De vez en cuando llegaba una carta lacrada al Ayuntamiento de Mojácar, dirigida a Jacinto Alarcón, el hercúleo alcalde de los 60 y 70.
La letra densa de la cartulina se congratulaba de los progresos turísticos del municipio y finalizaba siempre, la remitente, recordando los tiempos en los que el Ducado tuvo Casa en esa empinada ciudad almeriense. Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII Duquesa de Alba de Tormes, era el nombre que aparecía a pie de firma.
No consta que la autora, que hoy será incinerada en Sevilla, estuviera nunca en el Levante, en esa montaña de Sierra Cabrera, pero sus antepasados sí que atesoraron inconmensurables propiedades que fueron enajenando tras varios siglos.
Casa Pilatos
En Gran Duque de Alba, Fernando Alvarez de Toledo, tercero de este linaje, el paradigma de la nobleza tras batallar con moriscos, tuvo mucho que ver con Mójacar, pocos años después de que las estirpe de los Alabez fueran defenestrados a finales del siglo XV.
Carlos V y su hijo Felipe II fueron otorgando dádivas a este brioso guerrero cuyos descendientes emparentaron luego con los Fajardo de Los Vélez y Cuevas del Almanzora.
Allí sobre los riscos mojaqueros, en plena Plaza, construyeron la Casa Pilatos, donde apaciguaba sus caballos el duque y donde residía su alférez. Hoy, ese añejo solar lo ocupa una entidad financiera y antes fue Casa Curato de la Parroquia de Santa María, junto al Teatrillo de Don Ginés y el Hotel Indalo que abrieron Paco Haro y Lina la Fragüera.
A mediados del siglo XIX, las distintas generaciones y herederos del Gran Duque terminaron por vender casi la totalidad de sus bienes al poderoso industrial Ramón Orozco, uno de los hombres más acaudalados de la historia de Almería.
Los apoderados de la Casa de Alba en Mojácar fuerondurante años los Flores de Lemus, que conservaron algunas propiedades de los Alba en La Alcantarilla, El Jalí, La Huerta de la Cañá y otros feraces pagos de árboles frutales y hortalizas. También eran de los antepasados de la ayer fallecida, más de veinte veces grande de España, las fincas de la Majada de la Nieve, y la de Levante, junto a Las Alparatas, convertida hoy en zona residencial.
Orozco legendario emprendedor veratense, compró a la Casa de Alba, grandes alcornocales de Sierra Cabrera así como lotes enteros producto de las desamortizaciones eclesiásticas, en las faldas de Arráez y la Mezquita.
La Maja y el Pantano
Los Alba tuvieron también en su poder casi toda Carboneras, hasta 1849 y regentaron Casa en Sorbas, de quien dependía la villa de San Antonio bendito.
Una antepasada de Cayetana, la famosa Maja Desnuda, que alternó con Goya y Godoy, fue quien propició que en 1792 se encargara el proyecto del Pantano de Níjar, en sus predios, inaugurado 60 años más tarde, que no tardó muchos años en cegarse.
Cayetana tuvo también querencia por la piedra de Macael para el arte sacro de su Hermandad de Los Gitanos.
Dibujo a plumilla
En esa vorágine en la que desenvolvía la hippie Mojácar en los años 60 y 70, dos maestros compositores almerienses, Martín Alonso y Ambrosio Enciso, crearon dos pasodobles para la ciudad: Bolero de Mojácar y Mojácar Mora. La partitura fue interpretada por la Orquesta de Radiotelevisión Española, a instancias del Ministerio de Información y Turismo, y el dibujo de la portada fue obra de la propia Duquesa de Alba, en agradecimiento a sus lazos históricos con el municipio. La ilustración es una mojaquera con el cántaro en la cabeza bajo un sol almeriense. A pie de firma, se advierte el nombre de Cayetana.
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