Qué significaban aquellas pérgolas de ladrillo que se construyeron en los años de la posguerra cuando se puso en marcha el proyecto del llamado Parque Nuevo. Qué sentido tenía aquella construcción cerrada en medio de un escenario tan abierto.
Las pérgolas o arcadas remataban el Parque Nuevo por el costado de levante, en un punto estratégico donde desembocaban algunas de las vías más importantes de la ciudad y el tráfico empezaba a ser insoportable. Por allí pasaban los coches que bajaban del Paseo y de la Rambla, los que venían del Camino de Ronda hacia la ciudad y todo el tráfico de la Carretera de Málaga.
El sentido de las pérgolas fue proteger el Parque, aislarlo de los ruidos y del bullicio de los coches, que si bien en los años cincuenta no era un problema aún, se hizo insostenible una década después. Las pérgolas le dieron intimidad al Parque Nuevo, fue como rodear aquel tramo y cubrirlo con una cápsula de ladrillo y vegetación que preservaba ese alma de lugar tranquilo que debe de tener cualquier parque.
Es verdad que esa condición de espacio reservado que surgió de las pérgolas sirvió como madriguera a las parejas que al caer la noche se perdían entre sus sombras y que fueron muchas las quejas del vecindario, pero lo que es irrefutable es que el Parque Nuevo perdió parte de su esencia cuando las derribaron. En los últimos tiempos, cuando la ciudad avanzaba y la Carretera de Málaga asfixiaba, las pérgolas convivieron con el progreso en forma de ladrillo y hormigón que vino de la mano del Gran Hotel y del edificio de Trino, que se construyeron enfrente.
Aquellas pérgolas nacieron como uno de los símbolos principales del Parque Nuevo cuando en los primeros años de la posguerra las autoridades retomaron la vieja idea de ampliar el antiguo Parque de Alfonso XIII. En el plan de reconstrucción de Almería, elaborado por la Jefatura Provincial de Falange, figuraba la construcción del Parque Nuevo a lo largo de la calle Aguilar Martell.
En marzo de 1942, se publicó un comunicado oficial en el diario Yugo anunciando el inminente comienzo de las obras: “Concedida la autorización de la Dirección General de Puertos y Señales Marítimas, la Jefatura Provincial del Movimiento ha puesto en ejecución su iniciativa de embellecer la parte sur de la ciudad, en la zona que comprende la desembocadura de la calle Real (ocupada antiguamente por el edificio de la Comandancia de Marina) hasta el puente de las Almadrabillas”.
En el proyecto inicial de la ampliación del Parque estaba previsto colocar un busto de José Antonio Primo de Rivera en la zona de unión del Parque Viejo con el que se iba a construir, pero no llegó a realizarse.
A finales de marzo de 1942 ya se estaban plantando los árboles a todo lo largo de la calle de Aguilar Martell, con dos filas de palmeras y otras dos de plátanos orientales y ficus alternados. La ampliación del Parque cerca de medio kilómetro, contemplaba la construcción de un pabellón para los conciertos de la Banda de Música, una zona destinada al recreo de niños y una fuente luminosa en el punto de enlace con el Parque Viejo.
Tras varios años de obras, fue en la Feria de 1949 cuando los almerienses pudieron disfrutar del Parque Nuevo en todo su esplendor. A pesar de la escasez de luz, el Parque Nuevo presentó un artístico alumbrado, con todos los jardines adornados así como las arcadas o pérgolas que culminaban el recinto por la zona de levante.
Aquella estructura sobrevivió durante dos décadas, hasta que en los albores de la década de los años setenta se decidió modernizar todo aquel entorno tomando como pretexto la organización en Almería de la Semana Naval. En esa época el parque estaba unido física y sentimentalmente con el puerto. Los separaba la Carretera Nacional que no tenía el tráfico que sufre ahora y era un camino que se podía cruzar sin grandes esperas.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/266743/las-pergolas-y-la-intimidad-del-parque