Un camión está descargando esta tarde las primeras pasarelas playeras en el Zapillo, esas que evitan quemarse las plantas de los pies desde el Paseo hasta la orilla. Una pala se encarga de ir depositándolas en la arena ardiente como si fueran champiñones, cuadrándolas en línea recta como si fuera una alfombra. Uno ve el trabajo de ir colocando las piezas como si fuera el preludio del estío, como pensando que ya el verano no tiene vuelta atrás. Las pasarelas son al verano almeriense, como los turrones de Ultramarinos San Antonio a la Navidad. Y sin embargo, el verano en ese Paseo Marítimo, en esa franja hedonista de la capital, es perpetuo como las nieves en los Alpes. El futuro de la ciudad está en esta Malibú que se extiende desde la Cabaña del tío Tom hasta la última heladería.
Nosotros no lo veremos, pero con los años, con las décadas, el centro será el arrabal, y el Zapillo y las Conchas y Torregarcía y todos esos nombres de edificios y residenciales casi olvidados, serán el centro de la metrópoli urcitana; nosotros no lo veremos, pero si alguien no lo remedia, con el paso de los años y de las décadas, el Paseo de Almería del siglo XXII estará en la Vega, mientras el centro actual se irá muriendo como una vieja aristócrata venida a menos; si nadie no lo remedia -y hay quien puede remediarlo- Almería, los almerienses, seguirán virando a Levante, a esa franja bendecida por la sal y las olas, por ese manantial de frescura que es el Paseo Marítimo, plagado de estudiantes de Erasmus, que saben muy bien elegir, y de ancianos que durarán cien años, tomando su té diario en el Delfín Verde o su tapa de migas en el Yebra.
Mientras tanto, la ciudad vieja se seguirá quedando inerte por las tardes, desde junio a septiembre y, con el acelerado cambio climático, quizá desde abril hasta octubre. Y el hermoso y único, el frondoso y descomunal, Parque Nicolás Salmerón seguirá infrautilizado. Es como el meteorito que se sabe que va a caer y no se puede hacer nada por evitarlo. Quizá esa valla portuaria, que nos hizo puerto internacional, pero nos alejó de la lengua del mar, le haya restado protagonismo: Si comparamos, el Parque es como ir por Los Bérchules y el Paseo Carmen de Burgos es como atravesar Nueva York.
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