Sebastiana Paniagua está desesperada y es que mandar a su nieta al colegio cada día supone una odisea. "Mi nieta tiene un 47% de discapacidad, y aunque es bien lúcida necesita unas condiciones un poco diferentes para desarrollar su vida con normalidad", cuenta Sebastiana.
La chica de 15 años vive en Roquetas de Mar y necesita desplazarse cada día al IES Villa de Vícar porque es el único centro donde aún quedaban plazas libres en un aula de educación especial cuando comenzó el curso. Para ello, ha de superar una distancia de 15 kilómetros y afrontar dos transbordos en transporte público que suponen en total una hora de recorrido que ha de realizar sola.
Si bien, a principios de curso se le adjudicó un transporte especial para que justo no tuviera que atravesar estas dificultades, esta posibilidad se esfumó cuando su familia cambió de domicilio. "Antes vivíamos en otra dirección para la que tramitamos la petición de transporte desde el colegio para la que sí que se dio una aprobación. No obstante, tuvimos que cambiar de domicilio, lo que conllevó realizar la tramitación para el transporte de nuevo, que en este caso fue denegada y se nos sugirió empezar una tercer tramitación para el curso próximo", especifica la abuela de la quinceañera.
La ausencia de la posibilidad de que un transporte recoja a la joven cerca de su casa y la lleve hasta las puertas del mismo colegio ha acarreado varios problemas a la familia, y es que a pesar de que la chica haya aprendido a realizar su ruta ella sola, el transporte urbano no es una ciencia exacta y las distracciones en ocasiones puede jugar malas pasadas.
"Yo siempre la acompaño hasta donde puedo, a veces llego hasta el mismo colegio y en ocasiones alcanzo a acompañarla hasta El Parador que es donde tiene que tomar el otro autobús. Pero no siempre puedo hacerlo porque mi trabajo me lo impide", señala Sebastiana Paniagua, a lo que añade que a veces alguna madre o un padre consiente de la situación que está viviendo se solidariza con ella y acerca a su nieta al colegio.
A pesar de que en ocasiones la chica de 15 años se vale por si misma, la angustia de la familia es permanente. "Mi nieta tiene problemas auditivos, no ve bien y a pesar de que sea una adolescente en su forma de actuar es como una niña... no la podemos dejar sola a la deriva", cuenta Sebastiana.
Y es que para tenerla controlada en todo momento y no dejarla sola, la familia pretende estar en constante comunicación con ella mediante videollamadas y mensajes. "Cada vez que podemos, alguien de la familia hace una videollamada con ella. Le mandamos mensajes para que nos vaya contando en qué punto del recorrido se encuentra, si ha cogido el bus, si viene tarde, si ha salido o ha llegado del instituto, que van acompañadas de constantes advertencias", explica la abuela.
Y es que ahí no acaba el sufrimiento. De hecho, hay días en los que la situación se torna mucho más complicada y es cuando la climatología no acompaña. "Los días que llueve o que hay una posibilidad de que se den precipitaciones mi nieta no va al colegio, no la podría dejar sola sin estar segura de que ella sabrá como refugiarse. Además, tampoco asiste a clase los días de viento, que en esta zona son bastante frecuentes, sin más motivo que el que le da pánico, le da mucho miedo, se asusta y es incapaz de funcionar con miedo. En el colegio lo saben, y cada vez que esto sucede les llamo para informarles que mi nieta no podrá ir al instituto por estos motivos", se lamenta, a la vez que agradece al centro la empatía, la ayuda y el apoyo que le ha ido prestando a lo largo de todo este proceso y en estas situaciones en particular. "El instituto se ha portado muy bien conmigo, me han ayudado mucho y estoy muy agradecida", dice Sebastiana.
Desde el colegio comprende a la perfección el momento que atraviesa la joven y su familia y son conscientes de todas las dificultades que le supone llegar a la quinceañera todos los días al instituto, sobre todo si se trata de jornadas como las que ha explicado la abuela, las de viento y lluvia.
Si algo está claro, es que joven no puede realizar con normalidad las tareas propias de la cotidianidad como es ir al colegio por no disponer de los recursos o las condiciones necesarias. Por otro lado, este asunto provoca una profunda angustia en la familia que permanece en un sinvivir constante desde que comenzó el curso.
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