La fuente fue un doble acierto: primero por el trabajo que ejecutó Jesús de Perceval, que en otra demostración de genialidad se sacó de la chistera cuatro peces con cara de ogro que mostraban amenazantes una dentadura con auténticos puñales que parecían hechos para asustar a los niños.
Perceval no quiso peces bucólicos para su escultura, como hubiera sido lo lógico, sino que se decantó por peces con cara de mala leche, capaces de comerse a cualquiera. Por si acaso, los niños procurábamos no meter las manos en la boca del pescado por miedo a quedarnos mancos.
La fuente tuvo también el éxito del lugar escogido, ya que sirvió para unir a los dos grandes parques de la ciudad, que en los años cincuenta eran todavía los escenarios preferidos por los almerienses para sus ratos de ocio.
La fuente de los peces fue recibida como una bendición. Cuando la instalaron y los peces de piedra empezaron a surtir por la boca chorros de agua que no cesaban ni de día de noche, la gente programaba visitas y celebraba sus sesiones fotográficas frente a la monumental fontana, que en 1957 se convirtió en un gran espectáculo para los paseantes que frecuentaban el Parque.
Allí iban los almerienses a retratarse: las familias con los coches de los niños recién nacidos; las parejas de novios en las tardes de los domingos para sellar su enamoramiento a la vista de todos; los reclutas que bajaban del Campamento hambrientos de ciudad y se acercaban a la fuente sabiendo que por allí revoloteaban las muchachas.
La fuente fue una idea del entonces alcalde, Emilio Pérez Manzuco, para embellecer el espacio que había quedado entre los dos parques con un monumento que sirviera de nexo. En los años cincuenta, el Parque era uno de los lugares más transitados de Almería. Los domingos por la mañana, si hacía buen tiempo, media ciudad se volcaba hacia el mar buscando los espacios libres del Puerto y del Parque.
Después de la ejecución de las obras del Parque Nuevo, había quedado un espacio muerto entre ambos, en una zona estratégica por ser una puerta de entrada al andén de costa y al centro de la ciudad a través de la calle Real. Había que inventarse un monumento que uniera las dos grandes zonas verdes y que se convirtiera en referencia de los ciudadanos; con esa idea surgió el proyecto de la gran fuente que se encargó de ejecutar, íntegramente, el bueno de Perceval.
La fuente de los Peces se levantó en un solar que había quedado lleno de ruinas en los años de la guerra. Era una zona rica en historias porque allí estuvo ubicado uno de los establecimientos hosteleros más populares de la ciudad en los años veinte y treinta, el Café Miramar, que sobresalía entre las casuchas de la zona, frente a la antigua Comandancia de Marina. En la guerra toda esa zona próxima al Puerto quedó desolada y llena de destrucción. En 1940 hubo un intento de recuperar ese espacio, instalando una cruz como monumento a los caídos que sirvió de icono durante la celebración del ‘Día de la Unificación’ en abril de ese año. La cruz estuvo erguida allí durante un tiempo, hasta que se decidió que los caídos por el bando nacional merecían al menos un mausoleo y se acordó levantar uno detrás del convento de las Claras.
La construcción de la fuente humanizó la pequeña plazuela al sur de la ciudad y sirvió para unir los dos parques, tal y como se pretendía. Sin embargo, siempre tuvo que batallar contra la dura competencia de la carretera nacional que la rozaba. Enfrente de la fuente sobrevivió durante décadas un viejo surtidor de gasolina que era el mejor ejemplo del sitio estratégico que la zona representaba en el camino hacia Málaga.
La fuente de los Peces vivió sus días de gloria en los tiempos en los que la Feria se hacía en el puerto y en el Parque. En 1983, fue elegida por el artista Rafael Santiago para concursar en el cartel de Feria. Se llevó el primer premio con un dibujo de la fuente que simbolizaba el retorno del recinto ferial a la zona del Parque.
Antes, en 1978, la popular Guía Telefónica había escogido el monumental surtidor como imagen de portada. La guía la llamaba ‘la fuente del olvido’ porque según contaba, cuando la hicieron olvidaron colocar el mecanismo necesario para llevar el agua hasta los peces que la coronaban.
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