El 12 de julio de 1891 quedó constituido el Club de Regatas de Almería con el objetivo de estimular la afición a los ejercicios marítimos. Su creación partió de un antiguo proyecto del empresario don Carlos Jover, propietario del balneario el Recreo, que en sus viajes por distintas ciudades costeras de España había comprobado la importante labor social que en ellas venían realizando los clubes de regatas allí establecidos.
El señor Jover, pensando también en el beneficio que esta práctica deportiva podía traerle a su negocio, se encargó de promover la iniciativa para atraer a algunos de los personajes más influyentes de la sociedad almeriense de finales del siglo diecinueve.
El Club de Regatas de Almería se ubicó de forma provisional en las instalaciones del balneario hasta que pudo disponer de un local propio en la terminación del muelle de Levante. Fue su primer presidente don Francisco Roda, con don Adolfo Bibiloni ocupando el cargo de vicepresidente. El club se organizó en torno a la figura de los socios, que podían ser activos o eventuales, teniendo que pagar los primeros una cuota de inscripción de cincuenta pesetas y otra de dos pesetas mensuales.
El 15 de julio de 1891 empezaron los entrenamientos a bordo de la canoa Sirena, la única embarcación de la que disponía el club cuando empezó su andadura. Los remeros tardaron seis minutos en recorrer la distancia entre la punta del dique de Poniente a la de Levante. La fundación del club despertó las aficiones marineras en la capital, como así lo contaba una información del diario la Crónica Meridional: “Rara es la tarde que no se observan en la bahía cuatro o seis embarcaciones de recreo tripuladas por jóvenes de la buena sociedad. Sabemos de varias personas que han escrito al extranjero para adquirir botes de regatas”. Aquel verano de 1891 la actividad marítima de la ciudad se centraba en torno a la instalación del balneario el Recreo, que trajo a Almería como gran novedad un calentador instantáneo que elevaba la temperatura del agua del mar al grado deseado por el bañista “sin que el líquido pierda ninguna de las preciosas condiciones medicinales de su composición”.
Desde su constitución, el Club de Regatas fue superando las muchas dificultades que se iba encontrando en el camino, casi todas por la falta de infraestructuras para poder llevar a cabo su actividad de forma decente. En los primeros meses utilizó como sede uno de los salones del balneario el Recreo y practicaron con una canoa particular propiedad de uno de los miembros del club. En el mes de agosto, los socios acordaron adquirir dos canoas de segunda mano que se le habían quedado antiguas al Club de Barcelona en su última renovación de material.
El 27 de agosto de 1891, cuando la ciudad celebraba los festejos de la Feria, se vivió un acontecimiento paralelo que fue valorado como un gran espectáculo, la llegada al puerto del vapor Torre del Oro que transportaba las canoas Covadonga y Atlántida desde Barcelona. Para solemnizar aquel momento, se organizaron dos competiciones de regatas y por la noche un baile para los socios en el balneario con la actuación del prestigioso sexteto Sánchez. Durante la velada se presentaron en sociedad las nuevas embarcaciones y se dio a conocer la equipación oficial: camiseta blanca bordada en rojo con pantalón y cazadora azul.
Antes de que terminara el verano, la directiva del Club de Regatas se dirigió al ayuntamiento para que tratara de adecentar el trozo de playa que daba a la ciudad, perjudicado por los efluvios de las aguas fecales que allí desembocaban. “No se puede resistir el olor que despide el desaguadero del Hospital que existe en la playa del Malecón”, denunciaban los socios.
Las letrinas del Hospital tenían su salida unos metros más abajo, en ese trozo de mar, que hoy es puerto, pero que en aquella época formaba parte de la playa de la ciudad. Para agravar el problema, se unieron también los olores insoportables que se respiraban en las obras del contramuelle, que cuando se quedaban paradas propiciaban que el lugar se convirtiera en un solar solitario donde iban los vecinos a hacer sus necesidades ya que en sus viviendas carecían de pozo negro. A pesar de los obstáculos, el club seguía creciendo y llegó a tener cincuenta socios.
En los inicios del siglo veinte el Club de Regatas Almería era la sociedad deportiva más importante de la ciudad. Los yates Roda, Carmen, Levante, Rubí; las canoas Covadonga y Atlántida; las balandras Eva, Lepanto y Numancia y las yolas Alicante, Bibiloni, Gaviota, Pelayo, Voltaire y Malaficha, eran las protagonistas de las competiciones más populares en los días de Feria.
Cada vez que había una regata media Almería se congregaba a lo largo de la orilla y de los andenes del puerto, y los pescadores que tenían barca propia se ganaban un sueldo alquilando sus botes a las familias que querían presenciar de cerca la competición. Era como si la ciudad se trasladara al mar: los vendedores ambulantes instalaban sus puestos desde el parque hasta el muelle, la sociedad organizadora adornaba la franja costera con banderas y guirnaldas y la Banda de Música amenizaba los actos homenajeando a los ganadores.
Sin embargo, el respaldo social que tenían las pruebas que organizaba el Club de Regatas no garantizó la buena salud de la entidad, que azotada por problemas de liquidez y por discrepancias de sus asociados, acabó desintegrándose en el otoño de 1905.
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