbol. Las negociaciones llegaron a buen puerto y en el mes de febrero acordaron la cesión del terreno a cambio de un alquiler, corriendo a cuenta de la empresa las obras del campo y de dos pistas de tenis.
El empeño de Carlos Amigó, contratista de las obras de Ciudad Jardín, fue fundamental para que Almería tuviera un nuevo campo de deportes como nunca lo había tenido. “Tendrá todas las comodidades para que puedan asistir las señoras y entonces ellas mismas serán las que nos animen a que vayamos al campo”, decía un artículo de prensa de aquellos días. El primer partido que se disputó en el nuevo escenario se jugó el 26 de abril de 1931, y fue un encuentro informal cuando las obras todavía no estaban terminadas. Se enfrentaron un equipo de soldados del Regimiento 72 y el once de la Cultural Deportiva Almeriense.
La intención de los responsables del nuevo campo era inaugurarlo en los primeros días de verano, pero hubo que retrasar las fechas ya que aunque el terreno de juego ya estaba terminado y el perímetro cerrado con una valla, los accesos no reunían las mínimas condiciones para que se desplazaran los aficionados en masa y muchos menos para recibir vehículos de motor.
A comienzos del mes de julio, Rafael Araez Pacheco, como presidente del club, se dirigió al ayuntamiento con la petición de que colaborara en las obras de apertura de una calle que comunicara la Carretera del Cabo de Gata con la puerta principal del campo de deportes. “A costa de grandes sacrificios esta sociedad ha conseguido construir un magnífico campo y estando a punto de terminarse las obras, al estar enclavado en la parte interna de los terrenos adquiridos para la Ciudad Jardín, es necesario la construcción de un camino o vereda que lleve hasta su recinto a los aficionados con la debida comodidad”, decía el documento presentado por el doctor Araez. El nuevo campo de fútbol estaba a doscientos metros de distancia de la Carretera de Cabo de Gata.
El arquitecto municipal, Guillermo Langle, dio el visto bueno para la construcción del camino y el ayuntamiento nombró una brigada de cinco hombres, miembros de la Policía Urbana, para que se encargara de ejecutar los trabajos.
Por fin, el sábado 25 de julio de 1931 se llevó a cabo el acto de inauguración del nuevo campo de fútbol. Para tal acontecimiento, se contrató al Málaga, que se enfrentó al Cultural Almeriense, un equipo que estuvo formado por: Góngora, Blanes, Jover, Trevijano, Jiménez, Galindo, Hueso, Toledos, Rodríguez, Ramón y Doncet.
La alegría del nuevo campo duró poco y antes de que terminara el verano ya estaba cerrado. Unos meses después, en noviembre de 1931, volvieron los obreros al recinto para elevar la tapia un metro más y colocarla a tres metros de altura, para construir una vivienda para el conserje y para echar sobre el camino de entrada una capa de grava y chinorros con el fin de que pudieran llegar los coches.
En su nueva etapa, el recinto quedó en manos de la sociedad ‘Athletic Club’ que lo administró hasta el comienzo de la guerra civil. Durante los tres años que duró la contienda, el campo de Ciudad Jardín sirvió para organizar partidos benéficos a favor del bando republicano. Se hizó muy famoso en la ciudad el once del ‘Jaime I’, un equipo formado por los marineros del buque.
Al terminar la guerra, el campo de Ciudad Jardín pasó a ser controlado por el sindicato falangista SEU, antes de que desapareciera del mapa, absorbido por las nuevas calles y por las viviendas del barrio.
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