El número 600 no había sido más que un número para la almeriense Ana María Roque Martínez. Al menos, hasta el 17 de enero cuando se convirtió en el trasplante de corazón 600 que se hacía en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. Ha vuelto a nacer, justo 50 años después, dice.
Y muy contenta volvía esta semana a Córdoba para celebrar una fiesta con el equipo médico y otros pacientes trasplantados (ya van 615, sólo de corazón).
Esta vecina de Almería ha regentado hasta hace apenas un año un puesto de pescado en el Mercado Central, donde trabajaba con su hermano Antonio. El 30 de junio pasado le dio un infarto a las seis y media de la mañana. El 2 y el 4 de julio, le dieron otros dos infartos más que dejaron su corazón al 20%. “Como me asfixiaba una y otra vez, el corazón se quedó al 10% y mi vida apenas era pasar de la cama al sofá”, relata.
En helicóptero a Córdoba
Vivió así hasta que el 12 de noviembre, y a raíz de una arritmia, entró en Urgencias de Torrecárdenas “sin ser persona”. “Quedé en coma y ya no se contaba conmigo”, dice esta mujer a la que ni su marido ni sus dos hijos, Carolina y Antero José, quería perder tan pronto. Buscaron opciones y la alternativa fue Córdoba y su equipo de trasplantes de corazón. Hasta allí voló Ana María en helicóptero y allí la recuperaron y le dieron el alta el 19 de diciembre.
El 7 de enero, como regalo de Reyes un pelín atrasado, recibió una llamada de Córdoba. “Ana María, tenemos un corazón para ti”.
“No me dio tiempo a pensar en nada. Me asfixiaba de la ansiedad”. Recuerda su llegada al hospital y su entrada al quirófano. “Entre las 21.15 horas y salí por la mañana”.
A los tres días, se levantó de la cama y la sentaron en una silla. Las piernas, sin masa muscular por la falta de movimiento de los últimos tiempos, no le respondían. Se temía lo peor, pero los médicos le tranquilizaron: “Te hemos puesto un corazón que es un Ferrari”.
“Fíjese, nací un 20 de enero en Almería y me operaron 50 años después, un 17 de enero, en Córdoba. Me han devuelto a la vida”, cuenta sin dejar de agradecer al equipo médico su esfuerzo, a los coordinadores de trasplantes por darle una oportunidad, y a los médicos de Almería por haber llamado al Reina Sofía.
“Es un trabajo de equipo que salva vidas”, dice esta mujer almeriense que se recupera, poco a poco, pero que ya sale a la calle y vive “la vida”.
Una vida que ha cambiado radicalmente. “Hasta ahora nunca pensé en la donación de órganos, tampoco en que me trasplantaran. Como mucho, barajaba una operación a corazón abierto”, dice.
Es donante de órganos
Hoy, tanto ella como su marido y sus hijos son donantes de órganos. “No tengo palabras para agradecer a quien dona sus órganos ni a aquellos familiares que dan el consentimiento”, reconoce. “En el Reina Sofía, salvan vidas todos los días gracias a los donantes de órganos”, dice a la par que señala cómo “apena que alguien tenga que morir, pero incinerados o enterrados, los órganos no sirven para nada”.
Ella lo sabe muy bien y, con su historia, ha llegado ya a mucha gente. El martes asistía en el Reina Sofía a un acto en el que el hospital universitario daba a conocer la realización de su trasplante de corazón número 600 con una suelta de globos rojos en el centro de la ciudad, en la Plaza de las Tendillas.
Esta actividad, incluida en la campaña de promoción de la donación del complejo sanitario cordobés, persigue agradecer su generosidad a la sociedad, que permite que se puedan llevar a cabo trasplantes y regalar nuevas oportunidades de vida. Se lanzaron seiscientos globos de helio con el logo Regala vida, dona órganos, y Ana María Roque Martínez estuvo allí.
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