El primer alcalde de Franco

Vicente Navarro Gay presidió el ayuntamiento desde que acabó la guerra hasta 1943

Vicente Navarro Gay, con boina azul y bastón de mando, presidiendo un acto falangista delante de la Catedral.
Vicente Navarro Gay, con boina azul y bastón de mando, presidiendo un acto falangista delante de la Catedral.
Eduardo de Vicente
20:23 • 03 ago. 2023

Vicente Navarro Gay pasó a la historia por ser el primer alcalde que tuvo Almería al terminar la guerra civil. Pertenecía a una de las familias más influyentes de la ciudad: su padre, Juan de la Cruz Navarro de Haro, era un rico terrateniente que destacó, además de por su fortuna, por su compromiso religioso en los años más complicados de la República, siendo uno de los fundadores, en 1936, de la Junta Diocesana de Acción Católica.



Siguiendo los pasos de su padre, Vicente Navarro Gay estuvo desde niño vinculado a la Iglesia, devoción que compaginó con los estudios. Fue un brillante alumno, primero en el Instituto y más tarde en la escuela de ingenieros de Bilbao, donde ingresó en 1918.



En los años de la República fue nombrado ingeniero jefe de Campsa y participó activamente en la vida política, llegando a ocupar el puesto de concejal. Aquella experiencia en el ayuntamiento y el formar parte de una familia derechista y cristiana, con gran arraigo en la ciudad, fueron fundamentales para que nada más terminar la guerra se convirtiera en el primer alcalde franquista de Almería.



Su etapa al frente del municipio no fue un camino de rosas. La ciudad había sido derrotada, la muerte había tocado en la puerta de miles de almerienses y el miedo a las represalias y al hambre estaban presente en casi todas las familias. Todo estaba por hacer en aquella Almería que se encontró Vicente Navarro Gay en la primavera de 1939. Uno de sus primeros actos oficiales, donde fue aclamado por la multitud, fue el traslado de la imagen de la Virgen del Mar desde la casa donde había estado escondida hasta el convento de los dominicos.



En sus primeros meses de gobierno no paró de publicar bandos y de tomar medidas para poner orden en medio del caos. Hizo obligatorio el saludo a la bandera: cuando un vecino pasaba por delante de algún centro oficial en el momento de izar o de bajar la enseña nacional, estaba obligado a detenerse y permanecer en la posición de saludo. 



En su afán de controlar las actividades económicas que se escapaban al control fiscal tomó algunas medidas antipopulares que no llegaron a ser aceptadas por la población. El uno de abril de 1940 prohibió expender la leche en las casas particulares y obligó a los dueños de los rebaños de cabras a llevar el ganado a las nuevas paradas que él mismo estableció.



Vicente Navarro Gay ordenó colgar un bando en las fachadas prohibiendo terminantemente la venta ambulante de toda clase de artículos y alimentos, incluyendo el pescado. En el escrito se hacía hincapié en que se consideraban infractores tanto al que vendía como al que compraba y se animaba a los vecinos a que se convirtieran en inspectores de policía, denunciando este tipo de comercio ilegal. Comenzaba así el negocio del estraperlo, la venta ambulante por las esquinas, aquel mercado furtivo de mujeres enlutadas que vendían en los alrededores esquivando la vigilancia de los municipales. Abundaban las prohibiciones y las multas eran constantes para todo aquel que violara alguna de las férreas normas de convivencia que se establecieron. 



A Vicente Navarro Gay le debe la ciudad el primer censo de limpiabotas que tuvo Almería, la compra de los terrenos para construir la nueva prisión en la carretera de Níjar, la puesta en funcionamiento de los depósitos de agua de la Pipa y la primera paga extraordinaria que cobraron los funcionarios municipales. Su mandato coincidió con el de los años más crudos de la posguerra, cuando menos recursos había y cuando más apretaba el hambre.


Uno de sus últimos actos fue preparar el recibimiento a Franco en la primera visita que hacía como jefe del Estado a la ciudad de Almería en el mes de mayo de 1943. Vicente Navarro Gay fue el que dio la orden para que se retirara de la Plaza Vieja el cenotafio de los mártires de la libertad, cuyas piedras fueron depositadas en un rincón de la Plaza de Pavía. El alcalde dirigió una alocución a la ciudad, unos días antes de la llegada del Caudillo, diciendo: “Todo se lo debemos al Caudillo invicto, pero Almería le debe además la adopción de nuestra ciudad en singular y generosa distinción para dar hogar al necesitado, y esto no lo podemos agradecer sino es demostrándolo con un recibimiento grandioso. Franco para Almería es más que un padre que la protege”.


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