El del pasado viernes fue el décimo concierto que la Orquesta Ciudad de Almería ofrece durante la feria y volvió a ser un éxito. El primero fue en 2005 en el puerto y tuvo cambio de ubicación en 2010. El Pabellón de los Juegos Mediterráneos llenó el aforo dispuesto con más de dos mil sillas. Este concierto se ha hecho ya tradicional y los almerienses demostraron su fidelidad a la orquesta OCAL desde más de media hora antes en el exterior, donde formaron una larga cola para entrar. Si el programa prometía bajo el sugerente título de “Clásicos sensuales”, el público respondió con convicción.
Es el caso de Loli Cantón, Loli Molero y Trinidad Padilla, amigas y socias de la OCAL que acuden de forma regular a los conciertos de la orquesta almeriense. Por su parte, María Dolores Ruiz y Francisco Vigueras vinieron desde Murcia para ver a su hija Lourdes, oboe de la OJAL, que desde hace meses está reforzando la OCAL. Su hija ya llevaba dos días antes en Almería para asistir a los ensayos con alojamiento y comida costeados.
La pasión de estos seguidores contrasta con la de la Junta de Andalucía, que por ahora no ha incluido a la OCAL en el abigarrado programa de conciertos que ha elaborado para celebrar el Milenio de Almería, y que por contraste, traerá algunas de las costosas orquestas autonómicas de ciudades como Sevilla o Málaga.
El Niño Josele La OCAL está financiada mayoritariamente por el Ayuntamiento y en primera fila estaba la concejala Lola de Haro. Cerca, invitado junto a su familia, disfrutaba El Niño Josele, quien además de elogiar a los músicos dirigidos por Michael Thomas, adelantó que está trabajando la posibilidad de un proyecto con música clásica aún por concretar.
El escenario era el mismo que había pisado horas antes Hombres G y se usó parte de la amplificación y tres pantallas de video que mostraron a los ídolos juveniles de Aurym. Aunque el viernes no hubo gritos sí se notó la conexión emocional. El programa fue elaborado personalmente por Michael Thomas, quien tiene gran predilección por las corrientes más sensuales de la música clásica a caballo de los siglos XIX y XX. Comenzó el concierto con la suite número 1 de “Carmen” de Bizet. En las pantallas se anunciaban las piezas y alternaban imágenes de películas alusivas con detalles por circuito cerrado de músicos, solistas, bailarinas y la inusual visión frontal del director. Este cogió el micrófono y fue, como siempre, amable y divertido con el público y pródigo en elogios con sus músicos, sin distinciones entre veteranos profesores del Conservatorio Superior de Granada y jóvenes estudiantes. Se sucedieron piezas sensuales como el “Sherezade” de Rimsky Korsakov, el Bolero de Ravel o el “Rhapsody in blue”, de Gershwin. Intervinieron las cantantes líricas Mayte Ordaz y Gloria Oya; las bailarinas Keka Manzano, Cristina Samaniego, y Cristina Morales, el pianista Daúd Salim, y las bailarinas de “Ad Libitum” que pusieron el festivo final con el “Can-Can”, de Offenbach. Ya para ese punto la sensualidad se había convertido en auténtica pasión.
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