Doña Tadea, la profesora de Literatura

Tadea Fuentes ejerció la enseñanza en el Instituto y en la Escuela de Magisterio

Tadea Fuentes, dando una conferencia sobre la poesía de Celia Viñas en abril de 1949. Detrás aparece la querida profesora homenajeada.
Tadea Fuentes, dando una conferencia sobre la poesía de Celia Viñas en abril de 1949. Detrás aparece la querida profesora homenajeada.
Eduardo de Vicente
19:42 • 30 may. 2023

La figura de Celia Viñas fue tan grande que a veces eclipsó a otros talentos que surgieron de aquella fuente continua de inspiración que fue la querida profesora ilerdense. Su fuerza fue un torrente que llegó a cambiar la vida de sus discípulos, en los que provocó una vocación que sin Celia nunca hubieran descubierto.



Este es el caso de Tadea Fuentes Vázquez, una figura esencial en la enseñanza y en la cultura almeriense, un referente para varias generaciones de alumnos, que como tantas figuras ilustres de nuestra tierra, descansa en el olvido de una ciudad a la que le cuesta reconocer a sus talentos, a no ser que lleven en el bolsillo el carnet del partido político que gobierna.



Tadea era una joven estudiante del Instituto que en los años más severos de la posguerra soñaba con hacer una carrera y dar clases de Matemáticas. Tenía claro que su destino eran los números, que se le daban bien las cuentas y no se le oscurecían ni los logaritmos ni las ecuaciones, por muchos grados que tuvieran. Pensaba que su vocación eran las ciencias exactas, hasta que un día se cruzó en su camino la figura milagrosa de Celia Viñas.



En tercero de Bachillerato conoció a la profesora catalana que acaba de aterrizar en Almería. Fue un flechazo intelectual, una revolución que le trastocó los planes y le dio un nuevo sentido a su vida. La joven Tadea, que tanto destacaba en Aritmética, probó el néctar de la poesía, que en la voz de Celia era doblemente sugestivo. Desde ese momento cambiaron sus planes y eligió un camino inesperado para todos: para su familia, para sus amigos, para sus profesores y para ella misma, que parecía estar tan convencida de su vocación.



La fiebre por las letras llegó a convertirse en una obsesión para Tadea, que en la Navidad de 1945 debutó como actriz en una de aquellas sesiones de radio teatro que se emitían por Radio Almería cuando llegaban fechas tan señaladas como las navidades o la Semana Santa. La ilustre estudiante de Matemáticas había dejado definitivamente los números para engancharse a los versos.



En 1949 era ya una de las alumnas aventajadas de Celia Viñas. Ese año, en el mes de abril, con motivo de la celebración de la Feria del Libro, se organizó un homenaje a la querida profesora del Instituto, un acto emotivo que tuvo su punto álgido cuando Tadea Fuentes pronunció una brillante conferencia sobre la poesía de Celia.



Fueron años de grandes cambios para Tadea Fuentes. La Literatura le había transformado y a ella se dedicó como si no hubiera otra cosa en la vida. Mano a mano con Celia Viñas escribió una comedia en tres actos titulada ‘La Plaza Virgen del Mar’, donde se mezclaban el verso y la prosa. La obra fue estrenada en el teatro Apolo el 24 de abril de 1949, bajo la dirección de la propia Celia Viñas y la presencia de Tadea en el cuadro de actores.



En aquellos años se puso de moda en la ciudad un programa radiofónico llamado ‘Teatro Invisible’, donde los alumnos del instituto representaban las grandes obras de los autores clásicos, bajo la batuta siempre de la profesora Celia Viña y con la presencia constante de Tadea Fuentes Vázquez, que participaba tanto en la adaptación de los guiones como sobre las tablas del escenario. Tadea, además, tenía el don de la oratoria, por lo que se la rifaban a la hora de organizar conferencias. Visitaba institutos y hasta iba por los pueblos llevando su palabra y su pensamiento a los jóvenes estudiantes.


La muerte de Celia, en 1954, fue un mazazo tremendo para Tadea Fuentes. Su ausencia la intentó cubrir ella convirtiéndose en la profesora referente de Literatura del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Almería. 


Como buena alumna de Celia Viñas, intentó transmitir a sus discípulos el amor por los libros. Más que una buena nota, lo que más valoraba la profesora era que los estudiantes salieran del instituto amando la lectura. Era amante del teatro de Lope de Vega y en poesía una profunda conocedora de la obra de Antonio Machado.


En 1956 viajó a Madrid para tomar parte en las oposiciones a cátedra de la Escuela de Magisterio, obteniendo el número uno de su promoción. Un año después contrajo matrimonio  en la iglesia de la Virgen del Mar con el abogado granadino Santiago Navarro Montoro.


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