El edificio donde reinó el histórico Hotel Inglés, en la esquina del Paseo con la calle del Mercado Central, fue escenario de negocios importantes que se instalaron en el piso bajo, y que en algunos casos llegaron a ser un referente en la sociedad almeriense de aquella época. Allí estuvo desde 1904 el Café Nuevo, cuya inauguración constituyó todo un acontecimiento en la ciudad por la espléndida decoración del local, pintado al estilo modernista por los artistas almerienses Antonio Fernández Navarro y Emilio García Aguilar.
Al Café Nuevo le sucedió otro café, el mítico Lion D’or, que desde 1909 hasta su cierre, en 1926, fue un templo del ocio nocturno en el que llegaron a actuar notables varietes de la época, con las bailarinas que entonces triunfaban en Sevilla.
Como el local estaba situado en un punto estratégico, la esquina más comercial de la ciudad, la del Paseo y la Plaza de Abastos, nunca le faltó un negocio. Cuando el Lion D’0r pasó a la historia apareció en escena el almacén de tejidos y pañería de Plaza, que estuvo hasta los años treinta. Tras el paréntesis de la guerra civil el local del piso bajo del Hotel Inglés vivió momentos de esplendor cuando en plena posguerra el empresario José Marín Rosa alcanzó altas cotas de popularidad con los Almacenes Avenida, que no tardaron en convertirse en el establecimiento de tejidos y de ropa más importante de la ciudad, compitiendo con los Grandes Almacenes El Águila, que estaba en la misma acera.
La prosperidad del negocio y la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos empujaron a Marín Rosa a embarcarse en uno de los grandes proyectos de su vida comercial, la construcción de un nuevo edificio dedicado exclusivamente a su empresa, que terminó con los cerca de setenta años de vida de la casa del Hotel Inglés, que en 1897 había proyectado el arquitecto Enrique López Rull. Aquella mansión espectacular, sembrada de balcones y belleza, fue demolida por el progreso, llevándose por delante una parte de la historia de la ciudad y de la esencia del Paseo. Sobre su solar se levantó el moderno edificio de la firma Marín Rosa, que todavía sigue en pie, ahora con el nombre de Sfera.
De todos aquellos negocios que cuajaron con mayor o menor éxito bajo los muros de la casa del Hotel Inglés, ninguno fue tan nombrado como el Lion D’0r, por la huella que dejó en los almerienses de su tiempo. No fue un café corriente de tertulias políticas y doctrinas morales. Fue un establecimiento distinto, marcado por un ambiente golfo que le daba vida cuando la ciudad se iba a dormir.
Era un local que de día no pasaba de ser un inocente café donde acudían los asentadores de la alhóndiga a la hora del desayuno, y que de noche, cuando se encendían las luces de gas y se levantaba el telón, se convertía en un antro de moral dudosa donde cupletistas y bailarinas ligeras de ropa actuaban ante un público exclusivamente masculino. Por cuestiones de pudor, allí nunca entraron las mujeres, salvo las artistas.
En 1910, un grupo de mujeres formado por las señoritas Rovira, Roda y Toll, acompañadas de las señoras Aurora y Francisca Pérez Cordero, pidieron entrevistarse con el alcalde, señor Moreno Gallego, para hacerle llegar el enfado de muchas familias por el mal ejemplo que para la juventud suponían aquellas sesiones nocturnas del Lyón D’Or, donde salían a escena muchachas de amplios escotes mostrando las piernas. Las moralistas le pidieron al alcalde que exigiera al dueño del local que al menos tapara las ventanas sin dejar resquicios para evitar que los jóvenes pudieran amontonarse en los escaparates para ver desde la calle tan indecorosos espectáculos.
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