Algo falla: o en Almería no hay hosteleros dispuestos a ganarse un sueldo explotando un negocio con clientela segura como las funerarias; o las condiciones que pone el arrendador son leoninas. Lo cierto es que la Estación Intermodal de Almería -tren y ferrocarril- por donde transitan cientos de viajeros de ida y vuelta a diario, no tiene un solo local donde poder tomar un cortado o un bocadillo de calamares antes de emprender el viaje a Madrid o a Pulpí. No lo tiene, no desde hace un mes o dos, no, carece de un bar o cafetería desde hace ya dos años y medio. Hasta el punto de que el señor que está en la ventanilla de información tiene que aclarar 50 veces todos los días a los viajeros perplejos que la Estación no tiene para comer, cenar ni desayunar y que si quieren un botellín de agua tienen que sacarla de la máquina expendedora. "Aquí se tiene que venir comido", sentencia.
En este caso, la evolución de los servicios de la Estación de autobuses de Almería ha sido cangrejera: la antigua Estación, en la Plaza de Barcelona -hoy de Juan del Aguila Molina- ocupada ahora por un Mercadona, tenía cafetería y restaurante bajo las pinturas de Cañadas; por tener tenía hasta barbería, consigna y mozo de equipaje. La vieja Estación de autobuses se cerró en 2000 e inmediatamente se abrió la actual que suma ya 23 años, junto a la histórica Estación del Tren, abierta en 1895 y clausurada desde hace dos décadas.
Esta Estación almeriense del siglo XXI presenta un aspecto desangelado: no solo no tiene cafetería, es que no se ve ningún local comercial abierto, todos cerrados excepto una pequeña tienda de souvenir llamada Nosequé, cuyo neón color rosa brillando en la oscuridad del vestíbulo es como un oasis en el desierto. “Que por qué no me he ido -se pregunta así mismo el propietario llanero solitario-ni yo mismo lo sé, solo sé que son precios abusivos para poder mantenerse los que se cobran aquí”.
La gestión de la Estación corresponde al Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) que es quien cobra los alquileres de la concesión. El anterior concesionario de la cafetería, Grupo Lua, desistió en noviembre de 2020 de continuar, después de once años, tras acumular deudas con ADIF asegurando que no podía pagar el alquiler de 9.000 euros mensuales y menos durante el confinamiento y pandemia. Los locales se cotizan a más de mil euros, pero el ADIF, parece, prefiere tenerlos cerrados antes que bajar precio.
La singularidad de Almería como ciudad sin una sola cafetería o bar en su estación de transporte se acrecienta si se tiene en cuenta que Torrecárdenas, su principal hospital, tampoco tiene desde hace nueve largos meses abrevadero, sin que haya visos de reapertura por ahora. Recientemente se ha acondicionado un espacio, el que ocupaba el antiguo bar, para que los familiares de los pacientes y los sanitarios puedan ir a comer un sandwich o un café de máquina.
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