La almeriense Marina Carreño Padilla es óptica, trabaja en la Clínica Novovisión de la capital y desde hace tres años regenta un establecimiento de óptica frente al IES Celia Viñas. A finales de 2014 se embarcó en una experiencia de cooperación internacional que la llevó a adentrarse en la selva amazónica peruana. El objetivo, mejorar la visión de niños que nunca antes habían visto unas gafas. “Ni las habían imaginado”, dice esta joven de 31 años que cursó estudios de Óptica en Granada.
Miembro de la Fundación CIONE Ruta de la Luz, Carreño reconoce haberse “enamorado” del proyecto en cuanto lo conoció. Y ese enamoramiento la llevó, de la mano de la Fundación Repsol, a adentrarse en la selva durante 18 días (entre finales de noviembre y el 10 de diciembre) y conocer a los habitantes de una comunidad indígena a la que se desplazaba en bote cada mañana desde el campamento que Repsol tiene en la zona. Un espacio en el que la compañía española está desarrollando un proyecto de extracción de gas.
Junto a otra cooperante, la óptica pontevedresa Tania Roris (a la que conoció en el avión), Carreño ha realizado hasta 300 revisiones visuales en Perú y ha llevado la “alegría” a muchos niños.
La alegría de ver bien “Recuerdo un pequeño al que tenían un poco apartado del grupo y que no participaba con los demás. Cuando se le hizo la revisión, se le detectaron más de siete dioptrías de miopía”, dice. “Con las lentes correctoras, daba saltos de alegría, puesto que buena parte de su problema residía en su dificultad para ver bien”, recuerda esta optometrista, que se ha traído toda esa alegría hasta Almería, desde donde habla apasionadamente de un viaje que le ha permitido ejercer su profesión de otra manera.
Atención Primaria La asistencia visual desarrollada por Ruta de la Luz en la amazonia peruana responde a una campaña de detección primaria de patologías visuales. “Es una comunidad de artesanos y pescadores en la que viven sin luz ni agua y con poco acceso a condiciones médicas. Existe un punto de salud con una enfermera y una matrona, pero nunca antes había ido hasta allí un sanitario formado en detección visual”, explica esta almeriense.
Ella y su compañera de viaje fueron “casa por casa” acompañadas de una intérprete que les explicaba qué eran las gafas. Después de las dos semanas que estuvieron realizando pruebas y mediciones, las ópticas se han vuelto a España con decenas de recetas y ahora, en dos o tres meses, se les enviará hasta allí (también a través de la Fundación Repsol) las gafas que necesitan. En total 76 personas verán mejorada su visión.
Y es que, en una comunidad en la que no hay remedio para los defectos de refracción en los ojos, el trabajo de estas dos cooperantes les permitirá disfrutar de unas lentes que, de otra manera, sólo habrían podido tener después de volar varias horas hasta Lima, la capital, para ser graduados y comprar unas gafas. Algo que está “completamente fuera del alcance” de los habitantes de la comarca.
Aún así, las optometristas comentaron a su vuelta que, en general, la agudeza visual de aquella población peruana es buena. “Su visión de lejos, por el hecho de ser un pueblo tradicionalmente cazador, es, en general, magnífica.
Las artesanas que realizan miniaturas, sí que verán muy mejorada su vista con las gafas frente a la presbicia que les llegarán próximamente.
Las gafas que “con sello almeriense” recibirán en las próximas semanas serán “totalmente nuevas” y muchas son cedidas por laboratorios y empresas que también colaboran con este tipo de proyectos, señala Carreño.
Misión oftalmológica Lo deseable sería coordinar allí una misión oftalmológica puesto que se detectaron patologías por el exceso de radiación solar, como cataratas, o pterigium que podrían haberse resuelto quirúrgicamente sin dificultades. Por lo pronto, esta población de la selva verá perfectamente gracias a la labor de estas dos cooperantes y la involucración de las dos fundaciones.
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