La Feria está unida a imágenes, pero también a palabras, a frases que nos acompañan desde la infancia y la adolescencia. La muñeca chochona, las populares hamburguesas Uranga o Tere y sus bocadillos, que te los pone como le da la gana, según rezaba el mensaje que Tere nos inculcaba para la venta de sus preciados bocatas, son algunos de los emblemas no escritos, sino hablados, que nos han acompañado a varias generaciones. Nos lo cuentan siete almerienses, que han vivido desde su más tierna infancia la ilusión de la llegada de la Feria, casi como la cabalgata de los Reyes Magos en Navidad, de los cacharricos, o de las casetas cuando iban junto a sus padres o ya más tarde de la Feria del Mediodía, con el rebujito por bandera.
Somos lo que recordamos, dicen, y lo que llega a las siguientes generaciones tiene mucho de tradición oral, que no queremos perder, aunque ya no sigan existiendo tales frases o costumbres. Como el ya desaparecido Manolo Fernández, dueño de la tómbola de la muñeca chochona, que ha dejado montones de anécdotas en la ciudad y miles de estas muñecas que quién sabe dónde estarán ahora. Uno de esos instantes míticos está relacionado con el torero Curro Romero, quien se hospedó en el Gran Hotel Almería la víspera de su actuación en nuestra centenaria plaza de toros, donde cosechó éxitos y también una durísima cornada. Una noche, que se presentaba tranquila, con la ventana abierta y recibiendo la brisa del mar, no iba a resultar tan plácida como el maestro esperaba. El soniquete de Manolo Fernández (“y otra y otra y otra muñeca chochona”) empezó a impacientarle más de la cuenta. Entonces la Feria se celebraba en el puerto y terminaba pasadas las seis de la mañana. De manera que el Faraón de Camas envió a su mozo de espadas para que le comprara al feriante todos los juguetes de esa noche y así cerrara y pudiera, en consecuencia, dormir tranquilo. Genio y figura.
Luego vino la Feria del Mediodía, que el Ayuntamiento está ilusionado en revitalizar. Se instauró en los años noventa y las costumbres se transformaron radicalmente. Si antes se salía por la noche, algo añorado por algunos, de pronto se cambió por el día, por los ambigús de las calles del centro, ahora entoldados. Era la novedad, el paso al nuevo siglo que dejaría a unas cuantas personas con el paso cambiado, pero que fue incorporado por las nuevas generaciones con naturalidad y con no poco entusiasmo.
El médico anestesista Antonio Martínez-Amo, el empresario afincado en Madrid, Aitor Salazar, el buceador Francisco Jiménez, el artífice del resurgir del rugby en Almería, Miguel Palanca, la directiva empresarial, Azahara García Espejo, la diseñadora gráfica Reyes Fernández y la visitadora médica Auroa Alcázar vienen a recordarnos esas frases míticas y los eslóganes que han formado parte de las fiestas almerienses, casi como si estuviéramos reviviendo todo aquello.
Empieza la feria y volveremos a vibrar con los cacharricos, aunque ahora sea a través de nuestros hijos, tan ilusionados. El legado, no será solo el de las atracciones, sino todo lo que oigan, que se fijará para siempre en su memoria.
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