Este hombre del cartel es mi padre

Qué orgulloso estará en el Paseo de Almería

Su paseo de la fama

Juan Lozano

Tony Fernández
21:29 • 27 oct. 2024

Qué orgulloso estará Manolo ‘Saberes’ al verse en el Paseo de Almería con su gran amigo don Juan José Moreno Alarcón. Se querían mucho y no pudieron hacer esa “colección de camiones para cuando nos jubilemos”, que decía don Juan. Cuando falleció mi padre fue de los primeros en llegar al Tanatorio de Funalsa en 1987. Manolo se fue muy joven y no se llegó a jubilar. Un infarto se lo llevó con 62 años y no pudieron cumplir sus sueños.



Como la vida de don Juan la conoce toda Almería por la pluma de Manuel León,  me van a permitir que les presente a Manuel Fernández Rodríguez, de Gádor, hijo de Antonio y Eloísa. En el pueblo conocidos como la familia ‘Saberes’ y en el camión Ebro que tuvo antes de fichar por Moreno Alarcón no aparecía el apellido en las puertas y sí el mote.



Sus hijos (5), nunca fuimos ‘Saberes’ porque nos conocen en el Barrio de Los Ángeles más por los ‘Camachos’, el apellido materno. En mi barrio soy ‘el Camacho’ y así me conocían en la empresa familiar: Saveres.



Sencillo



Yo entraba y salía del despacho de don Juan y don Antonio en Méndez Núñez, pero para enseñarle el boletín de notas asustaba tanto lujo rodeando a un hombre sencillo y cercano. Por eso conectaba bien con Manolo ‘Saberes’. Mi padre, como dice su apodo, era un hombre muy listo y culto pero por encima de todo destacaba su sencillez y humildad. Las pasó canutas en la Guerra y dejó de ir al colegio para buscar sacos de harina en Guadix.



Tuvo la suerte de empezar a trabajar con su padre, que era transportista, y tenía camiones Ford. Luego ante la escasez de conductores de Primera fichó por la Cerveza Damm, la Cruzcampo, tuvo un camión propio y el fichaje de su vida por Moreno Alarcón.



Su primer coche se lo compró estando ya en el cemento. Un Renault 4L, luego un R-10 y un Seat 1430. Mi padre nunca estrenó coche (yo tampoco) pero no le importaba. No tuvo sueños de juventud y solo una afición: al fútbol y el partido de su Almería.



Soledad

Manolo ‘Saberes’ llevaba la cabina del camión plagada de estampas de santos y vírgenes. Rezaba el Rosario en la carretera cuando no había aparato de radio y cuando llegaba a casa ‘molido’ le esperaba la motrileña más guapa del mundo. Mi madre Carmela que cuidaba de los cinco hijos: Elomari, Manolito, Antonio Miguel (yo), Carmelín y Luisito.


No salía de la casa sin darnos un beso por si no volvía a vernos. La carretera siempre es un peligro y se encomendaba a todos los santos por vernos de nuevo. Solo descansaba un día a la semana y le contaba a don Juan cuando iba a Barcelona a por Cerveza; a Sevilla o a Granada a por la leche Puleva y los yogur Ilsa Frigo. Vivió en la calle Magistral Domínguez cerca de sus padres y luego se compró un piso en el barrio de Los Ángeles donde solo nació el pequeño de la casa y actualmente profesor de matemáticas: Luis.


Culto

Tantas horas solo al volante y comiendo menú del día ahorrando hasta en las dietas pasó su vida. No tuvo libros pero se los compró a sus hijos para que estudiaran y era feliz cuando llegaban los boletines. Manolo ‘Saberes’ no lo fiaba todo a la cultura y por encima de todo nos pedía que fuésemos “educados y personas honradas”.


Hice miles de kilómetros con él al volante y me contaba historias que jamás olvidaré. Sabía ‘calar’ a la gente a primera vista. Lo de calar es conocer para los más jóvenes, y de cada hijo tenía su propia denominación de origen. A mí me llamaba ‘el pesetas’ porque era muy ahorrador y decía a mis espaldas que: “Este es el más cariñoso y más servicial de la familia”. Tan cariñoso no era porque siempre me arrepiento de no haberle tratado mejor. Cuando yo estaba en la ‘espuma’ y crecía en la Casa Mercedes si venía a verme me hacía el ‘loco’, como si me molestara mi padre. ¡Qué tonto fui!


Religioso

Mi padre no solo rezaba en la soledad de la cabina de un camión. Los domingos a Misa de San José con don Antonio y don Manuel y luego en Los Ángeles con don Juan ‘El Cura’. Se sabía muchas canciones religiosas que cantaba mientras yo dormía en el asiento de al lado y me gustaban mucho. No supe si me dormía y cantaba o al cantar me dormía.


No me porté bien con mi padre y cuando no le hacía caso me decía: “Lo mismo harán tus hijos contigo”. Ahora voy al cementerio y le doy a la lápida los besos que en vida no le di. Están a tiempo no hagan lo mismo que yo. El cariño mejor darlo en vida. Sé que mi padre me ha perdonado. Lo percibo en cada latido de mi corazón.


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