Despunta la mañana en el barrio almeriense de Los Molinos, y aunque la placita de la carretera de Níjar aún parece adormecida bajo la atenta mirada de la ermita de San Antonio; el temprano despertar de la calle se hace notar con el sonido de las escobas de los barrenderos y los pasos de quienes aún no se han acostado. No muy lejos de allí, al doblar la esquina, en la calle bautizada en honor a las antiguas escuelas levantadas a finales de 1800, la fotografía de Fermín, un muchacho de 16 años ataviado de ciclista y apoyado en una bicicleta Titán completa uno de los álbumes de la familia Salazar-Ortega. Esta imagen tiene ya 50 años, y captura su primer gran desafío como ciclista: su debut en una carrera y el inicio de una trayectoria deportiva de 3 décadas.
En esa misma mañana, mientras el barrio aún se desperezaba, Fermín Salazar, acompañado de una quincena de antiguos compañeros de equipo, amigos de siempre y sobre todo apasionados del ciclismo, decidía rendir homenaje a este deporte y a sí mismo, con un acto especial y cargado de nostalgia: replicar el recorrido de su primera carrera, celebrando así el 50 aniversario desde que obtuvo su licencia como corredor ‘amateur’, y su primera victoria, lo que le sirvió para ser fichado por un equipo.
La pugna empezaba 20km antes de la línea de salida
En aquel 31 de agosto del 74, se celebraba en la provincia de Almería un carrera ciclista con inicio en El Parador y meta en Enix. No obstante, en esos años, no todos los jóvenes disponían de coches de equipo para llegar a la línea de salida. Fermín Salazar fue uno de esos ciclistas que, ante la imposibilidad de acceder el día de la competición a un vehículo propio, se veía obligado a pedalear hasta el lugar de la prueba. Su pugna no comenzaba en El Parador, ni siquiera en Aguadulce. La carrera para aquel enjuto escalador molinero, iniciaba en su barrio, frente a la ermita de San Antonio, con 20 kilómetros de pedaleo previo hasta llegar a la localidad roquetera.
El viaje desde los barrios de origen de aquellos ciclistas hasta el lugar elegido como inicio de la carrera, no sólo denotaba un sacrificio extra, sino una determinación y amor por la bicicleta, que a veces era compartido por amigos que acompañaban en estos periplos a los corredores.
En el día de su 50 aniversario, Fermín Salazar contó con muchos allegados, salvo con la persona que le acompañó desde la salida en Los Molinos hasta El Parador: Eusebio Navarro, amigo y vecino de la infancia y que a la postre se convertiría para el ciclista molinero en una especie de Eusebio Unzué que lo acompañaba, bien en bici o bien en coche en las carreras que disputaba Fermín luciendo el maillot de ‘Repuestos Hergo’. “A Eusebio le gustaba contar que el día que me rompí la clavicula en Pechina, él iba con mi padre en el coche siguiendo la carrera y al enterarse de que se había producido una caída, el tuvo una corazonada de que había sido yo.” Recuerda Fermín Salazar a su amigo fallecido.
De la Titán de hierro a la Williams de carbono en la misma carrera
De aquellas carreras en las que se podía ver al joven molinero entre los 5 mejores clasificados, de acuerdo con los periódicos de la época, salieron otros tantos corredores, como su hermano Carmelo Salazar o el talentoso Juan Martínez Oliver. Aquella hornada de ciclistas acompañaron a Fermín en el día de su aniversario desde Los Molinos hasta Enix. El mismo recorrido que hace 50 años. Ya no había Titán de hierro, sino una Williams de carbono, pero la sensaciones de saborear el dulce dolor de la bicicleta fueron las mismas.
Al finalizar el ascenso, el pelotón fue recibido por las autoridades locales, y tras una comida reparadora, típica de los ciclistas, Carmelo Salazar entregó a Fermín una medalla en reconocimiento a sus 30 años de ciclismo y a los 50 años desde que comenzó su carrera.
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