El adiós del Regimiento de la Corona

El 5 de julio de 1931 fueron trasladadas a Valencia las últimas tropas del cuartel

En 1922 el Rey, Alfonso XIII, imponía la medalla al Mérito Militar al regimiento de Almería.
En 1922 el Rey, Alfonso XIII, imponía la medalla al Mérito Militar al regimiento de Almería.
Eduardo de Vicente
19:25 • 08 ago. 2023

El domingo 5 de julio de 1931 abandonaron la ciudad las últimas tropas del Regimiento de la Corona, que por Orden del Ministerio de Guerra se trasladaban definitivamente a Valencia. La reforma del ejército dejaba desguarnecida a una ciudad que desde la guerra de África estaba unida sentimentalmente a unos soldados que habían participado y en muchos casos se habían dejado la vida en defensa de la patria.



Poco después de que las campanas de la Catedral dieran las doce del mediodía, los soldados y oficiales partieron desde el cuartel de la Misericordia rumbo a la estación donde los esperaba un tren militar. No hubo ningún gesto de despedida: los militares, sin ruido y sin música, atravesaron las calles en un silencio sobrecogedor que acentuaba el triste sonido de las pisadas sobre el adoquinado. Un pelotón formado por chiquillos y por vecinos, se iba uniendo a la comitiva que fue despedida en el andén por un centenar de almerienses, entre los que no se encontraban las principales autoridades civiles.



La marcha del glorioso Regimiento de la Corona dejaba desguarnecida la ciudad sin que se entendiera el motivo de esta medida, teniendo en cuenta que en otras plazas militares que no reunían las condiciones estratégicas ni logísticas que tenía la nuestra, se habían respetado e incluso aumentado las tropas. Decía la prensa de aquellos días que tal vez el problema mayor había que buscarlo en casa, en que los almerienses no habíamos estado a la altura ni habíamos sabido defender suficientemente nuestros intereses. 



El traslado de los soldados nos dejó más solos que nunca y de nuevo volvimos a sentir esa sensación de aislamiento que nos condenaba a formar parte de lo que llamaban el culo de España. Se iban los soldados y nos quedábamos sordos y mudos, como si nos arrancaran un pedazo del corazón, de ese corazón que latía en el cuartel de la Misericordia desde que en el año 1919 el general Luque, entonces ministro de Guerra, impulsó el proyecto de dotar a nuestra capital de un regimiento que la guarneciese.






Atendiendo a necesidades estratégicas, por ser Almería un paso fundamental hacia África, nos fue concedido un regimiento, que con el nombre de la Corona y el número 71 se formó a base de siete compañías de los regimientos de Mallorca, España, Córdoba, Princesa, Vizcaya, Guadalajara y Sevilla.



Desde su incorporación al cuartel, los soldados del regimiento se integraron en la ciudad no solo para protegerla, sino también para darle vida, ya que con más de quinientos hombres viviendo allí permanentemente, más que un cuartel militar, el de la Misericordia era una ciudad metida con calzador en el corazón de Almería. No es de extrañar que su marcha causara tan alta consternación en todos los sectores, desde los vecinos y los comercios cercanos, hasta los corazones de las muchachas que soñaban con el amor de uno de aquellos jóvenes uniformados.



Los niños en los colegios se sabían de memoria las hazañas del invicto regimiento en su campaña de África, lo que ocurrió aquel 31 de agosto de 1921 cuando nuestras tropas tocaron la gloria en el célebre convoy a Casabona, en el que defendiendo un camión blindado y ante fuerzas moras que los doblaban en número, los soldados de Almería protagonizaron un ataque a la bayoneta causando grandes bajas en el enemigo, mereciendo ser citados en la Orden General del Ejército como batallón muy distinguido.


Después vinieron las actuaciones heroicas de Tizza, Nador, Monte Arruit, nombres que quedaron grabados en la memoria de la ciudad. El 15 de agosto de 1922, cuando el batallón regresó a Almería en el vapor Guillén Soroya, toda la ciudad salió a darle la bienvenida y a pasear su gloria por las principales calles, desde el templo de la Patrona al Paseo. El comportamiento de ‘Los niños de la corona’, que así fueron bautizados por los almerienses, no pasó desapercibido para el Rey Alfonso XIII, que en diciembre de 1922 vino personalmente para premiar el heroísmo de nuestros valientes militares, concediendo a su bandera el máximo galardón, la Medalla Militar, que por primera vez fue otorgada a un regimiento de artillería.


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