Aquello fue una tragedia. Cuando el entonces Gobernador civil de Almería, Joaquín Gias Jové, le dio la noticia al alcalde de que ese año la Feria tenía que cambiar obligatoriamente de escenario, la mala nueva corrió como la pólvora por los despachos municipales y una sensación de desastre se fue extendiendo por todos los rincones de la casa consistorial.
La comunicación del señor gobernador, con fecha 12 de julio de 1975, daba cuenta de la imposibilidad de que ese año el Real de la Feria fuera instalado en el puerto como era tradición en la ciudad. El comunicado extendía también la prohibición a las calles Reina Regente, Parque y Carretera de Málaga. Faltaba poco más de un mes para que empezaran a encenderse las luces extraordinarias del Paseo cuando el gobernador salía por peteneras para complicarle la vida a José Luis Pérez-Ugena, como alcalde, y a toda su corporación.
Alguien se había cansado de que la Feria cortara la vida del puerto y la Carretera Nacional 340 durante diez días y obligó a las autoridades a tener que buscar, deprisa y corriendo, otra ubicación, sabiendo de antemano que este cambio era una afrenta histórica para miles de almerienses, que presumían con orgullo de tener la Feria metida en el patio de sus casas. Llegabas a la Puerta Purchena o bajabas la calle Real o la de la Reina, y ya estabas instalado en el corazón de la fiesta sin necesidad de coger un coche y con la sensación de que todo lo tenías al alcance de la mano.
De los cerca de tres años que el señor Pérez-Ugena estuvo al frente del Ayuntamiento de Almería, este fue uno de los momentos más complicados que tuvo que afrontar, ya que en apenas siete días se tuvo que inventar el nuevo escenario para los festejos de agosto, que ese año terminaron en el exilio obligatorio de lo que entonces era el proyecto del Paseo Marítimo, en ese tramo que iba desde Villa Trina hasta la Térmica del Zapillo. Como era de esperar, el traslado resultó caótico y las críticas acabaron minando la moral del alcalde, que se tuvo que comer un marrón del que no era responsable.
José Luis Pérez-Ugena y Sintas fue el último alcalde que llegó al sillón con Franco todavía vivo. Había nacido en Vera en el año 1927 y en su juventud fue un estudiante brillante, licenciándose en Derecho en la Universidad de Madrid, en 1949. Además de su vocación por los libros atesoraba una marcada afición por lo militar, por lo que ingresó en el cuerpo de Intervención para prestar sus servicios en varios destinos, entre otros, Canarias y Baleares. En 1961 fue ascendido a comandante y destinado a Almería a la Jefatura de Servicios de Intervención del Ejército, donde estuvo durante diez años, hasta que a comienzos de la década de los setenta probó el néctar de la política. En julio de 1971 tomó posesión de la delegación de Educación Física y Deportes, cargo que desempeñó durante dos años.
A lo largo de su mandato se pusieron los cimientos del pabellón de deportes y se vivió la segundad edad dorada del boxeo almeriense, en aquellas inolvidables veladas que se celebraban los fines de semana en la nave municipal del parque de bomberos. Su experiencia en la delegación le abrió las puertas del ayuntamiento y en agosto de 1973 fue elegido Alcalde de Almería por decreto del Ministro de Gobernación, sustituyendo a Francisco Gómez Angulo.
En su etapa en la alcaldía, Pérez-Ugena tuvo que sufrir no solo la escasez de agua que todos los veranos castigaba a los almerienses con cortes frecuentes, sino también la falta de recursos económicos para poder mejorar la ciudad. A él le tocó vivir los duros momentos del asesinato de Carrero Blanco, convirtiéndose en el primer alcalde de la historia que sin una epidemia por delante ordenó el cierre obligatorio de los bares en señal de luto.
A Pérez-Ugena le tocó inaugurar la Avenida del Mediterráneo, que en su origen llevó el nombre del almirante Carrero Blanco y fue uno de los promotores del último acto multitudinario de exaltación al franquismo que se celebró en Almería, allá por la primavera de 1974. El entonces Gobernador civil, Joaquín Gías Jové, movió todos los hilos que estaban en su mano para que la ciudad se volcara en un acto de exaltación al régimen. En colaboración con el alcalde, José Luis Pérez-Ugena y con el General Gobernador de la Plaza, Benito Gómez Oliveros, organizó un acontecimiento supremo basado en mostrar a los almerienses que el franquismo estaba todavía muy vivo y que la patria se sustentaba en la fuerza inquebrantable del ejército, que aquella mañana de marzo estuvo presente en las calles de Almería para disipar cualquier duda de fragilidad y de ruptura.
Dicen, los que lo conocieron, que José Luis Pérez-Ugena y Sintas nunca se sintió realizado en la política y que cuando dejó la alcaldía, en enero de 1976, se quitó un peso de encima. Lo sustituyó en el cargo Rafael Monterreal, que fue elegido alcalde en unas elecciones cerradas en las que solo participaron los tenientes de alcalde y los concejales.
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