El médico militar que sonreía cuando le caían bombas en África, Daniel Tranchant

Médico, músico, escritor, filántropo, inquieto y “estúpidamente positivo”

Daniel Tranchant.
Daniel Tranchant. La Voz
Melanie Lupiáñez
20:11 • 07 jun. 2024

Daniel Tranchant era el médico del presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, cuando fue asesinado el 15 de octubre de 1987. Días antes del trágico suceso los golpistas arrestaron al médico para que certificara la incapacidad mental del presidente. El médico y asesor sanitario francés se negó por lealtad. Finalmente el presidente fue tiroteado, su mejor amigo tomó el poder. Daniel escribió Sankara tres décadas más tarde en honor al carismático líder panafricanista.



Daniel quería ser músico como su abuelo, quien le aconsejó que la música fuera su hobby. El médico siguió su consejo y entre risas recuerda que fue la mejor opción. “Cuando tenía 14 años un médico militar vino a casa a tratarme, me contó sus aventuras en África y pensé que sería un buen ejemplo para mí”, dice él.



La primera vez que salió de misión, partió a Madagascar, tenía veinte años. Era el año 1977 y, aunque ya había acabado el proceso de descolonización africano, el gobierno francés mantenía un programa de ayuda y formación para los médicos locales. Daniel formaba parte de esos millares de sanitarios.



“Un médico militar está educado para no quejarse. Cuando estás en un país subdesarrollado en medio de la nada das lo mejor de ti con los recursos que tienes”, dice Daniel sonriendo detrás de su característico bigote, ahora blanco. El moustache, su fiel compañero durante los últimos 40 años, como atestigua una fotografía suya. En la instantánea sujeta a dos bebés abandonados dentro de una caja en un campo de refugiados en Chad. Daniel aparece sonriente, el fonendoscopio colgando del cuello, a sus espaldas los pies, y un abultado equipaje de mano, de alguien que yace sobre una esterilla en el suelo. A pesar de los años, Daniel recorta a los bebés porque rechaza las imágenes de los niños en los periódicos.



El médico atestigua en primera persona las sangrientas guerras civiles que se vivieron en el continente ébano tras la descolonización. En aquellos años nació el término países subdesarrollados para diferenciar una realidad que estaba por hacerse. Y se delimitaba fuera de las fronteras de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón.



“Había una cruenta guerra civil en Chad y fuimos a construir un hospital humanitario cerca del río Chari, que hacía de frontera con Camerún. Los médicos estábamos en segunda línea de combate a veces teníamos que parar una cirugía porque nos bombardeaban”. Los refugiados venían de todas partes, había muchos niños que sufrían deshidratación, mucha gente moría, pero salvaban a tantos otros, dice Daniel, padre de cinco hijos. Chad fue el último país Africano que visitó el médico.



A principios de los noventa el gobierno francés cambió la estrategia. “Ya no había que ir a los confines de la tierra para formar a otros médicos”, dice Daniel. Desde entonces se dedicó a ser director médico de diferentes países asiáticos, como en China donde combatió el SARS. Para esos días Daniel ya se había formado en Medicina Interna, Endocrinología, Diabetes y Nutrición y, Enfermedades tropicales.



“En todos los países que he trabajado siempre me he traído algo de la cultura y la amistad de la gente. Esta era mi motivación”, dice Daniel. Además la música le ha ayudado a conectar rápidamente con los demás.


Cuando trabajó en Yemen no sólo combatió la enfermedad en mitad del desierto, además descubrió una música y una lengua que enriquecerían profundamente su bagaje cultural. Pasó en la Península Arábiga cuatro años. De su experiencia escribió, Takassim, una autobiografía que cuenta su trabajo entre el terrorismo yihadista y, la belleza de un país cargada de contrastes. Todos los libros de Daniel están disponibles en Amazon, pero solo en francés.


Enraizado, afable e inquieto, Daniel dedicó su última novela a la memoria de su abuela, Martha. Pero por deducción Daniel es curioso y por eso a sus 77 años no puede asegurar que no vuelva a partir. Su última misión humanitaria fue el año pasado en Laos. Aunque ahora dice que lo próximo que va a hacer es ir al bar a tomarse una copa de vino con su mujer. En Mojácar lleva una vida tranquila y toca la flauta travesera en la Orquesta Ciudad de Vera.


Todo su consejo para alguien que está bajo el fuego del combate es juntar la palma de las manos y mirar al cielo, rezar. Después dice Daniel: “Mantenerse optimista. Siempre he sido estúpidamente optimista, incluso durante la guerra. No podría dar otro consejo porque cada uno tenemos nuestra forma de vivir y hacerlo lo mejor posible con nuestra familia, nuestros amigos o nuestro país


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