El próximo martes, 3 de agosto, se cumplirá un año de la publicación por la Casa Real del comunicado que oficializó la salida del Rey Juan Carlos de España. Pocos días después se supo que quien había sido Jefe del Estado durante cerca de cuarenta años instalaba su residencia temporal en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, donde fue recibido sin otros honores que los que se dan al amigo leal que siempre fue para ellos Juan Calos I.
Este aniversario de su ausencia permite recordar algunas de las visitas de los Reyes a Almería, especialmente la de 1964, cuando tuve ocasión de saludarlos por primera vez a las puertas del santuario de la Virgen del Mar. Estuvieron alojados en el hotel de la Venta Eritaña, y allí nos recibió el futuro Rey a unos muy pocos almerienses deseosos de cumplimentarlo. Estábamos no más de media docena, entre ellos Enrique Estévez, Antonio Gómez Campana y algunos jóvenes: Emilio Contreras Ortega, Eduardo Moreno Martínez y yo mismo, partidarios de la reinstauración monárquica en España.
La Princesa Sofía apareció en el pequeño salón de la Venta Eritaña vestida de riguroso luto porque hacía bien poco que había muerto su padre, el Rey Pablo de Grecia. A lo largo de más de una hora de distendida conversación, don Juan Carlos mostró interés por informarse de los cultivos de invernadero, y con su proverbial campechanía le dijo a la Princesa: “Sofía, recuerda que lo de mañana en El Ejido va de tomates”. Y es que en la precariedad en que vivían sin Casa Civil ni cosa parecida, tenían la costumbre de enterarse por sí mismos del tema central de la visita a tal o cual institución, fábrica u otro menester para no meter la pata al hablar con sus responsables. Por no tener, no tenían ni título oficial, ya que el nombramiento de Príncipes de España no se produjo hasta 1969 cuando Franco designó a Juan Carlos sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey. En el mundillo monárquico, reducido en Almería a poco más de los mencionados, se le daba tratamiento de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, designación creada en 1388 por Juan I de Castilla para su hijo y heredero Enrique, pero que la dictadura no quiso reconocer para poder saltarse así al Conde de Barcelona en la línea sucesoria de la Corona. Entre otras cosas no se sabía quién pagaría las tres noches de estancia en el hotel, factura que finalmente fue abonada por el Gobierno Civil, cuyo titular era Luis Gutiérrez Egea.
Comenzaba a escribirse una larga lista de servicios a España por parte de don Juan Carlos; medio siglo a contar desde sus primeros recorridos por la geografía nacional para ir conociendo sin intermediarios a sus gentes y sus pueblos. Una tarea incansable en la que el Príncipe y luego Rey puso a prueba su capacidad intelectual y física para ir ganándose a la gente, como así ocurrió a lo largo de las siguientes cuatro décadas de mayor estabilidad política y prosperidad económica de nuestra historia. Es imposible olvidar el grado de incertidumbre que teníamos los españoles a la muerte del general Franco y cómo el heredero de la Corona supo poner en suerte el sistema democrático que llegó para quedarse en 1978. Juan Carlos I, heredero de una Corona sin solución de continuidad desde que los Reyes Católicos tomasen Granada en 1492 y Navarra en 1512 pasará a la Historia como el providencial Monarca que terminó con el largo período de excepción que vivió la Nación desde que Franco diese el golpe de Estado hace ahora ochenta y cinco años, conculcando la legalidad republicana.
Nadie sabe cuándo se dará el momento oportuno para el regreso del Rey Juan Carlos a España. Pero tampoco sabe nadie que ninguna instancia de la Justicia haya dictado nada contra él. Eso sí: sabemos hasta la náusea las revelaciones de una mujer despechada y de informaciones que rozan las fake news tan desgraciadamente a la orden del día. ¿Alguien sabe si don Juan Carlos ha sido llamado a declarar por algún Juzgado español o si ha recaído sobre él sentencia en un proceso seguido sobre supuestas comisiones? Lo cierto es que no; que no hay testimonio ninguno ni por tanto reproche penal aplicable. Sobre determinadas cuestiones de su vida privada (cierto es que sus amoríos si son constatables, pero que se sepa no constituyen delito) se podrá argumentar lo que se quiera, pero eso no invalida su historial –impresionante- de servicios a la Patria. Habría que hacer una reflexión colectiva y poner a cada lado de la balanza méritos y deméritos. El balance final no ofrece dudas.
Pero mucho me temo que incluso este artículo pueda ser considerado políticamente incorrecto, porque el cainismo de un cierto sector de la sociedad española no repara en mientes. Pero he creído una obligación moral dar a conocer mi parecer tomando como punto de partida aquel día de 1964 cuando el futuro Rey de España departía con unos pocos leales en la Venta Eritaña.
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