Eran los primeros años del siglo veinte, cuando la ciudad soñaba con abrirse al mar para convertir un espacio que hasta entonces destacaba por su abandono, en el barrio más atractivo y en la mejor bandera para mostrar a todos aquellos que nos visitaban, que casi siempre llegaban por barco.
Almería pretendía integrarse dentro del puerto, que aquel escenario lleno de polvo de mineral, penumbra y pobreza, se transformara gracias a un hermoso parque y a una gran avenida que partiendo desde el entonces Paseo del Príncipe llegara hasta el mismo contramuelle. Para ello, era necesario emprender una reforma integral que hiciera desaparecer muchas de las viviendas y barracas que formaban parte de aquella manzana que empezaba en el barrio de las Almadrabillas y se extendía hasta el muelle. Para conseguirlo ya se había rematado el Paseo por el sur con la Plaza Circular y con una nueva artería que desde la mencionada plaza llegaba hasta el puerto, calle que recibió el nombre de Reina Regente.
A comienzos del siglo pasado, ya se habían plantado las dos líneas de árboles que hermoseaban esta calle que descendía paralela al cauce de la Rambla hasta las primeras casas de la que en aquellos tiempos era la calle de Pescadores (hoy Parque de Nicolás Salmerón). Pero al llegar a ese punto, cuando ‘Reina Regente’ se cruzaba con la de Pescadores, aparecían un manojo de casuchas y barracones que le cortaban el paso, impidiendo que se formara esa gran avenida, tan anhelada por la ciudad, que llegara hasta el contramuelle, escenario de gran actividad comercial.
Aquel grupo de viviendas venidas a menos, formaban parte del conocido como almacén de Morrison, compuesto por un barracón donde durante años se guardaba la locomotora vieja del tren que iba hasta el puerto, y una industria dedicada a almacén de metales y a la venta de materiales para minas, cemento, sulfato de cobre y depósito de explosivos, propiedad de la firma Thomas Morrison y Compañía.
En el verano de 1907 las autoridades municipales le comunicaron al propietario del almacén que era intención del ayuntamiento emprender las obras necesarias en aquel rincón de la ciudad para convertirlo en una gran avenida. En agosto comenzaron las obras para hacer desaparecer el barracón de la locomotora, a lo que respondió el señor Morrison con una valla que cercaba aquel terreno de su propiedad.
En julio de 1908 el problema seguía enquistado, sin acuerdo para poder realizar el proyecto urbanístico que uniera la calle Reina Regente con el contramuelle. Fue entonces cuando se acordó, por parte del ayuntamiento, la expropiación del célebre almacén por la cantidad de 65.000 pesetas, noticia que era recibida con alborozo por la prensa local: “Una vez que se derribe el almacén la calle de Reina Regente será espléndida y se recorrerá y se verá todo su trayecto desde la Plaza de Emilio Pérez al morro de Levante”.
Antes de que terminara el verano entraron las piquetas y en unas semanas despejaron el lugar, dejándolo libre para la expansión de la gran avenida desde la calle de Reina Regente. Pero como suele ocurrir con frecuencia en Almería, cada vez que se trata de llevar a cabo una gran obra, una vez derribado el almacén de Morrison, allí se quedó el solar y ese tramo que pretendía formar parte de la nueva calle, se quedó convertido en un erial.
En febrero de 1909 el periódico La Crónica Meridional denunciaba las promesas incumplidas: “Se dijo que aquella amplia entrada de nuestro puerto iba a ser adoquinada, parte por la Junta de Obras del Puerto, y parte por el municipio. Todo el mundo recibió muy bien esta promesa de reforma, pues así desaparecería el sucio polvo que en el verano lo hace intransitable, pero no vemos puesta en practica la mejora”.
Tras el derribo del almacén y la apertura de la nueva avenida, la ciudad abordó también, dentro del proyecto de enbellecimiento del barrio, los acuerdos de expropiación de las casas que aparecían en la parte sur de la calle de Pescadores para que las importantes calles de Arapiles, Martínez Campos, Álvarez de Castro y Trinidad, tuvieran una salida despejada al andén de costa.
El almacén de Morrison estaba en la calle de Pescadores, al sur de la calle Reina Regente y junto al muro de la Rambla
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