En Almería se la conoce por su vinculación con el carnaval. No hay carnavalero que se precie que no haya pasado por sus manos. Pero en su taller no sólo se crean disfraces para el mes de febrero. Los encargos de trajes de flamenca y de campero cuando se aproxima la Feria son numerosos, en el mes de julio sus máquinas de coser echan humo.
“Mi primer vestido de flamenca se lo hice a la hija de una vecina mía y tenía yo dieciséis años, guardo con mucho cariño las fotos de la niña con el traje puesto”, explica Enedina.
Mientras hablamos no para un segundo. Atiende el teléfono, a las clientas que se acercan al mostrador…, y siempre con una sonrisa.
Para ella, todo el año es igual, y a todos los encargos le pone el mismo cariño. “Todo tiene su encanto y todo tiene su trabajo, en la confección todo funciona igual, no hay mucha diferencia entre diseñar y confeccionar un disfraz para carnaval o un vestido de gitana”, asegura mientras me muestra una de sus últimas creaciones.
Este trabajo le obliga a estar al día de las tendencias, de lo que se lleva en este tipo de vestidos. Dice que en los últimos años la gente le pide lo que ve en las pasarelas. “Este año se ha impuesto el vestido canastero que lleva otro corte diferente al clásico, por el calor, el vestido corto se vende más y el tradicional de campero siempre gusta mucho para los niños”.
Recuerdos
De la misma manera que en febrero sí que se disfraza con algunas de sus creaciones, jura y perjura que nunca la veremos vestida de flamenca, lo tiene muy claro. Y es que para Enedina la Feria es algo más que vestirse de gitana y pasear por el recinto ferial. “Desde que las niñas son grandes, la Feria la vivimos de manera más personal, nos hacemos nuestra feria de mediodía en casa. Salimos también por la noche pero hace un par de años tuve una pérdida muy grande y la verdad que llevo ese tiempo sin pisar el recinto ferial”, explica con un brillo de emoción en los ojos. Recordar a los seres queridos que ya no están con nosotros es lo que tiene. “Mis ferias con mi padre y mi madre y veintitantos primos alrededor son las del Bombero Torero y las de las marionetas en el Parque de Bomberos. No había un domingo de feria que por la mañana, después de los churros, nos fuéramos a ver las marionetas sobre las once o doce”. Recuerda también ir con su padre a los ‘cacharricos’, a comer pescaíto a la Barraquilla y los pinchitos que él mismo preparaba vestido con su gorro y su chilaba.
El Circo Chino y el Bombero Torero
“Mi padre nos llevaba al circo, nos dejaba luego con la abuela y él se iba al Circo Chino o a ver alguna de las revistas que venían al Cervantes. De todo esto hace 42 o 43 años”.
Era otra Feria más familiar. “La Feria estaba en el puerto, bajabas por el Paseo y respirabas Feria, se ponían todas las mesas del Paseo a tope, era otro ambiente diferente”. Recuerda con nostalgia cuando en la Plaza de Toros había cola para entrar a las ‘charlotadas’ que eran a primera hora de la tarde, con un sol de justicia, porque eran para niños. “La verdad es que tengo recuerdos muy bonitos, me encantaría volver a vivir esa Feria, más que nada por el retroceso en el tiempo y por volver a estar con las personas que me acompañaban”, y vuelve a emocionarse.
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