El auténtico hombre de las motos

Carlos Escaso ha sido uno de los grandes mecánicos de Almería y un ‘loco’ del motor

Carlos Escaso recibiendo una copa después de haber ganado una carrera.
Carlos Escaso recibiendo una copa después de haber ganado una carrera.
Eduardo de Vicente
21:55 • 08 oct. 2023

El olor a gasolina fue el perfume de su infancia, el que se le quedó grabado en la memoria cuando todavía no tenía edad de ordenar los recuerdos. El ruido de los motores era para él la melodía con la que se quedaba dormido cuando su madre le daba de comer. Las motos y su universo formaron parte de sus primeras emociones y se quedaron tan grabadas en su alma que se convirtieron en la pasión de su vida.



Carlos Escaso nació en Pontevedra en 1937. Tenía cinco años cuando se vino a Almería con su familia al ser trasladado su padre al cuartel de la Guardia Civil para ejercer el oficio de mecánico. Era el que arreglaba las motos del parque móvil y el que se encargaba de tenerlas a punto para que las parejas pudieran salir a patrullar por las carreteras. Carlos fue creciendo en ese ambiente de motores y olor a grasa y así, viendo trabajar a su padre, entre juegos y bromas, se fue impregnando de un sentimiento que se convirtió en una pasión irrefrenable por las motos. 









Cuando en el año 1942 llegó a Almería, la familia se instaló en una vivienda del barrio de las Chocillas, en la manzana que formaba la fábrica de harinas de Manuel Gázquez Pascual, el gran empresario de la zona que además de la factoría y de las viviendas del lugar,  era el dueño de la tienda de comestibles y de la panadería. Sus primeros años en Almería se desarrollaron en torno a la escuela que llevaban las monjas del manicomio. Los años de estudio fueron cortos y pronto entendió que su vocación no eran los libros, sino aquel mundo de tornillos, tuercas, cadenas y rugidos de motores que había ido queriendo desde que veía a su padre arreglar las motos de la Guardia Civil.  Era todavía un muchacho cuando le dijo al padre que quería aprender su oficio. Su primer destino fue el taller que el mecánico Miguel Tapia tenía en la zona de la calle de Trajano, enfrente del sanatorio de don Eusebio Álvaro. Aquí adquirió los primeros conocimientos técnicos hasta que en 1955 firmó un contrato de aprendizaje con Alfonso Pérez Fernández, el dueño del célebre garaje Permañán, de la calle Álvarez de Castro. Allí se forjó definitivamente como mecánico profesional a fuerza de trabajar sin descanso arreglando camiones y turismos. 



En el taller de la calle Álvarez de Castro pasó sus años más fructíferos de aprendizaje, siempre en contacto con los motores  que desde niño eran la gran pasión de su vida. Arreglaba coches y camiones, pero su vocación lo inclinaba a las motos, por lo que cada vez que tenía oportunidad pedía una prestada y salía a competir en alguna de las pruebas que entonces se celebraban casi siempre coincidiendo con la Feria. 



En agosto de 1959, Carlos Escaso debutó en una prueba de habilidad de Educación y Descanso. Allí tuvo su primera toma de contacto con algunos de los pilotos almerienses más destacados como Francisco Romero, Juan Fernández, José Moreno, José López Rubio, Juan Sagredo y Modesto Fernández. 



Para la Feria de ese mismo año, las autoridades programaron una prueba llena de atractivos que consistía en un circuito que partiendo del centro de la ciudad recorriera las empinadas y duras cuestas de tierra que llegaban hasta los mismos pies del Santo, en el Cerro de San Cristóbal. Aquel escenario acabó convirtiéndose en una referencia y durante años se estuvieron organizando allí carreras y pruebas de habilidad. También participó en el motocross que se hacía en el cauce de la Rambla y en las pruebas de velocidad que recorrían el Parque, el Paseo y los dos malecones de la Rambla. Como no tenía capacidad económica para tener su propia máquina, Escaso recurría a casas tan prestigiosas como Ferriz Automoción y Luis Conteras, que de forma generosa les prestaban las motos que el piloto se encargaba de poner a punto para la competición. De aquellos primeros años recuerda a pilotos importantes como Luis López, Juan Vita, Eduardo Verdejo y Antonio Gómez. 


Las motos eran su vida. Con ellas competía y con ellas se ganaba el pan de cada día. En 1955 puso su primer taller al lado del Hospital y cuatro años después montó el definitivo en un local de la calle de Cangargüelles.


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