Tapas, las de la Venta del Bacalao

Hasta los actores que venían a los rodajes pasaron por aquel templo de la Vega de Allá

Cayetano López, el histórico dueño de la venta de la Vega de Allá.
Cayetano López, el histórico dueño de la venta de la Vega de Allá.
Eduardo de Vicente
21:00 • 11 jun. 2023

El decorado no podía ser más sencillo ni tampoco más sugerente: las tripas de embutidos colgando de una púa sobre la pared principal, a la vieja usanza, con la pata de jamón mostrando todas sus excelencias a los parroquianos. Allí se iba a comer, a disfrutar de los platos en una época donde no éramos delicados y considerábamos tan saludable una ensaladilla de tomate como un trozo de morcilla a la plancha.



En la Venta del Bacalao no había un menú de degustación ni se ofrecían tapas de cortesía. Aquello era el templo de la sencillez y de las tradiciones culinarias más arraigadas en nuestra cultura. Si pedías la especialidad de la casa, que era el bacalao, con un plato ya estabas satisfecho.



El establecimiento nació como venta, al borde del sendero que comunicaba la zona de la Vega de Allá con el Mami, el río y la ciudad. Allí, en una orilla del camino, surgió en 1933 la Venta del Bacalao, que en sus orígenes fue una pequeña tienda  de comestibles que abastecía de víveres a los cortijos y servía de apeadero y de taberna a los carreros que entonces transitaban el camino que llevaba hasta Almería.



El negocio lo abrieron Pedro Rodríguez Torres y su esposa, Cecilia Galera Simón. Compró un terreno en el paraje de los Partidores y levantaron una habitación donde puso la tienda de comestibles y un mostrador que convertía también el local en una taberna donde los hombres se paraban para compartir un vaso de vino blanco.



En los años de la guerra civil la guardia de asalto ocupó una de las habitaciones de la venta para poner una oficina en la que poder vigilar el tránsito de productos que desde la vega llegaban de forma furtiva a los mercados de la ciudad. A pesar de las dificultades de aquellos tiempos, la venta permaneció abierta durante la guerra y en los años más complicados de la posguerra, cuando su propietario controlaba muchas de las cartillas de racionamiento de la barriada. 



A veces, cuando los comerciantes no presentaban los cupones del racionamiento en el plazo establecido por las autoridades, eran sancionados. Pedro Rodríguez Torres tuvo que pagar una multa de cinco duros en octubre de 1942 por este motivo en la oficina de los Servicios Provinciales de Abastecimientos y Transportes. Tras su fallecimiento, en 1957, fue su hija Francisca Rodríguez Galera la que se quedó con el negocio. Paquita tenía vocación de modista, pero al contraer matrimonio con Cayetano López López se quedó con el bar de su padre. Fue entonces cuando el viejo establecimiento del camino de los Partidores se fue convirtiendo en la Venta del Bacalao.



El bacalao fue bandera del negocio, la especialidad de la casa, gracias a las buenas manos de Paquita, que empleaba su receta secreta para prepararlo. La fama del local empezó a traspasar las fronteras de las cortijás de los alrededores hasta convertirse en un lugar de peregrinación donde iban los almerienses a disfrutar de los suculentos platos de bacalao rebozado. 



El bacalao le daba la vida y el prestigio al negocio, así que cuando el producto escaseaba en la capital, Cayetano cogía su coche y se iba a Cartagena, Alicante o Motril, en busca de los fardos de cincuenta kilos que eran el alma de su taberna. 


La fama del bacalao de la venta de los Partidores no pasó de largo para los peliculeros de los rodajes. En los tiempos de apogeo del cine en Almería, un taxista que era buen amigo de la casa, Diego Fernández García, aparecía de vez en cuando por la venta cargado de actores y trabajadores de las películas. Había días que llegaban a las cinco o a las seis de la tarde y a esa hora Cayetano y su esposa tenían que ponerse en los fogones para prepararles el plato estrella de la casa: una pieza de bacalao, dos berenjenas rebozadas, dos pimientos rebozados y una cucharada de tabernero, todo regado con los mejores vinos. 


La Venta del Bacalao llegó a ser uno de los establecimientos hosteleros más conocidos de Almería gracias al sacrificio y la constancia de sus propietarios. A las siete de la mañana ya estaba abierto para servir los ponches y las copas de los trabajadores que pasaban a la hora del desayuno y había días que tenían que cerrar después de las doce de la noche. Cayetano lo mantuvo funcionando hasta 1994, cuando a él le llegó la jubilación.


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