Los negocios de comidas caseras para llevar se disparan en Almería

Un día de tantos, cuando el camarero almeriense de la diáspora Enrique López se encontraba fregando unos vasos en un bar de Las Palmas, oyó decir a un camarada de barra que había tenido una idea y que la iba a poner en práctica: “Voy a abrir un establecimiento de comidas caseras para llevar”, le susurró al oído.

Y así fue, Enrique vio cómo aquel colega canario -con tuppers de mojo, papas arrugas y fideo gordos- fue abriendo poco a poco centros de comida casera a precios económicos que nativos y forasteros le quitaban de las manos.

Enrique se trajo la idea en la mochila cuando regresó a Almería y en la céntrica calle de Juan Lirola abrió La Juaida en 1995, hace ya 22 años, el primer establecimiento de comidas para llevar en Almería. “Desde entonces hasta ahora hemos  tenido el reconocimiento de nuestra clientela y hemos ido creciendo, poco a poco, pero sin parar nunca”.

Tanto, que La Juaida suma ya una plantilla de ocho personas entre los fogones y la atención tras los expositores  de vidrio, donde se acumulan bandejas de pollo con patatas, fideuá o albóndigas caseras y en las colosales ollas, donde crepitan unos días lentejas y otros trigo o ajopollo.

La moda de comprar comida preparada lista para comer, en menús que oscilan entre los siete y los nueve euros, ha ido calando cada vez más en Almería. En los últimos tiempos han abierto otros locales como La Alacena de los Sánchez, en la Rambla esquina con la Avenida de la Estación, con menús y multitud de platos preparados como la carne al estilo mozárabe, el rape al limón o los gurullos con jibia. En la Plaza Marqués de Heredia, atiende Isabel, en Comebien, con un servicio esmerado y familiar y platos de cuchara como los de la abuela o una excepcional ensaladilla rusa, arroces y pescados de Almería. En la Plaza de San Sebastián se ubica Como en Casa, en uno de los centros neurálgicos de la ciudad, con platos tradicionales y con un ambiente que se va animando a medida que se acerca el mediodía y fluye el aroma de las acelgas esparragás o la tortilla de patatas.

El último en abrir, en una zona de sombra en este tipo de ofertas culinarias, ha sido Picnic, en el barrio de El Zapillo, con un competitivo precio a 5,5 euros el menú. “Tenemos que tener precios económicos para hacernos con clientela, hemos abierto hace un mes y estamos contentos”, explica la encargada Isabel López.

Personas mayores, estudiantes, profesionales liberales sin tiempo para cocinar son los que nutren este tipo de negocio que cotiza al alza y que viene a complementar el típico plato de comida caliente que los vecinos se llevan del bar cercano.