La polémica desatada por la demolición completa del Acueducto de Las Cumbres, donde se levantará una urbanización de viviendas unifamiliares por parte de la empresa promotora, ha sido valorada por el alcalde de Huércal de Almería, Ismael Torres, como “inevitable”.
Para exponer la posición del Ayuntamiento se retrotrae a hace 14 años, cuando ese acueducto se dejó fuera del Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de la Junta de Andalucía para inmuebles relacionados con la Cultura del Agua de Almería, a instancias de los propietarios, sin que se realizaran alegaciones en aquel momento por parte de la Corporación.
Disgusto
El alcalde huercalense asegura que ni a él ni a la corporación municipal “nos ha gustado perder un elemento notable de nuestro patrimonio histórico, pero impedirlo hubiera sido contrario a la legislación y a los derechos adquiridos de los propietarios y estaríamos incumpliendo esas normas, prevaricando”.
Reconoce que, de alguna manera, el Acueducto “estaba condenado” en base a la normativa y al hecho de que no dispusiera de ningún tipo de protección, a pesar de formar parte del patrimonio hidráulico que sí permitió proteger otros 45 elementos de ese conjunto que abarca varios términos municipales, desde Almería a Huércal de Almería o Benahadux, “pero lamentablemente no en el caso de Las Cumbres”.
Negociaciones
Asegura que cuando la asociación Amigos de La Alcazaba, se dirigió al Ayuntamiento para tratar de evitar el derribo “lo que hicimos es propiciar una reunión con la empresa promotora para buscar alguna solución que permitiera rescatar al menos una parte de esta infraestructura”.
Ismael Torres explica que en esa reunión se llegó finalmente a un acuerdo, aceptado por la empresa, de reconstruir posteriormente un fragmento del acueducto e incorporarlo a alguna de las zonas verdes de la futura urbanización”.
Según relata, los propietarios, además de reiterar su derecho a demolerlo, aseguraron que utilizarían los materiales del derribo para reproducir ese fragmento y Amigos de La Alcazaba “llegó a ese acuerdo”. Ahora se trata de que ese acuerdo se cumpla y que al menos quede allí la memoria de un patrimonio que ha acompañado a los huercalenses desde finales del Siglo XIX.
Torres asegura que tras la demolición, “nos queda un sentimiento de tristeza por lo ocurrido, pero el cumplimiento de la normativa no nos dejaba otra opción que autorizarlo, una ‘herencia’ que nos encontramos al llegar al Ayuntamiento".
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