Tres de la tarde de cualquier día de esta semana prepuente: serpiente de vehículos en la Avenida de Sierra Alhamilla, desde la rotonda debajo del puente de la Avenida del Mediterráneo hasta la generosa rotonda del Ego. Un atasco a prueba de nervios que se viene repitiendo toda la semana, aunque ya venía apuntando maneras desde finales de septiembre. No se sabe muy bien porqué. "Circulen, circulen" instan agentes de la policía, como si los conductores fuesen reacios a circular. Todo apunta a que se puede agravar una vez se llene de familias la nueva torre gigante del Toblerone con un Mercadona debajo; todo apunta a que la elegante Avenida, antigua Carretera proletaria junto al muro de las vías del tren, se puede quedar vetusta antes de tiempo, a pesar de la hierba de sus jardineras y de su asfalto inmaculado; todo apunta a que puede ser una ruta poco recomendable la de esta Avenida remozada hace tres años, con carril bici que desemboca en el Parque de la Estación y con vías auxiliares perfectamente programadas.
Este mediodía, como ayer y antesdeayer, los conductores se desesperaban anclados a sus asientos con la ventanilla abierta, más inmóviles que Miguel Cazorla viendo un palio de Semana Santa, mientras observaban con envidia cómo pasaban a su lado como relámpagos los patinetes y las bicicletas con motor. Más de veinte minutos para recorrer esta Avenida de apenas un kilómetro. Dio tiempo ayer a escuchar el informativo entero de Javier Romero, los deportes de Rafa Góngora y casi el programa de agricultura de Jacinto Castillo. "Circulen, circulen", volvía a insistir el policía. Fue inevitable almorzar a las cuatro.
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