La acera de Venus, Singer y Segura

Eran los comercios mejor situados en la Puerta de Purchena

Tres jóvenes paseando delante de la fachada de Segura, Venus y Singer, en el corazón de la Puerta de Purchena.
Tres jóvenes paseando delante de la fachada de Segura, Venus y Singer, en el corazón de la Puerta de Purchena.
Eduardo de Vicente
09:10 • 29 jun. 2023

Almacenes Segura me parecía una tienda infinita que la mirada de un niño no podía dominar. Te colocabas en la puerta y los ojos se veían impotentes para abarcar tantas sensaciones, con aquellos escaparates sugerentes que te invitaban a comerte el cristal y con aquel espacio interior interminable que se prolongaba como una cueva hasta el fondo de la trastienda.



La magia de aquel lugar era su frondosidad. Parecía un bosque con los juguetes suspendidos del techo como frutos colgando de un árbol; con aquellas viejas estanterías de madera en las que se acababa perdiendo la mirada en un horizonte imposible de enfocar: tenían mil huecos y mil cajones donde las dependientas guardaban en un orden perfecto las bobinas de hilo, los surtidos de botones, los juegos de tijeras y dedales, cualquier cosa que uno pudiera imaginar.



Abriéndose paso entre maderos de la estantería aparecía el hueco de una puerta por donde se accedía al mostrador interior y al despacho del propietario, donde las montañas de facturas se habían ido acumulando por estratos encima de la mesa principal. En la pared destacaba una caja fuerte como las que se veían en las películas donde se depositaba el dinero que había que usar a diario para afrontar el pago a los proveedores.



El mostrador interior formaba parte da la trastienda, que por sí misma representaba un segundo establecimiento. Allí se despachaban las ventas al por mayor, que eran uno de los motores principales del negocio. Los pequeños comerciantes de los pueblos iban directamente al mostrador de la trastienda para encargar sus pedidos y llevarse género para un par de meses. 



A comienzos de los años 50, Almacenes Segura compartía el andén principal de la Puerta de Purchena con negocios tan importantes como la Casa Singer y la perfumería Venus, que ocupaban ese punto estratégico donde se organizaba una parte de la vida social de la ciudad cuando era costumbre citarse en la Puerta de Purchena y hacer corrillos en su acera como si fuera la plaza de un pueblo. Aquel escenario congregaba tal cantidad de gente a lo largo del día que era uno de los lugares estratégicos donde se colocaban los fotógrafos ambulantes para buscar el negocio y  retratar la vida de la gente. 



En muchas de esas fotos aparecía, en un segundo plano, situando la escena, una fachada con la firma comercial Singer pintada con letras gigantes sobre la persiana.  Era el local de la casa de máquinas de coser más importante y de mayor prestigio de aquellos tiempos, un establecimiento que era mucho más que un negocio, un lugar de referencia para varias generaciones de mujeres de Almería que allí cumplieron su sueño de tener una máquina de coser americana y allí aprendieron los secretos del bordado moderno. Era tienda, taller de reparación y academia donde las muchachas aprendían todos los secretos del bordado y donde muchas jóvenes de aquel tiempo se hicieron su ajuar de novias. 



Entre Almacenes Segura y las máquinas de coser, aparecía otro establecimiento que hizo historia en la ciudad, la perfumería Venus. En aquellos tiempos, ‘La Venus’ era propiedad del empresario Rogelio Martínez, aunque detrás del mostrador siempre estaban sus hijas Virginia y Pepita. La primera, a la que todo el mundo conocía con el apodo de ‘Vinita’, era el alma del establecimiento. Su sitio estaba detrás del mostrador, arreglando las carreras de las medias a la luz de un flexo. Cuántas horas se pasó aquella mujer pillando medias, en una época en las que tener unas de seda era un lujo. Cuando a finales de los años cuarenta empezaron a llegar las medias de nailon, la perfumería La Venus fue de las primeras que las puso de moda en la ciudad, aunque batallaba con la dura competencia que entonces suponía el estraperlo de la Posada del Mar, donde los expertos en el mercado negro las traían en el barco de Melilla a precios más baratos.



La acera de Segura, Venus y Singer era el territorio del comercio tranquilo y de la vida sosegada, mientras que la acera de enfrente, la del cañillo del agua, latía con un pulso distinto a la sombra de grandes negocios como el bar Imperial y Calzados Misterio, pero marcada también por la presencia de los carrillos ambulantes y los vendedores del trapicheo.


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