El marketing era tan rudimentario, tan primitivo, que cuando venía un circo a la ciudad salían los propios payasos y el hombre bala repartiendo octavillas por el Paseo para anunciar el espectáculo. Quién no se acuerda de nuestro querido Pepe el Habichuela haciendo de hombre anuncio, vestido de pistolero con la publicidad de los cines de Juan Asensio en aquellas carteleras de las películas que le cubrían el cuerpo.
En el mundo del fútbol la publicidad era estática de verdad, estática y caótica, y no pasaba de aquellas vallas metálicas donde siempre aparecían los mismos anunciantes: Bazar Almería, Marín Rosa, la cerveza que estuviera de moda entonces y las tiendas de frigoríficos y las lavadoras.
Las vallas servían también como objeto de animación y de protesta, ya que los hinchas las solían utilizar a menudo como tambor para animar a su equipo o para reclamarle al árbitro y a los jueces de línea un penalti no pitado. Las vallas del estadio de la Falange se iban haciendo viejas y llegaba el día en que de tanto traqueteo y del paso del tiempo, se iban venciendo hasta terminar dobladas o tiradas en el suelo.
Casi toda la tramoya publicitaria que movía el fútbol estaba bañada de un barniz de posguerra, como si el tiempo no hubiera pasado. En los años 70 todavía se utilizaba, para anunciar el partido del domingo, el coche del directivo al que se le ataba en el techo un par de altavoces y se iba por las calles dando la tabarra mañana, tarde y noche voceando el partido mientras sonaba una marcha militar de las que levantaban el ánimo. “Aficionados, todos al fútbol. Tu equipo te necesita ahora más que nunca. Contamos contigo”, decía la voz del locutor en su recorrido por las principales avenidas, seguido a de un ejército de niños de los que en aquellos tiempos se unían a todo lo que se moviera e hiciera ruido.
Los partidos de fútbol se anunciaban también tirando octavillas por las calles, hasta que el ayuntamiento prohibió este tipo de marketing. Lo más recurrido, al margen del coche y los altavoces, era el típico cartel que decoraba las paredes de los bares y de las peluquerías. Algunos tenían un toque artístico y a los niños nos gustaba coleccionarlos. Se adornaban con una imagen llamativa: una parada de un portero o un remate de cabeza del delantero centro, con los escudos de los contendientes y una estampa fundida de un campo de fútbol.
Recuerdo, cuando era niño, que en el estadio de la Falange, en la época de la A.D. Almería, solían anunciar por los altavoces el próximo partido y lo emocionante que era cuando se trataba de un compromiso de Copa del Generalísimo que estaba a la vuelta de la esquina. La Copa nos gustaba mucho, porque rompía la monotonía de la Liga y nos regalaba toda la épica del fútbol en partidos que se jugaban a todo o nada.
Los anuncios nos rodeaban por las calles y estaban presentes en las fachadas de los edificios. En su época fue muy famosa la publicidad del balneario de San Miguel, que rodeaba el edificio por todos sus costados.
Las principales firmas comerciales de Almería estaban presentes a lo largo de las fachadas del recinto: los Almacenes el Águila del Paseo; la Dulce Alianza, que además de sus productos de confitería y bombonería anunciaba sus comestibles finos; los Muebles Rabriju de la calle Hernán Cortés; la Casa Ciclista López; la prestigiosa agencia de transportes Páez, en el Paseo de San Luis; la tintorería La Española en el Paseo; los almacenes de artículos de regalos de La Merced, en la calle Real; los tejidos de Rosaflor, que todavía siguen abiertos frente a la iglesia de Santiago; la histórica tienda de tejidos y confecciones de la Pajarita; el gran bazar de juguetes de La Giralda, y muchos otros comercios que estaban expuestos en aquellos carteles que requerían de un gran trabajo artístico. Cada uno de los anuncios del balneario se confeccionaba de forma manual, con un pintor con mano de artista que a base de pintura y pincel iba trazando el dibujo y las letras que exigía el cliente.
Todos los años, cuando se acercaba el verano, los pintores empezaban su trabajo en las paredes del balneario, dándole vida a los anuncios que repetían una temporada más y creando los nuevos que se habían contratado.
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