Siendo la agricultura tan sumamente importante en Almería, sería prácticamente delito no escribir nada relacionado con el tema de los invernaderos a nivel etimológico. Después de investigar un poco este campo, tal vez a más de uno le llamará la atención saber que las hortalizas cuentan con nombres de orígenes muy diversos y peculiares.
Pero antes de entrar en eso, ¿sabes de dónde viene la palabra “invernadero”? Curiosamente, comparte origen con “invierno”: ambas vienen del latín hibernum, término usado para lo referente a esta época del año; salvo que “invernadero” cuenta con el sufijo -adero. ¿La relación? Al parecer, el significado original de “invernadero” era el de ‘lugar para pasar el invierno’, y actualmente es, en efecto, el sitio donde las plantas pueden crecer a temperaturas adecuadas y resguardadas de las inclemencias del tiempo.
Si atendemos a los nombres de las principales hortalizas cultivadas en Almería, sus orígenes son los siguientes:
TOMATE
La palabra “tomate” viene de la lengua náhuatl. Este fruto recibía el nombre de tomatl, una forma compuesta por dos términos: tomahuac, que significa ‘gordura’, y atl, que significa ‘agua’. Tomatl se traduciría por tanto como ‘agua gorda’, recibiendo este nombre por la cantidad de líquido que tiene este fruto (casi un 94% de su peso).
En Italia, sin embargo, recibió el nombre de pomodoro (pomo d’oro, o lo que es lo mismo, ‘manzana de oro’). Seguramente hayas visto esta palabra en el nombre del local de comida italiana del Centro Comercial Torrecárdenas: si te fijas en su logo, te darás cuenta de que es un tomate, de ahí el nombre.
PIMIENTO
Por su parte, “pimiento” viene del latín pigmentum, que significaba ‘colorante’ o ‘color para pintar’. Inicialmente el pimiento se secaba y trituraba con el objetivo de sazonar las comidas con él, pero al hacer esto los alimentos obtenían un nuevo color, de ahí que el nombre que reciba se relacione con el acto de pigmentar.
PEPINO
En griego, para decir que algo estaba maduro se empleaba el adjetivo πέπων (se lee “pépon”), término que se adaptó en latín a pepo, pepōnis. Esta voz se usó para referirse al melón, y se consideraba que el pepino era una versión más pequeña, de ahí que se emplease el sufijo -ino unido a la raíz pep- para designar a este fruto.
MELÓN
Según el Diccionario de la Lengua Española, “melón” viene del griego μηλοπέπων (se lee “melopépon”), una palabra que significaba ‘manzana madura’. En su paso al latín, el término sufrió un acortamiento hasta quedar en melo, melōnis, que nos llegó a nosotros como “melón”.
HABICHUELA
Las habichuelas, por su parte, son un diminutivo de la palabra “haba”. Esta última viene del latín faba, que significa ‘legumbre comestible’. Con el paso de los siglos, la “f-” inicial se aspiró, dejando de pronunciarse.
SANDÍA
Para el origen de esta palabra debemos remontarnos al árabe andalusí, donde la sandía se denominaba sandíyya. Este nombre, a su vez, venía del árabe clásico, donde se llamaba sindiyyah (‘de Sind’). El por qué de esta voz tiene una respuesta clara: Sind es una región de Pakistán y, si bien la sandía no es originaria de allí, sí que les llegó de este lugar a los árabes orientales.
CALABACÍN
El calabacín no es ni más ni menos que la raíz de la palabra “calabaza” unida al sufijo diminutivo -ín, dándole el significado de ‘calabaza pequeña’.
BERENJENA
Para encontrar el origen de esta palabra, hay que echarle un vistazo al persa, en concreto a la palabra bātingān, que era como llamaban a la berenjena antiguamente. Este término evolucionó al árabe clásico como bāḏinǧānah, y de aquí al árabe hispánico baḏinǧána. La berenjena llegó a España a través de los árabes, y hay evidencias de que ya se cultivaba en Andalucía durante la alta Edad Media.
GUISANTE
En un principio, en latín se empleaba la expresión pisum sapĭdum para referirse a una planta de la familia de las leguminosas. Pisum significaba ‘legumbre’, mientras que sapĭdum significaba ‘sabroso’. Por tanto, pisum sapĭdum era algo así como ‘legumbre sabrosa’. De esta expresión, solo la primera palabra se consideró en la evolución al mozárabe, que resultó en biššáuṭ. De aquí es de donde nos llegaría finalmente nuestro término “guisante”.
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