Hoy es Domingo de Ramos. Toda Andalucía se dispone a vivir intensamente la Semana Santa, conmemoración histórica de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y lo hace con la más variada representación del Calvario en obras de arte salidas de las manos de grandes imagineros que a lo largo de los siglos han dado sentido y han llenado de belleza y esplendor nuestra Semana Santa, en grandes ciudades y pequeñas poblaciones porque no hay un rincón de la geografía andaluza donde no se celebren estos días en los que el Hijo de Dios murió crucificado.
La conmemoración religiosa tiene su origen histórico en las últimas horas de Jesús, desde la última cena a su muerte en el Gólgota, cuya intensidad, fuerza, violencia y significado han llenado la iconografía universal de esculturas que los pueblos sacan en procesión como la más genuina expresión de su Fe, de sus tradiciones y de las peculiares interpretaciones plásticas que cada pueblo tiene de Jesús de Nazaret. Existen tantas variantes de la Semana Santa como comarcas tiene Andalucía, de suerte que no hay procesiones ni costumbres iguales en Sevilla y Almería, en Jaén y en Huelva y Córdoba, por no mencionar las profundas diferencias entre las de Úbeda y Huercal Overa, Ayamonte y Adra o Pulpí y Jerez de la Frontera. Visiones distintas dentro de un mismo credo y maneras diferentes de vivir y celebrar el hecho religioso que da sentido y razón a nuestras creencias. Y es ahí donde tropezamos siempre, al menos una vez
al año, en las interpretaciones culturales y antropológicas de la Semana Santa a la que se le pueden buscar todas las interpretaciones que se quiera pero siempre llegaremos a la misma conclusión: el origen de esta conmemoración no es otro que el sacrificio de Dios hecho Hombre por la salvación de todos nosotros.
Una tendencia pretendidamente progresista propala la idea de que la Semana Santa es un hecho cultural, lo cual es cierto si no se olvida su génesis e invariable aceptación por el mundo cristiano a través de los siglos. Si los pasos desfilan por nuestras calles en olor de multitudes, acompañados por cientos de nazarenos, y portados por costaleros, no es por otro motivo que por los hechos ocurridos entre dos domingos –el de Ramos y el Resurrección- en el año fundacional de nuestra era y civilización, es decir el cristianismo. Todas las teorías culturales y antropológicas son válidas si se tiene presente la icónica imagen de Cristo en la cruz. Otras interpretaciones son una burda excusa para participar en la Semana santa desde una distancia absurdamente crítica que no se compadece con la realidad histórica y religiosa.
Almería es un ejemplo singular del espíritu popular que impulsa las celebraciones de Semana Santa. La inmensa mayoría de los titulares de las cofradías fueron quemados durante la Guerra Civil. No había quedado prácticamente nada cuando en abril de 1939 se puso fin al interminable conflicto del que Almería fue farolillo rojo. Así lo documenta el extraordinario trabajo de Maribel García Sánchez, investigadora del Grupo de Estudios del tiempo Presente, que con tanto acierto y rigor dirige el catedrático de la UAL Rafael Quirosa-Cheyrouze. Ni una sola cofradía pudo salir en procesión ese año. Seria ya en 1940 cuando se reorganizó y pudo desfilar la hermandad de La Soledad desde la iglesia de San Sebastián, debido a que su sede, la parroquia de Santiago, había sido totalmente destruida, ardiendo titulares y enseres por lo que su junta directiva había encargado una réplica fidelísima de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, basándose en las fotografías de antes de la guerra, al escultor José Ortells Ramos. Algunos años después, en los primeros cincuenta, empezamos a salir unos cuantos jóvenes reunidos por don Tomás Pérez, siendo hermano mayor don José Marín Rosa. Año tras año se fue reconstruyendo la Semana Santa almeriense, paso a paso, cofradía a cofradía, hasta su esplendor en la década de los setenta y su magnificencia en los tiempos actuales. Como el Ave Fénix, misterios, imágenes, dalmáticas, ciriales y túnicas resurgieron de las cenizas de aquellos años para olvidar de los treinta. Muchos almerienses han contribuido al resurgir de nuestra semana mayor. Y no puedo olvidar a Luis Criado del Águila con quien hice su última estación de penitencia el año pasado.
La Soledad está celebrando el 250 aniversario de su fundación. La Hermandad ha pasado por numerosas vicisitudes en ese cuarto de siglo, pero hoy, engrandecida y haciendo honor a su historia, es una de las cofradías más queridas de la ciudad que cierra con toda solemnidad, dignidad y recogimiento el Viernes Santo.
Proclamada la libertad religiosa en el artículo 16 de la Constitución de 1978: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto…”, las manifestaciones de Semana Santa son una expresión pública de las creencias mayoritarias de los españoles y de convivencia y tolerancia con quienes tienen ideas tan diferentes como respetables.
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