Olía a azahar, ayer tarde, en la sala de plenos de la Cámara, cuando un antuso con nombre de jefe indio agarró el timón de la institución que acaba de soltar un Diego que ha pulverizado el récord de permanencia (13 años) por causas ajenas a su voluntad; olía a naranjas de El Real, a arcilla del Argar, a espliego de Jauro, a tomillo de Aljáriz -allí estaba su familia, su alcalde, su padre en el recuerdo, paisanos como Juan Cano o el viejo profesor don Gabriel- cuando Jerónimo Parra se presentó en sociedad como nuevo presidente de ese galeón añejo como el ron que suma 140 años de historia, desde que el prócer abderitano Juan Lirola, iniciase la nómina. Jerónimo es un hombre acostumbrado a los negocios, al riesgo, a esperar pagos para pagar él, con sus dúmper y sus retroexcavadoras, de Almería hasta Paraguay, donde sondeó mercados cuando el sector entró en barrena. Por eso, se le vio aún contenido ante el micrófono -ya se soltará cuando empiecen las entrevistas, cuando se vayan sucediendo las visitas de consejeros y ministros y las patadas en los tobillos. “He cumplido un sueño”, dijo con orgullo y comparó al Cid con la provincia “qué buen vasallo si oviesse buen señor”, y percutió con el adagio sempiterno de su amigo Pepe Cano “Almería nunca lo ha tenido fácil”, y mentó agradecido a sus laureados antecesores -Picón, Cosentino, Flores, Martínez Cano- que allí estaban frente a él - aventados por sus propios retratos colgando de la pared- para darle apresto. Sonrojado como los cítricos de su pueblo, emocionado, prometió no decepcionar, no decepcionarse.
Llega Jerónimo y se marcha Diego, que entró como padre y se va como abuelo, que le ha tocado navegar en aguas procelosas, sin financiación desde la encrucijada de 2010, con la frente un poco más marchita, pero con la satisfacción -dijo ayer- de la dedicación y la honradez. “De los errores y de los aciertos, que el cielo me juzgue” como a Gene Tierney.
Trece años de su vida se ha dejado el macaense en el sillón de la Avenida del Cabo de Gata, buscando nuevos mercados para las empresas, aprovechando programas de formación europeos, poniendo en valor la marca ‘Cámara’, con su frase legendaria “Bienvenidos a la isla de Almería”. Irrumpió en 2006 como un potro juvenil y se va más viejo pero más sabio, citando a Hemingway, a Benedetti, a Aristóteles, a Norman Foster, a Adam Smith, haciendo atronar su voz en la Cámara como la de un tribuno en el senado romano.
Se despidió tocándose su corazón macaelense, como si portase aún la zamarra rojiblanca, mientras el público se ponía en pie para vitorearle en el día de partida.
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