Los músicos del Quinteto Municipal

Teníamos una biblioteca flamante en el mejor sitio del Paseo, con un salón de actos preparado para recibir cualquier manifestación artística, pero faltaban iniciativas serias que animaran la decaída vida cultural de una Almería que a comienzos de los años cincuenta no se había curado aún de las heridas de la guerra civil y la posguerra.

Como las arcas municipales no estaban para grandes alardes y tampoco sobraba la imaginación, las actividades culturales dependían en gran medida de la iniciativa privada: de las actuaciones musicales que llegaban al Café Colón, de los teatros que actuaban en el Cervantes y de las inquietudes de los músicos vocacionales que ofrecían conciertos a un público restringido.

En 1951 el Ayuntamiento de Almería decidió darle un empujón a la cultura y apostó por la creación de un quinteto de música de cámara que le diera vida al solitario escenario de la biblioteca Villaespesa. El domingo siete de enero hizo su presentación ante el público, dejando una profunda huella en el respetable. El llamado Quinteto Municipal lo formaban músicos veteranos como la violoncelista chilena afincada en Almería, Pilar Cela; el ilustre pianista y compositor Rafael Barco; el violinista Antonio Cuadra; el maestro de viola Francisco Sánchez y el profesor de violín Francisco Cruz. A lo largo de los siete años en los que estuvieron actuando, se convirtieron en una de las principales referencias culturales que tuvo la ciudad en la década de los cincuenta.

El Quinteto Municipal de Música de Cámara reunió a cinco concertistas de una categoría incomparable en aquella época. Al frente del grupo estaba una figura crucial en la música almeriense durante las primeras décadas del siglo pasado, el maestro Francisco Cruz Oña, que había sido alumno y posteriormente profesor, de la mítica Academia de Bellas Artes del profesor Joaquín Martínez Acosta, que desde principios de siglo empezó a funcionar en la calle Real. Por aquella universidad de las bellas artes pasaron grandes músicos como el mencionado Francisco Cruz Oña, Antonio Moreno, Manuel Álvarez, Ramón Rodríguez o el insigne maestro José Sánchez de la Higuera, que sin retribución alguna impartieron sus enseñanzas a cientos de alumnos, entre ellos algunos tan célebres como Rafael Barco y Emilio Leseduarte.

Francisco Cruz Oña, alma del Quinteto Municipal, era uno de los personajes más conocidos en la vida cultural almeriense. Además de profesor de la Academia de Bellas Artes había impartido enseñanzas en el colegio de los Seises y en la Obra Educación y Descanso nada más terminar la guerra.

El quinteto contaba también con una mujer, una profesora en un grupo de cuatro hombres, lo que en aquel tiempo era una auténtica rareza. Se trataba de la violoncelista chilena Pilar Cela, que residía por entonces en Almería después de un corto periplo profesional en Madrid. Otro de los pilares del grupo era el músico almeriense Antonio Cuadra Román, que venía de una larga trayectoria profesional en la capital de España, donde en 1930 se había incorporado a la Orquesta Clásica de Madrid. Tras la guerra, el joven violinista decidió establecerse definitivamente en Almería. Su mujer, Amalia Santaella Abab, con  la que se había casado en julio de 1935, era almeriense y tenía ganas de regresar. En 1942, Antonio Cuadra ganó por oposición una plaza de funcionario en la Delegación de Agricultura, lo  que le permitió echar raíces definitivamente en nuestra ciudad.

El quinto lo completaban el maestro de viola Francisco Sánchez y el querido y recordado pianista Rafael Barco, músico de una gran talla popular, figura indiscutible en los años de la República, en la posguerra y  en los tiempos de la Transición, cuando seguía ejerciendo su cátedra dando clases particulares a los niños con ambiciones musicales. Su magisterio empezó en 1942, cuando consiguió la plaza de profesor de Música del Hogar Provincial, donde se pasó media vida enseñando y alcanzó sus cotas más altas en aquellos años de actuaciones en la biblioteca con el Quinteto Municipal.