Si no se hubiera derribado, el cine Hesperia hubiera cumplido ahora un siglo de vida. Cuando se inauguró, el 11 de noviembre de 1923, fue recibido como un gran acontecimiento en la ciudad, ya que se trataba de un gran local destinado a las actuaciones artísticas y sobre todo, al cine que entonces estaba empezando a convertirse en una revolución.
El Gran Salón Hesperia, como se llamaba oficialmente, nació en la calle General Segura, entre el Paseo del Príncipe y el muro de la Rambla. En sus orígenes, presentaba un aforo impresionante, con mil seiscientas treinta y cinco localidades repartidas en varias alturas. Tenía un inmenso patio de butacas separado por tres pasillos, con cuatrocientos noventa asientos; tenía un hermoso anfiteatro con capacidad para trescientos treinta y siete espectadores y unas gradas de general o gallinero con cuatrocientos cincuenta asientos en bancos corridos. Además contaba con un espacio de butacas principales con ciento veinticinco asientos, con treinta y ocho sillas delanteras en el anfiteatro, dieciséis plateas con cinco butacas cada una, dieciséis palcos también con cinco butacas y con treinta y cinco delanteras de butacas principales.
Por motivos de seguridad, la capacidad del cine Hesperia se fue reduciendo, primero en los años de la posguerra cuando se construyeron urinarios en el piso bajo y en el principal, y después en los años sesenta, cuando la autoridad obligó a quitar butacas, y los asientos ya no pasaban de mil.
El Salón Hesperia llevaba impregnada en sus viejas tablas, en las cortinas de la entrada, en sus desgastadas butacas de madera, en los recovecos de sus palcos, un trozo de la historia de la ciudad que se fue acumulando durante años para formar la memoria de un tiempo. Este local de cine fue protagonista de uno de los periodos más convulsos de la historia de España. Se inauguró el domingo 11 de noviembre de 1923 con la dictadura de Primo de Rivera recién estrenada, con un lleno absoluto para presenciar la película de cine mudo ‘Reina por el pueblo’. Desde sus comienzos, el Hesperia estuvo muy vinculado al pulso de la vida social de la ciudad, abierto siempre a actos políticos y a sesiones benéficas.
En marzo de 1926, en plena guerra del Rif, la sala del Hesperia acogió una película producida por el Estado Mayor sobre la toma de Alhucemas por las tropas españolas. El fin de esta proyección era la de recaudar fondos a beneficio de la Cruz Roja. La cantidad recaudada ascendió a 128 pesetas. La cinta se exhibió también en los cines de Dalias, Berja, Huércal Overa, Cuevas y Vera.
Durante los años de la República, el Hesperia se convirtió en el local más popular de la ciudad donde además de proyectar cine y ofrecer todo tipo de espectáculos artísticos, fue sede de multitudinarias reuniones políticas. Los domingos se llenaba en todas sus sesiones con los estrenos que la empresa traía. El más recordado por el impacto que tuvo en la ciudad, fue el de la película ‘Morena Clara’, el once de abril de 1936. Almería acababa de salir de los silencios de la Semana Santa, cuando los cines cerraban para respetar la religiosidad del Jueves y el Viernes Santo, y tenía ganas de volver a la diversión. El Sábado de Gloria aparecieron en la fachada del cine de la calle General Segura, los carteles que anunciaban el gran estreno de ‘Morena Clara’, con las dos grandes estrellas del momento: Imperio Argentina y Miguel Ligero.
El Hesperia funcionó con éxito en aquellos años superando la popularidad del Cervantes. La empresa llegó a montar una terraza para el verano, cuando la sala de invierno tenía que cerrar sus puertas debido al sofocante calor que se acumulaba en el interior. En 1934 apareció la terraza Hesperia, que en su origen nació en un solar junto al puente de la Avenida de la Estación.
En los años de la Guerra Civil siguió funcionando, aunque ya no llegaban películas de estreno, sino proyecciones vinculadas con las hazañas del ejército republicano y mítines políticos para fortalecer la moral de la población. En febrero de 1937, cuando miles de malagueños abandonaron su ciudad tras ser tomada por las tropas franquistas, la gran sala del cine Hesperia sirvió de refugio temporal para cientos de estos exiliados que llegaron a Almería huyendo de la represión.
El Salón Hesperia fue también el cine más popular en los años de la posguerra. Aquella sala a la que le chirriaba la madera, aquel local que olía a zotal y a colonia barata, donde se vendían vasos de agua y papas de menta a perrilla, llevaba grabada en el alma toda la atmósfera gris de las tardes de domingo, cuando la juventud, con el dinero justo para la entrada y para un paquete de cacahuetes, no tenía otra ilusión que meterse en el cine. El Salón Hesperia formó parte de nuestras vidas hasta finales de los años setenta, cuando tuvo que cerrar. Aquel edificio por el que pasaron tantas generaciones de almerienses fue derribado a comienzos de 1981.
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